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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Un Gobierno haciendo aguas

Microalgas en Arguineguín

Carlos Sosa

Cuando un Gobierno está cayendo en barrena no hay quien lo frene. Le pasó a José Luis Rodríguez Zapatero a partir de 2010, cuando la reforma del artículo 135 la Constitución, la primera reforma laboral y la traición de los brotes verdes, esos que tanto se anunciaron y jamás aparecieron. Ninguna medida, ni siquiera las más audaces como aquel millonario Plan E; ningún éxito clamoroso como el fin de la violencia etarra, sirvieron para frenar el imparable deterioro. Acabó adelantando elecciones frente a una oposición del PP implacable que, previo dopaje de su maquinaria electoral con dinero procedente de la corrupción, acabó barriendo el 20 de noviembre de 2011.

A Fernando Clavijo -salvando las distancias y las naturales proporciones- le está pasando algo muy parecido. Deseoso de gobernar en solitario o, como mal menor, con un Partido Popular que le resultara sumiso (al más genuino estilo de los medianeros que tanto invoca), el poder de ATI que sustituyó al de Coalición Canaria ha venido despreciando estos dos últimos años las señales que indican que corre un serio peligro de derrota y de grave debilitamiento. Cuando no incluso de desintegración de aquella idea original y mauriciana de fuerza “nacionalista” regional suma de tantos insularismos y como de ideologías.

Clavijo expulsó al PSOE del Gobierno cuando atisbó las primeras dificultades para sacar adelante sus proyectos por aclamación. Creyó que sometiendo del mismo modo al PP de Asier Antona por la vía nacional iba a sustituir un socio sumiso por otro sin trauma de ningún tipo.

Pero el nuevo presidente regional del PP no es José Manuel Soria y ha decidido alejarse al máximo de él y de aquellos acuerdos que daban tanto oxígeno a ATI en Tenerife y a los populares en Gran Canaria de modo que los respectivos bastiones de cada cual fueran intocables.

Con una exigua mayoría parlamentaria solo reforzada (de momento) por los tres diputados gomeros de Casimiro Curbelo, Fernando Clavijo no parece poseer los mimbres políticos suficientes como para ser un líder de peso que genere confianza y capacidad de acuerdos. Más bien todo lo contrario. Las traiciones que infligió al PSOE durante el año y medio de Gobierno que soportaron y los malos modales que empleó con el PP en ese paripé de negociación que dijo haber entablado lo convierten en un presidente poco fiable.

A eso hay que añadir su entrega sin disimulo a las oligarquías clásicas de Canarias, en los últimos años reducidas a sus muy respetables y legítimos quehaceres. Puso al frente de Tenerife a un presidente espabilado que le moverá la silla en el momento oportuno y que, como símbolo de lo que enaltece, ha incluido en los logros turísticos de su Cabildo nada menos que la apertura de una clínica de Pedro Luis Cobiella (Hospiten) en la República Dominicana.

Al todopoderoso lobby de Gran Canaria, el Círculo de Empresarios, le prometió una ley del suelo que lo devolviera a los tiempos del libertinaje sin medir que su escuálida mayoría iba a ser insuficiente para satisfacerlos a todos en la tramitación parlamentaria. Ya andan despotricando contra él.

En su propio partido (o lo que quede de él) no se esconden para afearle que esas derivas empiezan a provocar graves efectos, como la pérdida de alcaldías y alguna sacudida severa en presidencias de cabildos que parecían intocables. Solo la vuelta del PSOE a la resignación de respetar a CC por si es necesario bajarse de nuevo los pantalones (lo que comprobaremos en su inminente congreso regional) puede dar un respiro en estos momentos a Fernando Clavijo y a su equipo médico habitual.

Presas de la desesperación de lo que se percibe y de lo que apuntan ya las encuestas, empiezan a tomar decisiones delatoras, como tratar de colocar en la Administración a 150 cachorros de ATI seleccionados por el hermano de Carlos Alonso (Sergio Alonso, director del Servicio Canario de Empleo), mediante una modalidad de cuya legalidad dudan todos menos los autores. O becando a sus altos cargos en la Administración con más dinero del que se dedica a un becario universitario para que puedan incrustarse definitivamente en el organigrama de la Comunidad Autónoma y sirvan desde allí a la causa.

