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Me hurtan un derecho fundamental

Carlos Castañosa

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Entre unos y otros; aquellos y estos; los de aquí y los de allá; buenos, malos y mediopensionistas; entre todos la mataron y ella sola se murió.

Me han robado el sacrosanto derecho al voto. Tanto trilero suelto escondiendo la bolita ficticia en uno de los tres vasos volcados; charlatanes de feria con sus: “¡Me lo quitan de las manos!” “¡Ni dos ni tres ni cuatro! Por el mismo precio se lleva ¡media docena!”. Además son tan cutres que ni siquiera renuevan sus eslóganes. Repiten el mismo discurso de siempre; intentan engañarnos bellacamente y, además, se les nota que saben que nos están mintiendo aunque no les importa, pues actúan como si les creyéramos cual niños pequeños que todavía se tragan lo de los reyes magos, Papá Noel, lo de la cigüeña o el cuento de Caperucita roja y el lobo feroz.

La indefensión ante la dialéctica capciosa, reiteradas cantinelas asonantes, las sonrisas, besuqueo y abrazos a niños y abuelitas en campaña electoral, es insulto para la dignidad de un pueblo cuya buena fe se ve sorprendida, una y otra vez, por programas utópicos, promesas inviables unas y falaces otras… Declaraciones sesgadas que atentan contra el sentido común y el uso de razón.

Para más inri, el derroche desplegado por los partidos en propaganda, mítines, viajes promocionales e intervenciones pagadas en los medios, que se sustenta con dinero público en formato de aberrantes subvenciones a los grupos políticos. Es decir, que nosotros, ustedes y yo, el pueblo soberano, las víctimas del escarnio, somos quienes pagamos con nuestros impuestos a los feriantes de medio pelo que nos montan un circo para tontos.

Para desgracia de esta sufrida ciudadanía, ellos cuentan con que quedan muchos votantes cuya fidelidad a unas siglas es intocable. Y otros, con supuesta capacidad de raciocinio, pero con la propensión de ver las cosas como se desea verlas; no con la percepción objetiva de la realidad que nos venden como espejitos y baratijas. El actual estado de interregno entre unas elecciones frustradas y las próximas con indicios de debacle, debería servirnos de lección por el escarmiento que suponen los comportamientos mezquinos de “todos” los aspirantes a cazar el mejor puesto del mercadillo donde apoltronarse bajo el camuflaje de “servicio al pueblo”, cuando en la práctica se trata de especular en favor exclusivo de intereses políticos para menosprecio de los derechos de quienes no tienen más remedio que seleccionarlos en las urnas.

Me siento estafado porque mi conciencia de ciudadano me impide elegir entre tanto desafuero, y porque me están robando desde todos los flancos. No solo dejándome como única opción la abstención, que también, sino por hacerme víctima de un expolio moral y material a través de la corrupción política generalizada, donde nadie devuelve lo robado porque la Justicia no lo exige; la archimillonaria evasión fiscal cuyo monto total solucionaría nuestra infamante deuda pública y un incremento del PIB que resolvería el déficit. O cuando el pretendido estado de derecho se pone la careta de atracador para, so pretexto del IRPF, robar a los ciudadanos normales gravando las pensiones de jubilación a quienes ya pagaron ese impuesto a lo largo de su actividad laboral. (¿Con qué argucia se puede justificar que un pensionista tenga que aportar una cuota por rendimiento de trabajo cuando ya no trabaja?)… O cuando asalta la caja de las pensiones para salvar bancos amigos en quiebra con suculentas clausulas para sus directivos. Sin quitarse la máscara, la doble imposición sobre donaciones, patrimonio, transmisiones hereditarias, planes de pensiones… capitales que ya sufrieron previamente la fiscalidad correspondiente y pagaron los impuestos legales, por los que hay que pasar de nuevo por ventanilla a punta de pistola.

No puedo votar a nadie. Ni a los oportunistas que pretenden sacar tajada de la horrenda gestión de sus pretendidos antecesores, ni a quienes, por supuesto, con una mayoría absoluta mal interpretada por despótica, han propiciado la promoción de los antisistema y una poco deseable contracultura revolucionaria que rechaza todo lo que suene o huela a España, en favor de otros extraños patrioterismos foráneos.

Estoy dolido y me siento indignado por la náusea ante la inmediata campaña electoral. Mi gran conflicto moral: voto nulo, en blanco o abstención. Jamás pensé llegar a este vergonzoso grado de frustración.

Porque nuestros derechos fundamentales, no son algo que se pida y conceda como un favor, sino algo que nadie nos puede robar.

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