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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Adiós, Zerolo; hola, Clavijo

Fernando Clavijo y Miguel Zerolo en una reunión cuando ambos eran alcaldes de La Laguna y Santa Cruz de Tenerife, respectivamente.

Carlos Sosa

La fecha del 27 de abril de 2017 quedará marcada en el calendario político de Canarias como la de la sepultura de una manera burda de hacer política. Ese día, este jueves, se dio a conocer una de las sentencias más esperadas de la historia reciente del Archipiélago, la que ponía punto final al que la fiscal anticorrupción de Santa Cruz de Tenerife, María Farnés Martínez, llamó “un pelotazo de libro”, perpetrado todo él en el frente de playa de Las Teresitas, con remedo especulativo en el Valle de Huertas, la continuación del frente de playa que el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, proclamó a todos sus vecinos y vecinas que había salvado del hormigón.

Era el indiscutible heredero de los fundadores de la Agrupación Tinerfeña de Independientes y el delfín del que fuera admiradísimo alcalde, Manuel Hermoso, convertido en presidente de toda Canarias por la carambola que supuso la transformación de once formaciones (la mayoría insularistas) en Coalición Canaria. Zerolo venía de llamativas excentricidades al frente de la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, momento a partir del cual creyó que todo el monte era orégano y que con la mayoría absoluta que los chicharreros le habían otorgado se podía poner el mundo por montera.

La sentencia no deja muchos resquicios a la duda: la operación de Las Teresitas fue perfectamente ideada para que dos de los empresarios de cabecera del régimen -Antonio Plasencia e Ignacio González- hicieran un negocio que se acercó a los 100 millones de euros mediante la venta del frente de playa (que ya era propiedad del Ayuntamiento) y la recalificación de unas parcelas en Valle de Huertas para compensarles por el bien que los vecinos y vecinas de Santa Cruz habían recibido del pelotazo litoral. En medio, una operación calamitosa en CajaCanarias que al ponente de la sentencia le parece un escándalo imposible de juzgar por haber llegado sin calificar al juicio oral. No se pierdan la página 27 de la sentencia porque allí está todo contado con la solemnidad y el rigor judicial inabarcables en este texto.

Algunos protagonistas imprescindibles se salvaron de sus correspondientes reproches penales porque la instrucción de la causa, salpicada de algunos incidentes memorables, concluyó que había que descartar que hubiera cohecho en el enriquecimiento ilícito que apestaba que tiraba para atrás.

Policías adscritos a la Brigada de la Policía Judicial celebraban este jueves el remate a aquella operación en la que vieron frustrados sus intentos por llegar al fondo de la cuestión. Y las limitaciones no provenían precisamente del jefe superior, en aquella época el inefable Narciso Ortega, que todavía es capaz de recordar los nombres y apellidos de los que filtraban información a los malos o presionaban para que las indagaciones no fueran tan atrevidas. Las presiones recuerdan bastante a las que estos días hemos estado conociendo en los alrededores de la operación Lezo, con ramificaciones en Lanzarote y Tenerife, unas veces de la mano de autoridades políticas, otras veces en las cercanías de la nobleza isleña. Pero ésa es otra historia pendiente de contar.

Nadie de Coalición Canaria ha comparecido todavía ante la opinión pública a pedir disculpas por aquella operación de Las Teresitas que costó al Ayuntamiento 52 millones de euros, aún sin recuperar. El actual alcalde, José Manuel Bermúdez, otro delfín de ATI, actuó este miércoles con el mismo desparpajo que ha tenido en el PP de Madrid su carismática lideresa, Esperanza Aguirre. Lejos de reconocer errores del pasado, Bermúdez se ha limitado a decir que el interés de la ciudadanía está preservado, aunque todavía no haya podido recuperar ni un euro de aquel saqueo ni se haya atrevido a derribar el símbolo de aquellos tiempos, el mamotreto del arquitecto Perrault, levantado en un extremo de la misma playa sin las mínimas prevenciones legales.

Más penosa ha sido la reacción del presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, que ha declarado, en sublime imitación a Mariano Rajoy, que el pelotazo de Las Teresitas “ocurrió hace dieciséis años”, como si su partido no hubiera tenido la más mínima participación en el escándalo y como si todavía no siguieran resonando las voces de algunos de sus compañeros y compañeras defendiendo la honestidad a prueba de bombas de Miguel Zerolo.

¿Y las responsabilidades políticas?, le preguntaron al presidente los periodistas. “Eso se lo preguntan a Barragán”, contestó. Definitivo, como siempre.

Para Fernando Clavijo desempeñar la presidencia del Gobierno equivale a estar cubierto por una especie de manto de pureza, que le coloca en una posición totalmente ajena a las contaminaciones que puedan emanar de su propio partido y el pasado que irremediablemente atesora. Se llama adanismo.

Pero, ¿ha aprendido Coalición Canaria la lección que deja para la historia Miguel Zerolo?

A la vista de los gestos de este presidente y su núcleo duro, todo hace pensar que no. Es evidente que con la sentencia de Las Teresitas quedan sepultadas bajo toneladas de áridos las operaciones urbanísticas tan descaradas, con plan parcial, sentencia filtrada, financiación de la caja amiga y la complicidad de funcionarios y otras fuerzas políticas. Los viejos empresarios del régimen, enriquecidos gracias a la protección del poder en operaciones como Las Teresitas, los planeamientos municipales y los agujeros de Güímar, han sido sustituidos por la manca finezza de los dirigentes empresariales de elegantes modales, amplia formación académica y aromáticos puros, convertidos en asesores directos de la presidencia.

Ahora las operaciones especulativas se protegen mediante la ley.

Sí. Fernando Clavijo y los suyos, unidos a otros colaboradores necesarios como el Partido Popular o la Agrupación Socialista Gomera, están sembrando la corrupción que se juzgará la próxima década. Con leyes como la del Suelo, la turística, la de las islas verdes… con iniciativas como el Fondo de Desarrollo de Canarias, la política energética… preparan los próximos pelotazos de libro.

Y si no hay un Santiago Pérez que lo denuncie, como hizo este histórico socialista con Las Teresitas, siempre habrá alguien dispuesto a arriesgar su prestigio social, el ataque de los medios de comunicación del régimen y la persecución de los poderes ocultos y no tan ocultos para tratar que se restablezca de una vez la sensatez en esta tierra.

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