Porque en la gestión de lo público la imagen que está ofreciendo este Gobierno es desastrosa. No hay asunto que consiga gestionar con cabeza y, como buen equipo de engreídos que es, culpa a la prensa, a las redes sociales y a la oposición de los males que le aquejan.

Después de tratar de tapar la boca a los expertos en la crisis de las cianobacterias o microalgas y su relación (directa, indirecta, inexistente, fusa o semifusa) con los escandalosos vertidos de aguas residuales al mar, a los cerebros de este Gobierno no se le ocurrió mejor cosa que contratar a tres científicos para que, deprisa y corriendo, elaboraran un informe que desvinculara una cosa de la otra. Y lo hicieron a la perfección, seguramente porque al nivel en que están ahora mismo los estudios no hay datos fiables que permita defender cualquiera de las dos posiciones.

Pero como son científicos honrados incluyeron en el informe que lo peor que está por venir no es la permanencia de este bloom de microalgas, sino una más que probable marea roja que suponga una alta mortandad de peces en el litoral de Canarias. Salimos de Guatemala y nos metimos en Guatepeor. ¿Ha previsto el Gobierno de Canarias de alguna manera los efectos que puede suponer un fenómeno así en la pesca de litoral, en las posibles consecuencias alimentarias y en la imagen turística del Archipiélago? Seguro que no, pero los antecedentes indican que actuará cuando llegue el momento de un golpe propagandístico que aparente que desde el primer momento todo el Gobierno en peso estaba trabajando en la materia.

Lo intentaron, también con un catastrófico resultado de imagen, con la crisis del carguero británico Cheshire. A nadie en ese camarote de los hermanos Marx se le ocurrió activar ningún tipo de protocolo cuando se supo que el barco había quedado a la deriva (sin tripulación, por lo tanto sin gobierno) a menos de 40 millas de Canarias y con su carga venenosa arrojando a la atmósfera un humo tóxico proveniente de la combustión de sus 40 toneladas de nitrato de amonio.

Cuando la opinión pública se les echó encima montaron un gabinete de crisis que dijeron tener preparado para el momento en que el buque se aproximara a las 12 millas. Como si la línea imaginaria que nos separa de las aguas internacionales sirviera de freno para cualquier marea negra o nube tóxica.

El engaño se descubrió cuando el mismo Gobierno que activó esas medidas a las 12 millas las desactivó cuando el carguero, ya rumbo a la Península, se encontraba a 140, una distancia que ya consideraron prudencial y que no lo fue en las iniciales 40 millas.

Este Gobierno hace aguas por todas partes, y algunas huelen muy mal. Ninguna institución debería presumir de hacerlo bien en la gestión de las aguas residuales porque por mucho que algunas hayan avanzado más que la de al lado, lo cierto es que Canarias no está para tirar voladores en esta materia. Sí parece indiscutible que el asunto no ha sido una prioridad para las autoridades de Tenerife (como no lo fueron las carreteras hasta el otro día) donde se concentra el mayor número de vertidos de aguas fecales al mar. Del mismo modo que parece indiscutible que el conflicto daña la imagen de ATI hasta el punto de animar a toda una consejera del Gobierno (palmera por más señas) a salir atacando sin recato al presidente del Cabildo de Gran Canaria por haber puesto el dedo en la llaga. Un ataque irresponsable y surrealista al que se sumó este viernes Fernando Clavijo desde Teror, el corazón mismo de la grancanariedad, para elevar casi al cien por cien los vertidos de mierda de la isla al mar, algo que no se cree ni él mismo.

Son los que nos gobiernan y los que quieren hacernos creer que con ellos al frente de la gestión del territorio, de la sanidad, de la educación y de las emergencias estamos en buenas manos. Uf.

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