La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar
Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Cuadernos del Albagate/ Alba y la mafia

Salvador Alba, en la vista previa del caso Unión. (ALEJANDRO RAMOS)

Carlos Sosa

No todo el mundo repudia al magistrado Salvador Alba. El profundo desprecio que su actuación despierta en la calle se transforma de alguna manera en resignación dentro de los fríos muros de hormigón de la Ciudad de la Justicia de Las Palmas de Gran Canaria y, sin necesidad de rebuscar mucho, en un atractivo para quienes necesitan del buen hacer de alguien sin escrúpulos dentro de la Judicatura. Es fácil deducirlo.

Salvador Alba, el magistrado que fue sorprendido conspirando contra una compañera de carrera, imputado en estos momentos ante la Sala de lo Civil y Penal del TSJC por seis graves delitos (prevaricación, cohecho, falsedad, revelación de secretos, negociación prohibida a funcionario público, delito contra la Administración de Justicia), continúa en estos momentos impartiendo justicia, conociendo casos de corruptos, juzgando comportamientos menos graves que el suyo… mientras espera tranquilo a que la casa que lo cobija decida sobre su futuro penal y su carrera profesional.

El Promotor de la Acción Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial, que acaba de proponer -mediante doble salto mortal con tirabuzón- una sanción de un mes de suspensión para la jueza víctima de las maquinaciones de Alba, aún no tiene decidido qué hacer con este presunto corrupto con toga que cada día porfía a los que se cruzan con él por los pasillos de la Ciudad de la Justicia o deliberan a su lado sobre la hacienda y las vidas de los justiciables que tienen la desgracia de caer en sus manos en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas.

Sus compañeros dicen mantener con él una relación básica, la mínima para deliberar, sin hablar nada ante él a la hora del café en el office, no vaya a activar su grabadora y se vuelva a armar el escándalo de “todas las rumanas son putas” y “todos los rusos jóvenes unos mafiosos”. Pero lo soportan, hablan con él, lo escuchan atentamente y la dan la razón cuando él es el ponente de las causas que se revisan. Como la de la bodega de Stratvs, en la que ordenó que se reabriera contradiciendo las resoluciones anteriores de la misma sección y los duros pronunciamientos del Ministerio Fiscal. Lo dejaron hacer porque así funcionan las cosas: dejar hacer para que te dejen hacer cuando te toque hacer a ti. Luego, ya cuando actuó ordenando al Seprona que levantara los precintos del emporio del empresario Juan Francisco Rosa, a requerimiento telefónico de su abogado, la cosa ya pasó de castaño oscuro y lo mandaron parar.

Nadie parece escandalizarse ya en la Ciudad de la Justicia ante la insoportable presencia de este individuo. Normal si se tiene en cuenta que allí se permiten cosas como borracheras, malos modales y comportamientos machistas que no resistirían el menor examen en cualquiera de las salas de juicios si los demandados o acusados fueran los resignados justiciables. Es su mierda y la lavan dentro de casa, o simplemente ni la lavan.

La fama se extiende. En el Consulado de Rusia en Las Palmas están encantados con el magistrado Salvador Alba porque han descubierto en él un filón para unos determinados propósitos que se camuflan como defensa de derechos humanos. El abogado de esa legación honoraria vivió su cuarto de hora de gloria cuando se plantó en un plató matutino de Televisión Española en Canarias a proclamar al mundo que tiene dentro de la Audiencia Provincial a un magistrado que se ha convertido en sus ojos, un magistrado que se ha prestado generosamente a delatar al otro magistrado que dijo en su presencia que todos los rusos jóvenes son unos mafiosos. ¿El objetivo? Dicen oficialmente que se trata de recusarlo para que ese juez no vuelva a intervenir en ningún recurso o tribunal que tenga que ver con la familia Kokorev (madre, padre e hijo), en prisión preventiva en Gran Canaria tras ser detenida como sospechosa de blanquear la fortuna corrupta del dictador guineano Teodoro Obiang.

Lejos de pretender recusar a la Sección Sexta en su conjunto tras la confirmación de que ninguno de los magistrados presentes desautorizó las palabras del que arremetió contra rumanas, rusos, italianos y algún abogado ricachón, el Consulado de Rusia dirige sus tiros exclusivamente contra uno de ellos con el muy apreciable intento de que todos los demás puedan seguirse relacionando con los Kokorev. “Es que estamos cansados de que el mismo magistrado ya nos haya tumbado diez recursos”, afirmó el inquieto letrado en un pasillo indiscreto de la tele multiplicando seguramente por cinco las resoluciones contrarias a los intereses de tan ejemplar familia.

Alba los puede ayudar y por eso lo van a proponer como testigo a sabiendas de que no les defraudará, de que señalará al padrino de su hija como el autor de aquellas desafortunadas frases.

Los Kokorev podrán entonces recusar al juez que les incomoda y esperar que si alguna otra petición de excarcelación vuelve a esa sección de la Audiencia Provincial pueda tocarle a Alba, tan comprensivo él con los presos como lo fue aquel presidente del mismo órgano que Alba defendió públicamente cuando fue despojado de todos sus honores por asesorar a un narcotraficante y que luego fue repuesto por el Supremo gracias a un proverbial error del fiscal Vicente Garrido. La mierda la limpiamos en casa.

O la repartimos, que si no podemos con nuestras propias manos utilizamos a algún palanganero para que la mierda no sea exclusiva de la mafia del canapé. Hubo un letrado de palangana en ristre que llegó a plantarse un día en la Fiscalía de Las Palmas denunciando “al entorno de la jueza Victoria Rosell” por haberle mandado un mensaje amenazante a Miguel Ángel Ramírez. La cosa tenía su enjundia porque no se trataba de que se investigara sino de que se filtrara a la prensa afecta a aquella campaña de mentiras. La fiscalía, por supuesto, ni se tomó la molestia de investigar tamaña pendejada del abogado amigo de Alba, y Miguel Ángel Ramírez todavía se pregunta quién fue el gilipollas que lo quiso defender de no se sabe muy bien qué amenaza. Sí, toda trama mafiosa que se precie tiene sumisos y ridículos mamporreros. Crecen a la sombra de magistrados que se encogen de hombros y ni siquiera denuncian haber sido grabados por Alba. Toleran lo intolerable en su propia casa, mientras juzgan con firmeza a los demás.

Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Etiquetas
stats