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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Escenarios (no tan) cambiantes

Los líderes del PP en el Parlamento de Canarias ya han endurecido su discurso contra el Gobierno de CC y el PSOE al confirmar que hay escasas posibilidades de recomponerlo a su favor.

Carlos Sosa

Los amantes de la emoción política estamos de enhorabuena. Nada está atado, ni siquiera mínimamente, en este inicio de la undécima legislatura nacional tras unas elecciones que han arrojado un resultado tan incierto como interesante y unos sucesos interminables a su alrededor. El acuerdo de este sábado en Catalunya entre Junts pel Sí y la CUP para hacer presidente de la Generalitat al alcalde de Girona en una jugada que aparta a Artur Mas de la primera línea y coloca a los anticapitalistas en posición de ridículo mundial, anima enormemente el cotarro al convertirse en nueva palanca de Mariano Rajoy para exigir “responsabilidad” al PSOE. Debe entenderse por “exigencia de responsabilidad” ajustarse a una gran coalición entre las dos fuerzas del bipartidismo tradicional para frenar un “independentismo” y una “ruptura de España” que habría pasado sin duda a mejor vida si se hubieran anticipado las elecciones catalanas y que podría hacerlo a partir de ahora si el sainete visto este fin de semana genera la natural y consiguiente desmovilización entre los que creían que el proceso era una cosa algo más seria. Los dieciocho meses que los independentistas se han dado como plazo para la constitución de la República Catalana darán para mucho, o para poco en función del color ideológico que adopte el Gobierno de España: si es el de la “gran coalición” se extremarán las posiciones al grito de “una grande y libre”; y si es de izquierdas, como parecía que iba a ser el sábado por la mañana, puede generarse otro escenario en el que pueda imperar un diálogo un poquitín más constructivo, sin ni siquiera llegar al derecho a decidir. El que se atreva a apostar por una salida concreta, que lo haga, pero no le arriendo las ganancias. El paso dado este sábado por Junts pel Sí y la CUP ha animado muchísimo a aquellos socialistas que desde el principio apostaron por la gran coalición y anatemizaron cualquier acuerdo con “los que quieren romper España”. Fue un órdago lanzado por un amplio sector del PSOE andaluz (ahora se sabe que no es mayoritario) y por algunas federaciones socialistas, entre otras la de Canarias, que entró a saco en el juego sin encomendarse a ningún órgano propio que lo avalara y que después empezó a recular para volver a la adhesión inquebrantable al líder carismático, Pedro Sánchez. Dos viejas glorias del socialismo canario, ambas retiradas de la primera línea de fuego por distintos motivos, fueron las que más lejos llegaron en ese desafío españolista: Jerónimo Saavedra, Diputado del Común, y Eligio Hernández, ex fiscal general del Estado y el amigo que cualquier dirigente del PP que se precie querría tener para siempre. Y algunos lo tienen.

“Que gobiernen ellos”

Jerónimo Saavedra, es conveniente decirlo, abandonó su militancia en el PSOE voluntaria y temporalmente cuando fue designado Diputado del Común de Canarias, un cargo que exige la máxima neutralidad e independencia y que el que fuera histórico alcalde, presidente, ministro y sindicalista adoptó como gesto muy elogiado. Ese distanciamiento de su propio partido para poder observar los problemas de los canarios sin condicionantes de carné lo traicionó Saavedra estas semanas para opinar que lo mejor que le podría pasar ahora a España es que gobernara el PP mediante una abstención del PSOE a cambio de pactar “algunas leyes”, sin concretar cuáles. Al fin y al cabo, según sus argumentos, fue el PP de Rajoy el que ganó las elecciones y a él debe corresponder la responsabilidad de formar Gobierno. Para el ex ministro, ir a unas elecciones anticipadas sería un fracaso y radicalizaría la campaña, además –añadimos nosotros- de colocar a su amigo Pedro Sánchez en una posición insostenible. El paso inexorable del tiempo no debe hacernos olvidar algunos episodios singulares de la historia política de Canarias que tuvieron a Saavedra como protagonista. Recordemos, por ejemplo, aquella victoria suya en las elecciones autonómicas de 1987 con 21 diputados, 55.000 votos y ocho parlamentarios más que la segunda fuerza política, el Centro Democrático y Social (CDS) de Fernando Fernández. El callejón sin salida al que se vio abocada su investidura lo condujo a pronunciar aquella terrible sentencia de la que luego se arrepintió: “Que gobiernen ellos”. Y vaya si gobernaron. Saavedra y los suyos hicieron dejación de su responsabilidad de primera fuerza política y permitieron que Canarias pasara a ser gobernada por un presidente que duró apenas un año y que fue preludio de lo que vino después: el fortalecimiento de las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) y su posterior conversión en 1991 en ese invento nacionalista que hoy conocemos como Coalición Canaria. Saavedra no puso toda la carne en el asador para que gobernara Canarias la fuerza más votada, lo que mucho más tarde hicieron en la misma dirección Paulino Rivero y José Manuel Soria con Juan Fernando López Aguilar, condenado a la bancada de la oposición con 26 diputados porque su partido tampoco fue capaz de hacer valer que gobernaba en España para que en Canarias gobernara quien debió hacerlo. Nada, tú, “que gobiernen ellos”. Hasta que ha llegado el turno de decirlo de Mariano Rajoy en un gesto tan poco convincente que ni siquiera con la presión de determinadas baronías socialistas ha terminado por calar en la Ejecutiva Federal del PSOE.

