Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Teoría de colas

José Miguel González Hernández

0

Intente visualizar tres filas de personas. Una de ellas muy abundante y no solo de largo sino también de ancho, con cierta ralentización en su movimiento, como una lenta digestión ante un empacho, incluso con incorporaciones adicionales en su finalización que no hacen sino enlentecer a la vez que presionar a la parte más adelantada de esta.

Una segunda fila, algo más corta y estrecha con cierta movilidad en la que hay personas que se van ubicando a diferentes longitudes del principio sin que por ello se tenga que respetar la antigüedad ni el tiempo que ya se estaba pasando en dicha cola.

Y luego imaginemos una tercera fila con alta velocidad de entrada y salida, cuantitativamente más escueta que las otras dos. Desde el aire, vistas todas a la vez, vemos que la fila 1 tiene su comienzo mucho más atrás que el final de la 2, que a su vez se encuentra mucho más retrasada que la 3.

Espero no haberme enrollado, porque he pretendido que se puedan visualizar las entradas y salidas al mercado laboral tras la transición formativa de las personas. De esta forma, en la primera fila se encuentran las personas con menor formación, en las que se compite con un determinado tipo de puesto de trabajo en el que, aparentemente, las exigencias son menores.

En este caso, los índices de rotación son muy altos porque la baja productividad manda, igual que la inserción se complica porque la competencia crece proporcionalmente ante la disminución de las aspiraciones. En la segunda fila comienzan a aparecer requisitos formativos reglados de mayor capacidad que les permiten codearse con las personas que acuden a los sistemas impuestos. Y luego se encuentra la fila 3, donde, además de formarse en los procedimientos cognitivos necesarios para desempeñar determinadas ocupaciones profesionales, se dotan de las competencias transversales que les permiten tener capacidades de adaptación y reposicionamiento superiores a la media.

Pero las realidades mutan y, con ellas, los procedimientos, de modo que, ante un problema, una solución. Ante problemas simples, soluciones simples, y ante problemas complejos, soluciones complejas. En principio ese sería el mecanismo. Sería mucha casualidad que, dependiendo del laberinto en el que nos encontremos, la cantidad de conocimiento que hay que instruir, salvo excepciones que desconozco, pero seguro que habrá, estará positivamente correlacionada con el embrollo en el que estemos inmersos. Además, en cada etapa de la evolución, un aumento en el nivel de complejidad de las condiciones externas exige un aumento en el nivel de complejidad de la capacidad interna de toma de decisiones.

Toda esta reflexión viene a colación cuando se plantea que, para arreglar tal cosa, se nos dice que hay que hacer justamente lo contrario y ya está. Pero en este caso estamos confundiendo el deseo con la solución. En este caso, para arbitrar mayor número de oportunidades, primero hay que merecérselas, ser personas acreedoras de estas, necesitando una estructura productiva demandante junto a un marco institucional certero y ágil que disminuya los costes de transacción y así disponer de un mercado potente que permita combinar rentabilidad con ganancias salariales dignas… o una población activa preparada para cumplir con la exigencia en materia de productividad que se demande.

El hecho de pertenecer a una fila u otra no viene dado por designio divino. Porque, aunque el nivel formativo tiende a heredarse (estadísticamente, el nivel formativo de los descendientes suele estar condicionado por el de sus familias), al tener a disposición un sistema universal de enseñanza, se está en disposición de corregir las asimetrías existentes. Así que recuerden: todo se aprende, incluso lo bueno.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Etiquetas
stats