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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

La desescalada

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España.

Carlos Sosa

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Es una soberana idiotez sostener que el Gobierno de España no ha cometido errores en la gestión de esta crisis; del mismo modo que lo es pensar que cualquier otro Gobierno no hubiera cometido los mismos, otros distintos o todos juntos en cascada. Dentro de los errores también existen categorías, y como en el tenis, están los forzados y los no forzados, es decir, los cometidos porque era impepinable cometerlos, y aquellos que han sido producto de la torpeza política o del miedo, que de todo ha habido.

Luego están los errores de la oposición, que ha desaprovechado escandalosamente la ventajosa renta que otorga no tener que quemarse con decisiones ejecutivas que repercuten directamente en la vida de las personas. Todos los errores de la oposición podemos catalogarlos como no forzados, es decir, cometidos sin que sobre ellos existiera necesidad alguna de cometerlos.

Esa desescalada, la de reducir la presión sobre el Gobierno, me temo que no solo no entrará en vigor a partir del paulatino levantamiento del confinamiento anunciado este martes por un Pedro Sánchez cada vez más ducho en las comparecencias públicas, sino actuará en sentido contrario a partir del momento en el que el Partido Popular empiece a cambiar muertos por producto interior bruto, o sea, ya mismo. Las medidas económicas que hayan de aplicarse para minimizar lo que se pueda el impacto de esta crisis serán también motivo de gresca entre el Gobierno y la oposición de derechas por el simple enfoque de sus destinatarios. Ya se ha visto la primera escaramuza en la Comunidad de Madrid, con una presidenta, Isabel Díaz Ayuso, anunciando la liberalización de suelo (la que con Aznar provocó la burbuja inmobiliaria que acabó estallándole en la cara a España con la crisis de Lehman Brothers) frente a la petición de la izquierda de intervenir en el mercado inmobiliario para impedir una escalada en el precio de los alquileres. Dos enfoques irreductibles que harán que salten chispas.

Ni Casado ni Sánchez, ni Pablo Iglesias ni Isabel Díaz Ayuso parecen ser conscientes del momento político histórico que viven, al que es del todo disparatado aplicar las mismas plantillas, los mismos discursos y los mismos métodos que en épocas de calma chicha. Es probable que ninguno resista los rigores de esta pandemia y que, con el paso de lo que se ha dado en llamar “nueva normalidad” ellos pasen al ostracismo. A algunos de ellos es posible que el paso del tiempo les reconozca los esfuerzos y los aciertos, y a los otros los condene al más humillante de los olvidos.

Mientras, en Canarias, la oposición trata de sortear como puede la buena gestión que el Gobierno regional ha llevado a cabo en esta crisis sanitaria. Que seamos la comunidad autónoma con los registros menos dramáticos del país y la que mejor preparada se presenta para la desescalada en cuanto a parámetros sanitarios, puede no ser consecuencia directa de las acciones del Ejecutivo pero, como en el tenis, la red y el viento también juegan su partido, y parece indiscutible que Ángel Víctor Torres vuelve a salir reforzado de una situación dramática de ésas en la que se suelen medir las hechuras de un líder político. Que no le haya temblado el pulso para destituir a la consejera de Sanidad -también la única comunidad autónoma que ha apartado en plena crisis a un responsable sanitario-, a pesar de las presiones internas de su partido y de la más que previsible lectura perniciosa que haría la oposición, dice mucho de esas hechuras. Y la decisión de incorporar a su equipo de gestión a responsables técnicos de etapas políticas anteriores, con el riesgo cierto de convertirse en el destinatario de críticas y mofas internas y externas, ha dejado descolocado a más de uno.

De ahí que tanto Coalición Canaria como el PP y Ciudadanos hayan tenido que limitar su acción de oposición al lanzamiento de propuestas (algunas sin fundamento sanitario, económico, y a veces ni político) que les permitieran abrirse un hueco en el escenario mediático en un momento en el que el juego Gobierno-Oposición no cotiza en ningún mercado.

Será cuestión de semanas conocer si los pulsos que dentro del Gobierno le echaron a Torres sus socios de Nueva Canarias han servido para algo más que para sembrar la desconfianza.

Nadie puede colgarse aún las medallas del plan de desescalada presentado por Pedro Sánchez porque contemple alguno de los diseños hechos desde Canarias. Lo que nos debe preocupar realmente es que aquí seamos capaces de aplicarlo con fundamento y responsabilidad para no convertir ese valor estratégico que es la seguridad sanitaria en una piltrafa que nos condene a ser un destino turístico del montón.

La desescalada debe empezar por entender que esto es un problema colectivo, incluyendo a la oposición y a los cuñados que adivinaban el resultado del partido cuando el árbitro -qué tiempos aquellos- ya había pitado el final.

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