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La semántica de las matemáticas

José Miguel González Hernández

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Una vez finalizado el ejercicio democrático multitudinario, damos paso a la aritmética. Pero antes, generemos entornos. Para ello, en primer lugar, debemos crear una atmósfera afectiva, saliendo de posturas rí­gidas basadas en la confrontación por la confrontación, aunque eso sí, yendo de frente y sin pausa, porque la sociedad no para.

Una vez elegido el momento, degustemos las percepciones. Así­ podremos saber cómo se va a reaccionar en cada momento porque, si lo que queremos es encontrar una solución, tendremos que tener en cuenta las necesidades de la otra parte.

Una vez sabemos cuál es la forma en la que cada una de las partes ve el conflicto, nos toca establecer cuáles son las necesidades que deben ser cubiertas para que las partes se consideren satisfechas. De esta forma, y sin parecerlo, ejerceremos nuestro liderazgo en la negociación como forma de mezcla entre las actitudes, las percepciones, las creencias y las conductas con la única finalidad de generar acuerdos realistas y sostenibles, eficientes y duraderos e individuales y compartidos.

A partir de aquí­, debemos sobrevivir a las inclemencias declaradas, teniendo en cuenta la prueba de resistencia a la que estaremos en sometimiento. Y en este tipo de circunstancias, lo que jamás debe fallar es la voluntad. En definitiva, todo se reduce a una actitud que complete la aptitud y así­ poder enfrentarnos a la desesperanza, aunque al final todo tiene arreglo porque, mientras haya semántica, hay solución.

Y si la semántica no es suficiente, que hablen las matemáticas. De esta forma solo queda por asumir su resultado porque únicamente se admiten soluciones basadas en principios, consecuencias y hechos demostrables por medio de sistemas aplicados en experimentación, cuantificación repetible o deducciones calculables. Esto sucede una vez que se codifican y se ordenan los diferentes procedimientos una vez asumidos los denominados axiomas como principios fundamentales.

Hay que saber diferenciarlas de cualquier ciencia experimental, debido a que esta se sustenta en el empleo del método cientí­fico para comprobar las diferentes hipótesis, por medio de la experimentación en que las medidas y las predicciones sean cuantificables. En este caso, se aplica la falsación como premisa, de forma que no tengo que demostrar lo cierto, sino debo revelar su inconsistencia.

Pero la ciencia por muy exacta que parezca, como las relaciones sociales, no es absoluta, ni definitiva. Y mucho menos estática al encontrarse en constante evolución y más en un entorno cambiante, haciendo que lo que ayer nos parecí­a puro, hoy nos da grima. O viceversa. La dinámica, la velocidad y la naturaleza del cambio, junto a la confusión, que origina complejidad, así­ como la ambigüedad, hace que se potencien los posibles errores que hay que saber nuevamente embridar. Porque tenga claro que, si fuera fácil, ya se habría hecho.

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