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Los círculos

Camy Domínguez

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Me gustaría verles la cara a aquellos que en su día, cuando se estaba dando a conocer el movimiento de nuevos partidos de izquierda y yo insistía en que Podemos era el mismo perro con distinto collar, sofocaban mis opiniones disparando al mensajero.

Mi parecer en ese entonces no era un ataque a las personas que conformaban ese movimiento, porque ¿qué puedo yo decir de personas y perfiles de los que nada sé? Malinterpretaron mi humilde punto de vista, que se dirigía al propio sistema tal como está configurado. Yo insistía en que era necesario un nuevo engranaje en nuestra avejentada democracia para que las cosas cambiasen de rumbo y del fanguizal en que se había convertido la política en este país, y que de ese modo todo ese entusiasmo reformista incipiente pudiera cuajar de alguna manera, me era igual si de derechas, si de izquierdas, porque si una cosa tengo clara es que afortunadamente cada cuatro años tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo, aunque en los últimos años haya sido totalmente errático.

Y me gustaría saber qué opinan esos fundamentalistas de la izquierda que se defendieron poniendo en funcionamiento el ventilador junto a la porquería e insultaron a todo dios de todos los partidos que osaron decir la más mínima crítica constructiva ahora que se ha marchado el gran genio Juan Carlos Monedero, o después de la retirada de la combativa Carolina Bescansa, y digo combativa no por su discurso, que es bastante convincente, sino porque ¿a quién se le ocurre llevarse al chiquillo a la toma de posesión en el Congreso? ¡Chiquito tenderete, como si se fuera a la playa con las tortillas y el parasol!

Me gustaría saber qué piensan aquellos trogloditas de palos y piedras ahora que Íñigo Errejón ha dejado su acta de diputado para ir de la mano de la abuelita Carmena en su candidatura a las elecciones del Ayuntamiento de Madrid. Me gustaría saber qué piensan de que su secretario general, Ramón Espinar, haya reculado hace apenas unas horas presentando su dimisión. ¿Qué van a decir de aquello que proclamaba Pablo Iglesias de quitarles las casas a los ricos para dárselas a los pobres? Está aparente el Robin Hood de Galapagar para decir nada si luego se compra un chalet de dimensiones increíbles... ¿verdad, señora? ¿A que tenía yo razón?

Es que ahora empiezo a entender lo de los círculos. Esto era como esos juegos de mesa que tanto me gustan para gamificar mis clases: cada uno de los grandes egos (y pequeños) de Podemos era un círculo: “Al principio damos el pego y engañamos a la gente de que los vamos a salvar del malo, que es el PP o el PSOE. La gente, ingenua y desesperada, nos vota. Y ahora, cada uno en su círculo, luchamos encarnizadamente todos contra todos y a la gente que nos votó, que lo más seguro espera que hagamos algo, pues que le den morcillas, que estamos muy ocupados en lo nuestro, ventilador en mano salpicando a todo el mundo, porque ni siquiera unos arrumacos con Pedro Sánchez, a quien le salvamos la moción de censura. Ahí se queda con su minoría absoluta de ochenta y cuatro diputados...

¡Qué pena de país! Así me decía un gran amigo, que en gloria esté, cuando una vez hace muchos años, hablando de lo divino y de lo humano, le comenté ingenuamente que me habían invitado a formar parte de un partido político: “Ten cuidado con lo que haces, que la política es sucia y el poder corrompe”. Pues era lo que yo trataba de decirles a aquellos trogloditas de la cachiporra y ellos, empecinados en su ladramiento, no me escucharon. Y ahora mírelos, yo tenía razón, la granada del poder les ha explotado en las manos porque han perdido la anilla de la concordia. Y aquí estamos nosotros como bobos expectantes a ver qué hacen ahora para arreglarse entre ellos... ¿Qué nos irán a contar? Y mientras tanto, el tiempo andando: ¡tic, tac, tic, tac!

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