La vieja tentación canaria

Parece difícil de digerir que un partido como el PSOE que se ha desgañitado estos últimos años proclamando que con el PP, ni de coña, tenga dirigentes que aconsejen, en aras de una responsabilidad suprema, permitir que siga gobernando otros cuatro años más. No parece haber bastado el estropicio propinado (a España y a Canarias) durante estos cuatro años de inclemente rodillo popular; no parece haber sido suficiente la constatación de que el PP ha despreciado por completo el diálogo y el acuerdo para la salida justa de la peor crisis económica de las últimas décadas; no han servido para nada los últimos cuatro años de dura oposición socialista y de travesía por el desierto del nuevo líder del partido. No, de lo que se trata es de regresar al legendario espacio de la responsabilidad patria para consagrar al poder tradicional aunque con él pueda terminar por hundirse el PSOE para siempre. Es la vieja tentación canaria elevada a la enésima potencia: un pacto entre el PP y el PSOE en Madrid conllevaría automáticamente su traslación al Gobierno de Canarias para hacer realidad ese sueño de enviar a la oposición –aunque fuera de mala manera- a Coalición Canaria. Tendríamos a Patricia Hernández gobernando con Australia Navarro y sentándose a negociar los grandes asuntos archipielágicos con José Manuel Soria; a José Miguel Pérez pactando la reforma educativa con el sucesor de Wert que designe Rajoy; a Juan Fernando López Aguilar tratando de encajar una reducción drástica de las competencias de la Fiscalía Anticorrupción que él creó durante su mandato como ministro de Justicia en el primer Gobierno de Zapatero. El desconcierto ideológico no puede ser más patente.

Las posibilidades de CC

Este escenario cambiante en el que la izquierda tradicional se vuelve derecha por una legislatura podría terminar beneficiando a Coalición Canaria si su único voto pasara de repente a valer algo en el nuevo Congreso de los Diputados a punto de constituirse. Es evidente la vocación españolista de CC, que se ha negado a formar grupo parlamentario con Izquierda Unida y Bildu para compartir algo más que tiempo y dinero. Y es palmaria su disposición a arrimar el hombro siempre que a cambio se obtengan recursos inventariables y adjudicables para, cabe, con, hasta, para, por, según, sin, sobre, tras Canarias, y perdón por lo de sobre. Es urgente para las huestes de Ana Oramas recuperar de la manera que sea el imponente degaste sufrido por el partido desde que en 2014 decidiera hacer el relevo más traumático de su historia (Clavijo por Rivero) a hundir Gran Canaria y desdibujar por completo el liderazgo regional de la formación. Al desgaste también ha contribuido (y más que contribuirá) la resignación al pacto con el PSOE y la vuelta del PP a la agria oposición que han retomado tras los resultados del 20 de diciembre. Parecen de otras calendas los arrumacos del presidente Clavijo con el ministro José Manuel Soria y los madrigales que Asier Antona y Australia Navarro entonaban a dúo en el Parlamento a mayor gloria de un entendimiento que ya se acabó. Hago fervientes votos por que este final del idilio no perjudique seriamente a los fondos del IGTE con los que el presidente del Gobierno canario proclama cada día un cambio del sistema productivo canario. Sólo si el PP logra mantenerse en La Moncloa, CC y sus líderes podrán salvar parte de los muebles chamuscados tras el último revolcón electoral. Que la deriva independentista catalana pueda propiciarlo no es más que otro de los sarcasmos que han mantenido a flote a este nacionalismo canario que ahora clama por volverse a reconstituir.

