Un asunto pueblerino

El affaire de los Amigos Canarios de la Ópera tiene un tinte provinciano muy acentuado. Porque es un lujo que en un festival de ópera de una provincia como el de Las Palmas te coloquen una Butterfly como la que protagonizó tres veces seguidas la extraordinaria soprano Cristina Gallardo. Pero muy provinciano porque si lo que hizo aquí, lo de grapar el acta notarial con la daga de la heroína, lo hace en el Covent Garden, la sacan de alli los bobbies. Dicho ésto, que diría un político colilla, el precedente es terrible. Porque descontado que Puccini no dejó abierto un cuadro último para reivindicaciones, personales o políticas, nos exponemos a sopranos grandiosas, como Cristina, pidiendo un juicio para Pinochet o un voto para quien sea en unas elecciones, las que sean. En las tablas, el arte; las reclamaciones, en la vía que corresponda, o al maestro armero. O imaginemos a Alfredo Kraus, que tuvo un acta de diciplina urbanística por su casa en Lanzarote, levantarse el atuendo y, de forma que se pueda leer en la camiseta interior, al estilo de Ronaldo tras un gol soberbio: “A Kraus no se levantan actas, que construye donde quiere”.