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El jardín

José Miguel González Hernández

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Es cierto que, hora arriba hora abajo, dentro de siete mil millones de años, el sol terminará por engullir a la Tierra, previo protocolo en forma de gases y explosiones. Y esto pasará con un 100% de probabilidad. Pero hasta la fecha ¿qué hacemos? Pues meternos en un jardín. Y, además, de forma literal. Y nos metemos en un jardín porque deberíamos dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿es el ecologismo un estado de ánimo? Es decir, ¿nos interesa el medio ambiente por moda? ¿Nos preocupa sinceramente el planeta, el de las futuras generaciones…? Y si es así ¿hasta cuántas generaciones? ¿A la próxima? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Todas…?

El movimiento ecologista se configuró como un movimiento sociopolítico que se enfoca hacia la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente como un conjunto de circunstancias que incluye a los seres vivos, dado que se compone de factores físicos, químicos y biológicos junto a elementos, tanto naturales como artificiales, que se interrelacionan y se modifican, ya sea por la acción humana como por el resto del sistema. En principio, está en permanente equilibrio, de forma que cualquier alteración la hace propia, generando todos los cambios que estime pertinente hasta transformarse. Porque la materia y la energía no se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Ahora bien, ¿qué efectos genera esa transformación?

El cambio climático es un hecho. No vale la pena pertenecer al ejército negacionista que hace soportar sus reflexiones en el propio proceso natural del planeta, además de que mencionan que los propios cambios tardan una eternidad en hacerse notar. No. El futuro ya está aquí. Es cierto que el efecto invernadero es un proceso natural que el propio planeta genera dando lugar a que se mantengan unas condiciones que posibiliten la existencia de la vida, tal y como la entendemos. No obstante, cuando se incrementa la emisión de gases que proporcionan dicho efecto invernadero, se pierde la proporción adecuada y, en ese caso, comienzan a incrementarse las temperaturas porque el sumidero no es capaz de absorber el exceso. Con el incremento de las temperaturas se cambia toda la configuración climática del planeta: deshielo, emigración de especies animales hacia hábitats diferentes, desplazamiento de humanos, cambio de corrientes de aire y marinas, etc… con lo que todo ello conlleva. Aparentemente no pasa nada. Si cambia la configuración del sistema, nos movemos y ya está. El problema es que no solo no es así de sencillo. El problema es que ponemos en grave riesgo el futuro del planeta mucho antes de que el sol se lo termine por tragar.

El punto de inflexión del cambio climático está señalado en la Revolución Industrial, que dio paso a un nuevo sistema de producción y consumo. Esta es una de las variables explicativas, ya que en el año 1750 había unos 800 millones de habitantes y en la actualidad 7.500 millones de personas (uno arriba, uno abajo) que desean consumir. De hecho, la evolución demográfica no es aritmética, sino geométrica. Entonces, ¿estamos diciendo que somos muchos? No. Estamos mal repartidos, creo yo.

Visto lo visto y el devenir de los acontecimientos, o nos ponemos manos a la obra o esto se nos va de las manos, valga la redundancia. Y ya no tanto pensando en lo que viene, sino en lo que hay. Ahora se acerca una época de gran consumo, necesaria para el que sistema económico siga girando. Ahora bien, no se trata de tener, se trata de necesitar. Y no todo lo que necesitamos está metido en una caja envuelta en papel de regalo. ¿No es cierto?

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