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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Sanidad: 150 millones ¡y 5 más!

Las comisiones negociadores de Coalición Canaria (izquierda) y el Partido Popular, el pasado viernes en la sala 1812 del Parlamento de Canarias.

Carlos Sosa

Fue, cómo no, José Manuel Soria el consejero de Hacienda de Canarias que perpetró los más graves recortes a los presupuestos de Sanidad y Educación de esta ultraperificidad. Los últimos en 2010, 90 millones en Sanidad y 50 en Educación, unos sablazos de los que todavía no se han recuperado esos dos servicios básicos.

En un alarde de valentía que nadie entendió entonces, el Partido Socialista decidió en 2015, al aliarse a Fernando Clavijo (Coalición Canaria) asumir la cartera de Sanidad a sabiendas de que recomponer aquellos descosidos iban a costar algo más que dinero. El consejero Jesús Morera lo intentó sin saber que además de unas apabullantes listas de espera, una desmoralización generalizada entre el personal y un nivel de satisfacción de los usuarios en sus registros más bajos iba a tener como principal obstáculo al presidente del Gobierno del que formaba parte.

Han pasado apenas dieciséis meses de aquel misil que Fernando Clavijo lanzó a la línea de flotación de la Sanidad canaria pretendiendo hacerla explotar en el núcleo duro de su pacto. Fue en febrero de 2016 cuando ordenó a los gerentes de los hospitales canarios que recortaran 50 millones de euros donde fuera. Había declarado la guerra al PSOE y, conocedor de que la Sanidad era uno de sus puntos débiles por el escenario que los socialistas habían heredado, por ahí inició la que sería su penúltima andanada.

Los gerentes de los hospitales no entendían nada: en un escenario de recuperación, económica cuando empezaban a ver la luz al final del túnel después de tanta austeridad, todo un presidente de Gobierno los reunía para decirles que recortaran “donde fuera”.

De aquellas fechas data la grotesca conversación telefónica que Clavijo sostuvo con su consejero de Sanidad en la que le requería contención en el gasto al considerar -extremo que nunca se confirmó- que la desviación presupuestaria iba a ser de 150 millones de euros. Fue en esa conversación en la que el presidente del Gobierno pidió a Morera que recortara en la vacuna de la Hepatitis C, y fue en esa conversación en la que el consejero se negó a hacerlo alegando incluso que en Galicia había altos cargos imputados por la muerte de pacientes a los que se les negó el tratamiento. Una discusión que el ex alcalde de La Laguna zanjó con su cuñadismo del año: “Aquí se viene llorado”.

Luego llegó la ruptura del pacto, la salida traumática del PSOE del Gobierno y el relevo de los consejeros socialistas por notables figuras de Coalición Canaria y de su entorno. De esa camada nos llegó a todos los canarios un vicepresidente y consejero de Obras Públicas que envía media docena de comunicados al día para informar a la ciudadanía cómo es de apretada su agenda de chorradas varias. O un consejero de Sanidad que provocó que se activaran todas las alarmas por su carismática procedencia del sector de las clínicas privadas, de cuya patronal nacional ejercía de vicepresidente.

José Manuel Baltar, que así se llama nuestro consejero del ramo, hizo algo muy inteligente, nombrar director del Servicio Canario de Salud a Conrado Domínguez, funcionario de la casa y conocedor por lo tanto de todas sus entretelas, aunque sus destinos profesionales le hubieran alejado unos años de allí. Una decisión -la de nombrar equipo- que no le permitieron a Jesús Morera, que tuvo que cargar con algunos compañeritos de partido que no le ayudaron mucho en la tarea.

A Morera y a su equipo les cargó Fernando Clavijo la etiqueta de malos gestores, y así se lo hizo saber a los medios de comunicación constantemente en aquella crisis de 2016 para justificar el recorte en Sanidad y, a la postre, la expulsión del PSOE. Y por ser malos gestores, ¿qué mejor que recortarle los presupuestos?

