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Primos de riesgo

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Camy Domínguez

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Acabo de leer en la prensa que en la isla hermana de Fuerteventura un menor de quince años accedió a un instituto de enseñanza armado con un cuchillo de grandes dimensiones amenazando y poniendo en jaque a profesores y alumnos. Hace unos días varios menores de entre doce y catorce años violaron a un niño de nueve en un colegio de Jaén. En un instituto sevillano de Lebrija unos alumnos agreden a un profesor, los padres encima lo denuncian, y a continuación un millar de alumnos se manifiestan pidiendo la dimisión de la directora. Definitivamente, nos hemos chiflado. Me pregunto yo qué tiene que pasar todavía para que desde las instancias políticas y legislativas se tomen cartas en el asunto de la educación. Porque… ¿somos o no somos “autoridad pública” los profesores según se dicta en el artículo 550 del Código Penal?

¿Es que nadie les va a decir a los alumnos y a sus padres que nosotros los profesores estamos ahí para enseñarles materias como Matemáticas, Lengua, Historia… únicamente para el bien de ellos, para el progreso de la sociedad en su conjunto? ¿Nadie les va a aclarar que nuestra principal labor no es la de educarlos, decirles que la vida humana es valiosa y que nadie tiene derecho a quitársela a nadie, que eso tienen que aprenderlo de sus mayores? ¿Que nadie tiene por qué asistir a su centro de estudio o de trabajo con miedo a perecer a manos de cualquier adolescente flipao? ¿Qué les pasa a los chicos hoy en día? ¿Y a los padres? ¿Qué dosis de violencia están tragando en sus casas o ambientes de ocio que luego es trasladada a los entornos escolares?

Cada día estoy más asombrada, asustada, estupefacta. Salgo cada día de casa rezando para poder regresar sana y salva a mi hogar; para que ningún chaval con la moral distraída por tanta tecnología y sed de sangre y de novedades vaya a hacer lo posible para que llegue a mi casa un mensaje funesto. Salgo cada día con miedo a que, tan solo por reprender a un alumno, vaya a venir luego su progenitor a comerme viva o bien acompañado de sus abogados a defenderse de mi maldad por usurparle su puesto de educador de su retoño. Parece una tontería pero es así. Muchos profesores tenemos miedo, literal, porque los colegios son una bomba de relojería, que no sabes cuándo ni dónde ni cómo va a explotar porque indicios sobran.

Todavía me acuerdo de las advertencias que de pequeña les hacía mi madre a mis maestros al principio de cada curso: “Si se porta mal, usted ya sabe lo que tiene que hacer”, las mismas o similares advertencias que les hacían los padres de mis compañeritos. Y como llegara a casa quejándome de que el maestro me dio un coscorrón, me contestaba: “Eso es pa' que aprendas”. Siempre se ponían de parte del maestro en cuestión. Querían hacer de nosotros unas personas educadas y respetuosas y contaban con el docente y su autoridad para ello. Y a su manera lo consiguieron.

Pero yo no soy partidaria de los castigos corporales, ni siquiera de sancionar a los alumnos poniéndoles un parte de incidencias ni de que aprendan bajo los dominios del miedo al profesor como entonces, sino del respeto, la empatía, el saber estar en un aula, compartiendo y aprendiendo, haciendo y dejando hacer, cosa que aún no he visto en los adolescentes de ahora (salvo en contadas excepciones). Entonces… ¿De qué se están contaminando los niños para que lleguen a las aulas pensando que son saltimbanquis que tienen que actuar y sobreactuar en un circo sin normas, sin respetar nada, sin ton ni son? Nosotros éramos más tímidos, teníamos sentido del ridículo y de la responsabilidad. Muchos hacíamos lo que fuera para que nuestros mayores no se avergonzaran de nosotros. Pero eso ha dejado de importar. En mi clase, de repente, en medio de una explicación, conversan en corrillos sobre cualquier cosa, se levantan por cualquier motivo, se lanzan las cosas, gritan lo primero que se les viene a la cabeza, tiran basura por el suelo, se insultan, se nombran a las madres, se acosan, se pelean, se amenazan…  (Señora, créaselo, se lo juro que es verdad, que es un sufrimiento diario.

Ojalá pudiera grabarlo para demostrarle que es así. No sé para cuándo vamos a tener cámaras dentro de las aulas, pero serían de gran ayuda para la sociedad. Me gustaría poder inventar una mirilla que, oculta en un lugar del aula, pudiera permitirles a los padres ver desde sus casas y sentados en su sofá lo que hacen sus hijos dentro del aula y así puedan explicarse muchas cosas como el porqué del fracaso escolar, el porqué del ascenso de la criminalidad juvenil en nuestro país, el porqué de la podredumbre de esta sociedad… Más de uno se quedaría a cuadros, aunque seguramente otros muchos preferirían cambiar de canal por ver si es más edificante lo que dice la princesa del pueblo).

En fin. A veces digo que si tuviera que volver a nacer y a elegir una profesión, elegiría una y mil veces la de docente, porque es muy bonito formar a las personas, ser parte del progreso de la sociedad. Pero jamás me imaginé que ser profesor llegaría a ser una profesión más arriesgada y peligrosa que la de policía o soldado, con la diferencia de que estos tienen armas para defenderse. Nosotros no, pero ahí estamos… para lo que surja.

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