Que llame Paulino

El asombro de Fernández de la Puente fue mayúsculo. Todo un director general de una entidad pública del tamaño de Tourespaña plegándose al capricho político de su superior sin más razones que la obediencia debida, sabedor de que obedeciendo solo estaba contribuyendo a calentar aún más unas relaciones institucionales quebradas desde que Soria anunciara que se cargaba las bonificaciones a las tarifas aeroportuarias, las que otorgó Zapatero después de que Coalición Canaria se comprometiera a apoyar los Presupuestos Generales del Estado para 2011. Quebradas desde que el ministro canario arremetió contra los intereses isleños suprimiendo las primas a las energías renovables, y quebradas cuando se plegó a las exigencias anti petroleras de la alcaldesa de Valencia al tiempo que agitaba ante conejeros y majoreros el espantajo de las prospecciones de Repsol frente a sus costas. De la Puente comunicó lo ocurrido a la superioridad, y la superioridad le dijo que entendían el mensaje: Soria quiere que Paulino Rivero le pida audiencia y que así enmiende sus primeras declaraciones en las que aseguró que él nada tenía que tratar con un ministro, que en tal caso trataría con el mismísimo presidente Rajoy. La difusión y las valoraciones periodísticas sobre el desplante del Gobierno de España enrabietaron aún más a Soria, que lanzó también a la misma malcriadez institucional a su secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego. Era la oportunidad para reconducir una situación indeseable e inaudita entre dos administraciones públicas, pero ya se sabe que cuando el señor ministro se desboca sólo se le puede parar por agotamiento propio. De la Puente adelantó su regreso a Canarias a la tarde de este lunes sin poder reunirse con las autoridades turísticas del Estado. Un buen comienzo para una fructífera amistad.