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Malditas dicotomías

José Miguel González Hernández

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Intentando pensar sobre una hipotética pelea entre lo público y lo privado, lo primero que se nos puede venir a la cabeza son los juegos de suma cero. Es decir, que la ganancia de una parte se pudiera corresponder con la pérdida de la otra. En este sentido, los juegos de esta naturaleza, bajo determinados parámetros en torno a un número finito de repeticiones, provocan al final que todas las partes pierdan.

Para visualizar dicho hecho, utilizaremos la teoría de juegos con su conocido “dilema del prisionero”. Dicho juego consiste en la existencia de un supuesto crimen y la detención de dos personas. La autoridad competente decide interrogarlos por separado para preguntar quién ha cometido el asesinato. La opción, por un número finito de veces, que se le ofrece a cada uno es doble: si se callan, nadie irá a la cárcel. Si acusa a la otra parte, podrá quedar libre y no será su propia persona la que dé con sus huesos en la trena y sí la otra. Tras el interrogatorio, en la última ronda, ambos se acusarán y, por lo tanto, serán condenados. Como decíamos, la amenaza de un juego de suma cero hace que las dos partes pierdan, puesto que se acusan mutuamente porque no creen que la otra parte guarde silencio. En el campo de la gestión de los intereses públicos en discusión con lo privado, el debate es similar. Quien plantea la dicotomía entre lo público y lo privado estableciéndola como un juego de suma cero en este mercado comete un intencionado error.

Lo primero que hay que aclarar es que se intentan comparar situaciones incomparables porque nadie puede decir que lo público es gratis porque procede de recursos tributarios obtenidos mediante el gravamen de determinados hechos imponibles. A partir de ahí, se tiene como finalidad la redistribución de la renta, no teniendo como fin último la rentabilidad total de sus actuaciones sino el otorgar recursos en forma de bienes y servicios de calidad hacia aquella parte de la sociedad que no puede adquirirlos de acuerdo con su renta.

Desde la perspectiva de la racionalidad del sistema, las mayores inversiones en materia de investigación y comprobación de lo descubierto se hace desde la esfera de lo público, debido a que la amortización de los costes es más soportable. Asimismo, se socializa el conocimiento al igual que sirve de palanca para que los entornos privados ganen competitividad asumiendo las situaciones menos rentables económicamente.

Así, la iniciativa pública debe proveer de las condiciones sociales y económicas adecuadas a la sociedad, teniendo como objetivo la igualdad a través del desarrollo de las capacidades de las personas, porque no es solo lo que se tiene, sino qué se hace con lo que se tiene.

Por último, solo debo comentar que, en el mercado de lo público, la demanda se comporta de forma inelástica, no existiendo un precio reserva determinado. La demanda es cautiva y además está ordenada por el propio sistema. De esta forma, cuando entramos en él se nos establece el itinerario más favorable para nuestro bienestar, sin que tenga que ser ni el más caro ni el más largo, sino solo el mejor posible a las circunstancias de cada momento.

*Economista

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