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Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Seguramente

a

Indra Kishinchand López

Abriré las ciudades

por si hay

una silla vacía

en los ojos cerrados del futuro.



Abriré las palabras

por si llego

a una luz y a una mesa

en los ojos insomnes del pasado.



Y abriré

la piel de un ruido,

la bóveda de un eco,

el tejado con hierbas de mi casa.



Luis García Montero

“Seguramente nadie puede decirnos que la luz era un túnel sin salida, que el sol era la sombra”. Nadie pudo hasta que me lo confesó el poeta y me di cuenta en aquel viaje en metro que para mí la penumbra siempre había sido un refugio. Como cuando me encerraba en aquel vestidor con las luces apagadas para destilar toda la tristeza que no cabía en una casa llena de luz. O como las veces que lloré desconsolada en el suelo del baño de un piso casi a orillas del Mediterráneo. O como cuando me tapaba los ojos con la piel de mis padres y creía que era como desaparecer del mundo.

Hay recuerdos que por mucho que se intente no se olvidan y olvidos que por mucho que se intente no se recuerdan. Yo por ejemplo soy incapaz de olvidarme del dolor que supone sentirse niña y débil ante los años de un monstruo. Sé que había una luz amarilla y cálida, y puede que precisamente por eso siempre tenga que esperar a que sea de noche para no descubrirme traicionada por mi propia mente. Permanezco en silencio hasta que el día pierde la memoria y solo entonces quemo los miedos.

“Seguramente nadie, nadie quiso advertir en los periódicos una flor que era invierno, una ley que era espada y esta nube, sospecha de la roca”. Seguramente no lo hizo nadie hasta que el poeta se infiltró en la prensa y en mi viaje de las 8.37 para decirme que esta era esa vez en la que solo yo podría batallar contra la pena. Ahora que han pasado 17 horas y se han escrito 300 palabras en cada hora durante ocho, vuelvo a recobrar la lucidez que me da la nocturnidad y me pregunto todo lo que tengo que agradecer a quienes me hicieron daño.

Lo más probable es que encontrar consuelo en un verso sea para mucho como hacerlo en un partido de fútbol o en cualquier melodía rota. El otro día una de esas personas que son poesía hasta cuando no quieren me preguntaba si cambiaría la sensibilidad por la libertad que da el desconocimiento. Las dos callamos a la vez con la respuesta en la mirada y el silencio con la certeza de que a estas alturas no cambiaríamos nada de lo que habíamos pasado; y no por ellos, sino más bien por nosotras y la vida que nos había dado la incertidumbre.

Seguramente nadie sea capaz de describir la existencia como el poeta, con palabras que no se entienden racionalmente, sino que se interiorizan hasta agarrarse a todos los libros de historia. Nadie como él puede evocar en cada estrofa y en cada uno un sentimiento distinto al de la noche anterior, al del año anterior. Seguramente nunca nadie lo supo tanto y lo disimuló tan bien como él; luz entre las sombras, sombra de todas la luces.

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