José Manuel Baltar llegó a la consejería con el aura de ser todo lo contrario: un magnífico gestor de la sanidad privada que incluso se había permitido asegurar unos meses antes que él acababa con las listas de espera en noventa días con 13 millones de euros. Seis meses después de llegar aún no lo ha conseguido y Fernando Clavijo ha decidido, seguramente porque es mejor gestor que su antecesor, inyectarle otros 155 millones de euros a su departamento.

Ante esta decisión cabe preguntarse si lo de Morera y el PSOE era un problema de gestión o de presupuesto. Y, en consecuencia, si lo de Baltar es una solución de gestión o de presupuesto.

Quien de modo urgente tiene que analizar estas decisiones es el aspirante a vicepresidente del Gobierno, Asier Antona, el líder del PP que dirige con paso triunfal a su muchachada a las mieles del poder autonómico. Lo que Coalición Canaria hizo con el PSOE durante el año y medio que mantuvieron sus relaciones pasará a los anales de la historia política del archipiélago como un ejemplo insuperable de traición y de navajeo, y como siguen siendo y estando los mismos, nada invita a pensar que hayan cambiado o vayan a hacerlo ahora.

Y a la vista de los primeros contactos, la tendencia se confirma: acaban de empezar las reuniones el pasado viernes y ya han llegado las primeras humillaciones públicas. La portavoz de CC en esa mesa del pacto, Guadalupe González Taño, ya lo ha transmitido -o intentado- mediante ese lenguaje inacabado que ella emplea para decir las cosas. Pero el que no ha tenido el menor recato en poner su firma junto a la posición que en estos fastos quiere mantener Coalición Canaria es el presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, el dinamitero que colaboró eficazmente a destruir el pacto con el PSOE. En un artículo en La Opinión de Tenerife, Alonso dijo este sábado que “lo sensato es no cambiar el Gobierno”. Y lo explicó a su expeditiva manera indicándole al PP que bastante satisfecho deben sentirse ese partido y sus dirigentes con el voto salvífico de Ana Oramas a favor de los Presupuestos del Estado en el Congreso de los Diputados. O dicho con sus propias palabras, “lo más sensato es que CC y PP alcancen estas semanas un acuerdo según el cual el PP garantice en Canarias la gobernabilidad que Coalición Canaria garantiza en Madrid”.

Las cuentas no salen en absoluto porque el voto de Ana Oramas es, como su número indica, uno, concretamente el 175, aceptando como 176 el de Pedro Quevedo, de Nueva Canarias. Para que el 175 tenga valor tiene que haber un 176 dispuesto siempre a que opere a favor de Rajoy el 175. O dicho de otro modo: el voto de Coalición Canaria en el Congreso de los Diputados no va a valer siempre lo mismo que ha valido para estos Presupuestos del Estado, probablemente los últimos no prorrogables de la era Rajoy.

Por el contrario, los doce diputados, doce, que el PP tiene en el Parlamento de Canarias sí son importantes, y pueden ser decisivos para Fernando Clavijo en muchos temas cruciales (Ley del Suelo, presupuestos…). Doce diputados de sesenta frente a uno de 350. Doce diputados que sumados a los dieciocho de CC dan la exacta mitad de la Cámara Autonómica, convirtiendo entonces a los tres parlamentarios de Casimiro Curbelo y su Agrupación Socialista Gomera (ASG) en la clave, tanto para una mayoría conservadora de 33 diputados como para un eventual bloqueo de 30 contra 30 si se inclina por la mayoría progresista (PSOE, Nueva Canarias y Podemos).

Las conversaciones no han hecho más que empezar y los negociadores ya han roto la primera tradición parlamentaria, aquella que evitaba el uso de salas comunes del Parlamento para reuniones partidistas. CC y PP eligieron el pasado viernes la sala 1812 en lugar de cualquiera de las dos salas de reuniones de los respectivos grupos parlamentarios. Quizás haya sido porque ambos partidos han querido enviar a once personas a esta negociación para que parezca que va en serio.

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