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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Ganar la calle; perder las instituciones

Policías nacionales se enfrentan a ciudadanos que quieren votar en Sant Juliá de Ramis, cerca de Girona. FOTO: AP Photo/Francisco Seco.

Carlos Sosa

Albert Rivera redujo este lunes a la consideración de “imágenes desagradables” la amplia colección de vídeos y de fotografías que captaron la brutalidad policial aplicada este domingo durante la jornada del referéndum de Catalunya.

Centenares de personas se concentraron este mismo lunes en la Ciudad Deportiva de Las Rozas para increpar ruidosamente al defensa central de la selección española de fútbol, Gerard Piqué, uno de los numerosos deportistas catalanes que se pronunció a favor a la consulta y condenó enérgicamente las cargas policiales contra vecinos y vecinas que solo pretendían votar.

Lejos de dimitir ante la desproporcionada actuación policial, afeada por una inmensa mayoría de medios de comunicación internacionales, cuestionada por organismos como la Unión Europea y por la ONU, el ministro del Interior de España mantenía este lunes su agenda protocolaria, que entre otros decisivos hitos incluía imponer unas condecoraciones a unos agentes policiales que le sirvieron de escolta en alguna ocasión.

En Catalunya, las fuerzas políticas partidarias del referéndum y de la independencia celebraban la jornada del 1-O como un éxito indiscutible. Los dirigentes políticos pueden construir un relato ciertamente triunfal atendiendo a la movilización popular que consiguieron activar en todas partes y a la evidencia de que teniendo todo en contra (Gobierno de España, Administración de Justicia, Unión Europea…) los catalanes y catalanas que quisieron votar, lo hicieron. De aquella manera, pero lo hicieron. Sin garantías, sin normas claras, sin valor vinculante, sin censo, sin urnas transparentes, sin papeletas y sobre homologados… pero votaron. Quedaron ridiculizados -Rajoy a la cabeza- los que proclamaron apenas 24 horas antes que el referéndum había quedado desarticulado porque las fuerzas del orden habían requisado sobre y papeletas y habían puesto a las policías locales de toda Cataluña a custodiar las urnas transparentes del Estado.

Bon cop de falç!

Bon cop de falç, defensors de la terra!

Bon cop de falç!

¡Buen golpe de hoz!

Buen golpe de hoz, ¡defensores de la tierra!

¡Buen golpe de hoz!

(Els Segadors, himno oficial de Catalunya)

La ocupación de madrugada de la mayoría de los puntos de votación por parte de miles de personas que se adelantaban así al cierre policial ya presagiaba una jornada multitudinaria. Y a medida que la mañana avanzaba y se acercaba la hora de abrir los colegios (09.00 horas) la implicación crecía por momentos. No había urnas en las mesas pero, de repente, aparecían a bordo de un coche particular, envueltas en una bolsa negra de basura, trasladadas en brazos de voluntarios que corrían en medio de un pasillo humano abierto a escasos quince metros de la pareja de Mossos que custodiaba cada colegio electoral. Los organizadores pedían silencio a las masas enaltecidas, como si los Mossos no supieran lo que estaba ocurriendo allí.

Y dejaban hacer acogiéndose a la única frase del auto de la magistrada Mercedes Armas, del TSJ de Catalunya, que ordenaba impedir el referéndum: “sin afectar la normal convivencia ciudadana”. Cumplieron el mandato.

Esa, la de la pareja de Mossos custodiando cada colegio electoral, era la única imagen habitual que podía observarse en esos puntos de votación. Lo demás era todo extraordinario. La gente se acercaba y nutría con su presencia al grupo que unas horas antes se había apostado allí para proteger las mesas de la más que anunciada irrupción de las fuerzas policiales del Estado. Todo estaba planificado, incluso lo que debía responderse a la policía autonómica cuando sus agentes preguntaban si se les permitía pasar.

Y cómo retirar las urnas de los colegios electorales cuando se acercaba el cierre de cada uno de ellos o se consideraba que era inminente la visita de la Guardia Civil o de la Policía Nacional. Los agentes de la policía autonómica se acercaban prudentemente, aplaudidos en la mayoría de los casos por el público presente, hablaban con los responsables de cada punto de votación y se llevaban las urnas de mutuo acuerdo. Sin violencia, sin tiranteces; al contrario, entre vítores a la fuerza actuante.

La tensión solo se atisbaba cuando algún espontáneo discutía con la masa o con parte de la masa. No había entre ellos insultos ni agresiones, o al menos este periodista no vio ninguna en la docena de colegios que visitó. Un hombre, Andrés, se acercó incluso a una pareja de Mossos a recriminarle que no clausurara aquel colegio electoral en la Escola Industrial y los amenazó con acudir al juzgado de guardia.

Algunas personas contrarias al referéndum o a la independencia se atrevían incluso a llamar “traidores” a los Mossos y recibían por respuesta el silencio, como puede apreciarse en este vídeo.

Las agresiones policiales quebraron por completo la paz. Fueron innecesarias y, por lo que dijeron muchas personas consultadas, hicieron que se incrementara la afluencia de personas a los colegios electorales, más convertidos en concentraciones reivindicativas que en receptores de sufragios.

Pretender ahora que esto se solvente aplicando el artículo 155 de la Constitución, es decir, interviniendo la autonomía y fomentando más el sentimiento independentista, solo se le pude ocurrir a un partido tan reaccionario como Ciudadanos, que lo que pretende es sacar tajada electoral a la situación a la vista del evidente batacazo que el PP va a sufrir en Catalunya.

Porque al final, de rédito electoral va el juego: canalizando de una o de otra manera los sentimientos de las personas, el PP quiere hacerse con el voto de toda España (excepto Catalunya) reivindicando para sí la defensa del ordenamiento constitucional y la represión (que se le ha ido de las manos) a una comunidad tradicionalmente desafecta. Existen antecedentes sobre la falta de escrúpulos de este partido cuando lo que está en juego es un resultado electoral: su empeño en atribuir a ETA la autoría del 11-M solo respondía a esto. Y el candidato a presidente era Mariano Rajoy.

El PSOE, por su parte, sigue en el limbo: quiere desbancar al PP esperando solamente a que Rajoy se risque solo, sin moción de censura y sin hacer la menor aportación para desbloquear el conflicto.

Puigdemont ya ha hecho el trabajo que su partido (la vieja CiU) le había pedido: que no se hable de la corrupción convergente del 3% y de la fortuna extranjera de los Pujol, que no se recuerden los brutales recortes que la Generalitat impuso sobre los servicios públicos aprovechando la crisis y el saqueo. Y Podemos, tratando de mantener un discurso unitario que se le resquebraja en plena crisis de crecimiento.

No les han importado las instituciones, que salen más desvencijadas de esta embestida. La Generalitat, el Gobierno de España, el Parlament… tienen que estar a la altura de sus funciones y promover soluciones a este conflicto.

Una negociación seria es la única salida. Con generosidad y sin dramatismos. No pasa nada por reformar la Constitución ni la financiación autonómica. No pasa nada por modificar los mecanismos de participación de la ciudadanía en la vida política.

Si Catalunya partía en desventaja antes del 1-O, la movilización de su gente y la desmesura del Gobierno del PP la ha colocado en una posición mucho más ventajosa.

Algunos en el bando independentistas se estarán frotando las manos con la petición formulada por Albert Rivera este lunes ante Rajoy de aplicar el 155. Sólo le faltó que de la mano de la Legión. Es el empujoncito que falta.

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