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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Cuadernos del Albagate / Salvar al soldado Alba

Fotograma de 'El puente de los espías', de Steven Spielberg.

Carlos Sosa

Los dos cayeron en paracaídas en terreno enemigo y a los dos había que rescatarlos. El primero, en misión de combate tras el desembarco de Normandía; el segundo, tras ser abatido su avión espía por el ejército ruso. Ninguno de los dos juega un papel protagónico, ambos cumplen inicialmente con las órdenes de sus superiores. Es otro quien trata de liberarlos en circunstancias muy distintas: el primero, prisionero en acto de guerra, el segundo como espía en plena guerra fría, tras ser levantado el muro de Berlín.

James Ryan es un héroe, un símbolo. Ha perdido a sus tres hermanos en el conflicto y su rescate se convierte casi en una cuestión de honor.

El piloto Francis Gary Powers, por el contrario, ejerce de espía, pilota un avión U2, y durante su cautiverio en territorio soviético sucumbe a las presiones de los interrogatorios y termina revelando secretos. Ama su vida y no cumple la orden de administrarse la aguja del suicidio -oculta en un dólar de plata- en caso de ser apresado. Prefiere que lo llamen cobarde y para evitar el dolor de las torturas, opta por cantar. Compromete la seguridad de sus compañeros y la de su propio país, pero la CIA decide rescatarlo con la esperanza de que no haya revelado información crítica. Conoce muchos secretos de la tecnología estadounidense y es una pieza muy valiosa.

A Ryan lo rescata el capitán John Miller (Tom Hanks) al frente de un escuadrón de soldados que aplican la legalidad bélica aun a riesgo de sus vidas.

A Powers lo rescata el abogado James B. Donovan (Tom Hanks) tras una ardua negociación con las autoridades del Kremlin ofreciendo a cambio la entrega de otro espía, el soviético Rudolf Abel (Mark Rylance), capturado tres años antes por el FBI en Brooklyn.

El canje se lleva a cabo en el puente de Glienicke, en Postdam, en una secuencia cinematográfica grandiosa.

La historia es real: cuando regresa a Estados Unidos, Powers es muy criticado por no activar la autodestrucción del avión, proceso que hubiera evitado que el enemigo se hiciera con material sensible, así como por no haberse administrado el cianuro de la aguja del suicidio. Acabó trabajando como piloto de pruebas para la Lockheed, fabricante del U2, y murió en un accidente de helicóptero. Sólo diez años después de su muerte se le tributó un homenaje.

Rudolf Abel regresó a Moscú, donde el KGB lo colocó como instructor de espías después de ser condecorado con la Orden de Lenin. Murió de cáncer de pulmón nueve años después.

Uno de los dos espías -como el soldado Ryan- fue siempre leal a su país. El otro tuvo que ser rescatado para que no hablara más.

Hubo que igualarlos para hacer el canje.

 - “¿No le preocupa que lo condenen a la silla eléctrica?”, pregunta Donovan a Rudolf Abel.

- “¿Serviría de algo preocuparse?, contestó el espía soviético.

El soldado Salvador Alba tiene que ser salvado. Se niega a destruir su avión y mucho menos a pincharse la aguja del suicidio. Sus jefes lo necesitan de su lado antes de que revele información crítica. Él quiere un canje y se lo están preparando.

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