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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Un café y un acuerdo radical

Lidia Rodríguez

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El domingo la tensión estaba por las nubes. La extrema derecha se nos colaba como tercera fuerza política, lo que no consiguió ni Podemos ni Ciudadanos lo consigue que quiere acabar con las autonomías. El lunes el enfado era insoportable, el “la gente está cansada de ir a votar” era el mantra más escuchado y la mentira más repetida. El martes teníamos gobierno de “progresista”.

Cuenta Esther Palomera y Aitor Rivera en eldiario.es que solo hizo falta un café y 24 horas para que el famoso acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se firmará. Añado, al café y las 24 horas, los 52 escaños de la extrema derecha. Hemos tenido que pasar por unas elecciones y por un proceso de angustia y violencia psicológica para que algunos se den cuenta de su nivel de responsabilidad. Hemos tenido que escuchar que los ministerios de Unidas Podemos iban a impedir a Sánchez conciliar el sueño, pero también, hemos pasado por un proceso en el que la extrema derecha se ve como un partido legítimo.

Ahora, que hay pacto de “progreso”, no debemos olvidar que la extrema derecha acecha. Los medios de comunicación no debemos seguir haciéndoles la cama, ni dejándoles espacio en prime time. Ahora, es trabajo de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias que la ciudadanía no se siga desencantando, que no se sienta abandonada. Porque es de ese abandono y ese desencanto, del hartazgo generalizado, de lo que se alimenta la extrema derecha.

Ahora, no es tiempo de utilizar eufemismos para hablar de fascismo. Tampoco es tiempo para sacar a representantes de Fundaciones que deberían ilegalizarse en televisión para que nos expliquen cuál es su posicionamiento sobre el Franquismo. No es tiempo de medias tintas, ni de programas en ‘Tu casa es la mía’. No es tiempo de cuestionar a los colectivos feministas, ni de comprar discursos al ‘feminismo liberal’. Ahora, es el momento de combatir el fascismo, y eso como todos los grandes esfuerzos a lo largo de la historia requiere de un esfuerzo colectivo, los ciudadanos y los medios de comunicación tenemos que hacer un esfuerzo radical (que vaya a la raíz) para no seguir aceptando discursos que atenten contra los Derechos Humanos, porque el machismo, la xenofobia y la homofobia no son ‘opiniones aceptables’. En este punto recuerdo a un profesor de mi colegio que me decía que “la libertad termina donde comienza la del otro”.

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