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La normalidad latente

José Miguel González Hernández

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- Pero ¿me lo podrías explicar? porque veo mensajes de todo tipo que, en lugar de aclarar la situación, me hacen pensar que estamos viviendo en varios mundos a la vez.

- Pues es muy sencillo. Ya la Real Academia de la Lengua Española lo define como “seleccionar excluyendo”. Incluso tiene una segunda acepción donde se dice que se da cuando hay un trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, entre otras consideraciones.

- Y ¿ya está? ¿Si lo dice el diccionario ya debe formar parte de nuestras reglas?

- No, para nada. La propia Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su primer artículo, establece que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Le sigue el siguiente artículo diciendo que toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en dicha Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Incluso, en su artículo 19, se sentencia que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión. Además, como seres humanos se nos dota de una serie de derechos, como son el de la no distinción, exclusión, restricción o preferencia por motivos de género, raza, color, origen nacional o étnico, religión, opinión política u otra, edad, o cualquier otra condición que tenga el propósito de afectar o deteriorar el goce completo de los derechos y libertades fundamentales, en donde se reconocen el derecho de toda persona de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias con un salario equitativo e igual por trabajo de igual valor, sin distinciones de ninguna especie a través de iguales oportunidades.

- Ya, pero no deja de ser una declaración de intenciones. Estas palabras te pueden servir como ejemplo de conducta, pero poco más. De hecho, ya están normalizadas y todo el mundo piensa así. Realmente no creo que sea un problema.

- La verdad es que me asombra tu reflexión. A lo mejor piensas así porque lo ves normal, pero realmente estamos viviendo una época en que coexisten pensamientos prehistóricos con lo que debería estar sucediendo en todos los órdenes de nuestras vidas.

- ¿Y qué debería estar sucediendo, según tu criterio?

- Asumir que todas las personas somos iguales.

- Pero es que no todas las personas somos iguales. De hecho, no conozco a nadie igual a mí. Ni a ti.

- ¡Ahí has dado en el clavo! Eso es lo que intento explicarte. Debemos ser iguales en las oportunidades respetando nuestras diferencias. Pero no siempre ha sido así. Es esa razón de hacer acciones en la actualidad que corrijan estas asimetrías históricas. De hecho, pese a que la propia Constitución Española, por ejemplo, establece en su artículo 14 que somos iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, ha sido necesario dotarse de una ley que se denomina ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, donde se comienza diciendo que somos iguales en dignidad humana e iguales en derechos y deberes. De hecho, la norma tiene por objeto hacer efectivo el derecho de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, en particular mediante la eliminación de la discriminación de la mujer, sea cual fuere su circunstancia o condición, en cualesquiera de los ámbitos de la vida y, singularmente, en las esferas política, civil, laboral, económica, social y cultural para alcanzar una sociedad más democrática, más justa y más solidaria.

- Y más normal, le faltaría decir.

- Sí, pero, hasta que eso ocurra, hay que actuar porque de nada vale avanzar para que se corra el riesgo que la demagogia pueda devorar los progresos.

- Si tú lo dices...

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