Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Amenazas infantiles

RIU no midió sus fuerzas. O mejor dicho, las sobredimensionó cuando decidió echar un pulso a la sociedad grancanaria blandiendo los derechos reglados que rigen en la concesión de licencias urbanísticas basadas en el indiscutible valor de los planeamientos urbanísticos. El siempre polémico y tardío del Sur, por si no lo recuerdan, está en estos momentos en revisión, y lo redacta de manera supletoria el Gobierno de Canarias, que muy bien podría ir actuando para ejercer de árbitro en el conflicto. Mientras eso llega, si llega, RIU ha decidido tomar el camino más estúpido, el de amenazar con abrir un hotel declarado peligroso por la propiedad y con llevarse la inversión del nuevo Maspalomas Oasis a Tenerife. Sabe que por esta segunda vía va a obtener el respaldo de un importante núcleo de ciudadanos, de empresarios y políticos que ven en el fantasma de la huida de inversores hacia la isla vecina un mal endémico y terrible de Gran Canaria. Pero, como siempre, la visión cortoplacista impide a quienes la aplican contemplar la cuestión en su conjunto. Porque el panorama abierto por el Cabildo de Gran Canaria al iniciar expediente BIC para declarar todo el conjunto del oasis Bien de Interés Cultural sirve para muchas cosas. La primera, para que cada cual palpe sus ropas y comprenda que no se puede ejercer de cacique como antaño, que la sociedad está mejor y más informada, y que ciertos valores que antes importaban una higa cuando se les comparaba con el ladrillo, han sufrido una notable inversión para mejor, verbigracia, el medio ambiente y los sitios emblemáticos como el que nos ocupa. Segunda derivada: recuperar para el uso público el oasis de Maspalomas es una apuesta de futuro mucho más rentable a la larga que lo que pudiera dejar la construcción de un hotel que lo sepulte para siempre. La tarjeta promocional que supone mostrar en Europa un palmeral así, junto a unas dunas, una charca, un faro y unas dotaciones turísticas de lujo a su alrededor reforzarían de manera notable la imagen del destino Gran Canaria, que sin embargo se deterioraría bastante en algunos de esos emisores si lo que llega a nuestros potenciales turistas es que por hacer un hotel aquí somos capaces de cualquier aberración natural, etnográfica y hasta histórica. El paro es un problema que hay que solucionar, nadie lo duda, pero no se puede aplicar siempre la misma ecuación que se aplicó en ese mismo hotel en 1983: por salvar sus empleos y no demoler el hotel tras una sentencia del Supremo, acabamos tragándonos que se privatizara el palmeral y aguantando hoy las bravuconadas de la cadena mallorquina.

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