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Esos asquerosos 

Concentración en Madrid en apoyo a la víctima de 'la manada'

Camy Domínguez

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Volvemos con el juicio de la manada. A todos (y todas) nos ha crujido algo dentro cuando hemos escuchado la sentencia emitida por la Audiencia de Navarra y nos hemos lanzado a la calle a manifestarnos y si no a llenar las redes sociales de mensajes de protesta y apoyo para C, la muchacha que sufrió todo ese horror de parte de esos desalmados asquerosos.

Pero ya sabemos que son asquerosos esos violadores, porque, por más que les pese, el sambenito de violadores será el estigma que carguen de por vida, así les pongan una condena más corta o más larga. Para esta sociedad son “violadores y punto” y en la sociedad los violadores nunca son bien recibidos, la gente los rehúye, la sociedad los rechaza por más que el sistema se empeñe en reinsertarlos y, por el conocimiento que tengo por haber sido voluntaria en un centro penitenciario, en una prisión tampoco es que sean esperados con la alfombra roja y los brazos abiertos… Esos asquerosos ya con el rechazo de todo el país y parte del extranjero tienen condena, aunque no suficiente, por supuesto, ya que todos estamos esperando que se revise una y otra vez la sentencia.

Los asquerosos que me preocupan son los otros, porque, a ver, ¿qué diablo saben esos tres magistrados que evacuaron (chapó por la propiedad léxica) la sentencia lo que es sentirse intimidada, bloqueada por cinco machirulos ebrios, enloquecidos, drogados, babeando espumarajos por la boca, hartos de absorber escenas pornográficas como si fuera la vida normal y con los penes erectos apuntándote por todos los frentes? ¿Se ha sentido usted alguna vez intimidado, su señoría Ricardo Javier González, apuntado por cinco penes amenazadores unidos a la corpulencia de sus propietarios? ¿Y por uno solo al menos? ¿Tiene usted esposa, hijas, sobrinas, nietas? ¿O hijos, sobrinos, nietos (porque el ser víctima de violación no se da solo en mujeres)? ¿Se imagina a sus seres queridos en esta situación?

Usted no sabe lo que una mujer indefensa puede sentir ante semejante amenaza. No tiene ni pajolera idea. Es asquerosa su interpretación de que los gestos de la chica sugerían placer sexual. ¿Su señoría sabe que hay mujeres que fingen orgasmos para evitar que les salga cara de asco? Le diré una cosa: cuando usted se encuentra en esta circunstancia, más le vale que finja, porque solo le da el aliento para valorar una única cosa: salir lo más ilesa posible de la situación… y con vida, señoría, ¡y con vida!, porque una no quiere morir en ese instante, como le pasó a Diana o a Nagore. Una quiere aferrarse a la vida como sea. Y finge. Y la vida debe seguir de forma normal. Una se tendrá que incorporar cuanto antes y con la mayor normalidad posible a su vida anterior al suceso, una tendrá que seguir vistiendo su misma ropa para que nadie se percate, pasando por los mismos lugares para ir al estudio o al trabajo, acudiendo a sus mismos locales de ocio, frecuentando a sus mismas amistades y comportándose igual que siempre, tragándose todo el destrozo que lleva por dentro, porque no lo va a ir aireando a todo el mundo; ya una tendrá bastante con estar destrozada para que encima la sociedad venga a estigmatizarte, porque no todo el mundo piensa igual ni respeta este dolor ni se compadece lo más mínimo de las víctimas de violación.

De hecho, habrá personas, asquerosos del montón, claro está, que piensen que la chica lo pasó de maravilla. Y parece mentira que esa opinión venga de un juez, que debería velar por nuestros derechos. No quiero pensar que está allanando el camino por si a algún asqueroso de su recua se le ocurre hacer una hazaña semejante. Tranquilo, que después de su alegato, no le van a faltar imitadores a la manada si la cosa queda como está.

Pero no solo me sorprende el asqueroso comentario del magistrado González; me impacta mucho más que cuatro representantes de sendas asociaciones de jueces y magistrados españoles digan al unísono que la respuesta de la sociedad ante la sentencia es desproporcionada, amparándose en que no es firme y que es posible recurrirla ante otros dos tribunales superiores, como si esto eximiera de la tamaña metedura de pata a los que evacuaron la sentencia. Incluso uno de dichos representantes nos ha llamado a los manifestantes incultos y maleducados, doñita. ¿Quién es capaz de asegurar que en esos tribunales superiores no hay alguno que juzgue los hechos otra vez desde la posesión de una mente asquerosa? Como en todas partes se cuecen habas…

Es inquietante que el abogado Martínez Becerra (sí, señora, es su apellido, se lo juro), defensor de cuatro de los cinco violadores, ahora llama “surferos” a los políticos oportunistas que quieren reformar este código penal obsoleto, aprobado en 1995, época en que campaba a sus anchas el asqueroso patriarcado que hemos venido arrastrando. Se ve que le encantaría que los tipos delictivos no se modificaran y que camparan a sus anchas indeseables como estos y que las redes sociales no existieran para que la sociedad no opine sobre sus consternados lobitos. Y comenta que está de acuerdo con el magistrado González. ¿No parece que están tramando algo? O a lo mejor no va a poder cobrar sus emolumentos de los progenitores de los lobitos, quién sabe.

Menos mal que aún quedan los recursos y el juicio por otra violación cometida a manos de estos asquerosos y que lo está llevando otro tribunal comandado por una mujer. Por lo que sé, el tratamiento de los hechos tiene tintes más esperanzadores para nosotras, para la sociedad en general.

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