De jeta bien, gracias

La clamorosa falta de liderazgo regional de Coalición Canaria podría allanar bastante cualquier intento de reunificación nacionalista en dirección a Nueva Canarias. Nada puede venir mejor en estos momentos a Román Rodríguez que una negociación en la que pueda erigirse en nuevo mesías en ausencia de uno o una que de el paso al frente en el partido que el presidente de Nueva Canarias abandonó hace ya una década. Tiene muchos bemoles (en este caso incluso cuadrados) que la nave nodriza del nacionalismo canario esté pidiendo ahora atraque en los muelles propiedad quien demonizó durante todos estos años y a quien acusó hace tan sólo un mes de haber abandonado esa ideología/cajón de sastre tras su alianza electoral con el PSOE. Es la misma jeta que hemos confirmado pétrea y en pleno estado de forma este fin de semana a cuenta del pacto de gobierno municipal en Arona: el PSOE ha reforzado su mayoría minoritaria incorporando a Ciudadanos por Arona después de que en junio pasado el alcalde José Julián Mena tuviera que tirar para adelante tan solo con sus doce concejales. José Miguel Ruano, encomendándose únicamente a la bandera de la mentira, clamó contra ese pacto argumentando que el PSOE debe romperlo y pactar con Coalición Canaria en aplicación del acuerdo regional en cascada. No hay que remontarse a décadas pretéritas para recordarle a Ruano que el presidente de CC en Tenerife y presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, dijo el pasado 2 de diciembre que ese estratégico municipio tinerfeño se quedó fuera del pacto regional por voluntad propia de los suyos, y que por lo tanto, ni unos ni otros podrán “pedir protección en caso de moción de censura”.

La Laguna, en el aire

Lo que intenta Ruano en realidad es echar al fuego perenne del mal pacto entre su partido y el PSOE la gasolina suficiente para que las llamas oculten lo que es una realidad indiscutible: que es Coalición Canaria y no el PSOE el socio desleal y traidor por antonomasia. Observen si no Puerto de la Cruz o Santa Cruz de Tenerife, o los desplantes que el alcalde de La Laguna se intercambia con el líder socialista local (y primer teniente de alcalde) Javier Abreu. Cuando se haya de reunir la próxima mesa del pacto, Ruano y los suyos se rasgarán las vestiduras por Arona para que parezca que allí es donde está el tomate, y los socialistas –de común pánfilos- tendrán que invertir sus esfuerzos en explicar lo de Perogrullo y dejar sin explicar las traiciones perennes del socio. Y ya que hablamos de La Laguna: la posición irreductible de Javier Abreu de ser él el alcalde que pudiera o pudiese salir de una censura a José Alberto Díaz está dificultando esa acción. El PSOE fue tercera fuerza política (tras CC y Unid@s) y quizás Abreu está forzando demasiado la máquina. O buscando una excusa perfecta para ejecutar las órdenes de la superioridad de no traicionar al socio nacionalista. Sabe Abreu que Ciudadanos no haría alcalde a Rubens Ascanio (Unid@s) y que solo Santiago Pérez (Socialistas por Tenerife-Nueva Canarias) podría contar con la unanimidad si él mismo empezara por ceder. Aunque la cosa se complica con la posición de Ciudadanos frente a Santiago Pérez, que si bien tiene de nacionalista lo que tiene de monje tibetano, haberse presentado bajo las siglas de Nueva Canarias es una línea roja para los de Albert Rivera, como ha aclarado este mismo domingo su portavoz lagunera, Teresa Berastegui. Tampoco ayuda nada el aviso que ha recibido el PP: como me toques La Laguna salta por los aires el alcalde de Puerto de la Cruz, aunque terminemos por poner a la del PSOE, que fue en realidad la que ganó. O sea, de jeta bien, gracias.

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