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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Dos mentirosos muy mentirosos

Salvador Alba y José Manuel Soria.

Carlos Sosa

El abogado de José Manuel Soria y de Salvador Alba, Nicolás González-Cuéllar Serrano, seguramente prefirió acudir el pasado viernes a Las Palmas de Gran Canaria a asistir a otro cliente, Valoriza, en el pleito de Emalsa, antes que a defender al ex ministro de Industria y Turismo en la demanda civil de protección de su honor (afirmación seria) que se celebraba en los juzgados de Princesa, 3, en Madrid. Una estrategia muy respetable tras la cual debe estarse escondiendo la conveniencia de no aparecer simultáneamente defendiendo a su histórico cliente y al que éste le ha pedido que represente también, el magistrado Salvador Alba, tras meterlo en un lío morrocotudo al ser descubierto negociando con un imputado su desimputación (con perdón) a cambio de una sucesión de cochinadas.

Son dos clientes muy especiales de los que podría decirse que están cortados por el mismo patrón.

Hace mucho tiempo que en la judicatura y en la política se conoce la ambición de Alba por ascender en el escalafón a base de proponerse como aspirante a puestos de relumbrón como magistrado de profundas raíces conservadoras muy del gusto del Partido Popular. Quizás por eso no hizo ningún asco a los deseos de José Manuel Soria de maquinar una operación contra la diputada de Podemos Victoria Rosell. Nunca se imaginó que aquel empresario, Miguel Ángel Ramírez, que iba “a muerte con Soria” estaría grabando aquella conversación que el magistrado ahora dice que nunca existió. Y si existió fue en otra fecha y con un contenido distinto al que los medios de comunicación hemos revelado. Es una lástima que existan documentos, vídeos y hasta declaraciones juradas ante una magistrada que atestiguan que Alba preparó la reunión y que se celebró en la fecha que él dice que nunca se celebró.

Alba es un redomado mentiroso. Lo podemos decir con conocimiento de causa tras conocer el contenido de sus escritos, particularmente de los tres escritos que la semana pasada envió al periódico Canarias7 asegurando que todo lo que de él se ha dicho y todo lo que de su boca hemos oído hasta la fecha es una grandiosa falsedad. Ni se reunió con Ramírez ni pactó con él en cualquier otro momento de su vida levantarle las imputaciones que aún pesan sobre él. Tampoco es amigo del periodista de El Mundo Fernando Lázaro (del que comentó cosas muy sabrosas y con el que come y cena parece que con asiduidad en Madrid), ni maquinó una declaración del imputado para enviar un informe ad hoc al Supremo… Pero debió existir la conversación por todos conocida porque unos párrafos más adelante, el intrépido magistrado asegura que ni él “ni Miguel Ángel Ramírez abordaron en la conversación mentir a la fiscal Eva Ríos”. A ver si nos ponemos de acuerdo, Salva.

Dice Alba que “nunca” ha manifestado que varios jueces le pidieran interceder por Miguel Ángel Ramírez “en un proceso judicial”, lo que se contradice con sus primeras declaraciones y balbuceos cuando se descubrió la grabación, en la que –por cierto- reconoció su voz. En una accidentada comparecencia en el juzgado de guardia, Alba llegó a asegurar que otros magistrados le habían pedido “trato de favor” para Ramírez, e incluso llegaron a circular algunos nombres. Pero desgraciadamente todavía el denunciante no se ha atrevido a ratificar su denuncia ante el Juzgado de Instrucción 2 de Las Palmas de Gran Canaria para que todos sepamos a quiénes se refería y cómo puede estar tan seguro de que aquella persona que le grabó era un ectoplasma que se le apareció con un micrófono de ambiente en un mal sueño de verano.

Su última versión (hay al menos otras dos) es bastante chiripitifláutica. Incluso llega a decir que él no tiene nada que ver con un barrido electrónico que efectuó la Policía en busca de micrófonos en la Ciudad de la Justicia. En realidad fue él quien alertó al juez de guardia, a la sazón Florencio Barrera, sobre la posibilidad de que la grabación de la que había sido objeto proviniera de instrumentos electrónicos de captación colocados en los despachos de los jueces de instrucción. Y el barrido se realizó con el resultado de cero micrófonos, cero grabadoras. Cero patatero a la credibilidad de Alba.

Ni la reunión que ahora desmiente se celebró en presencia de abogados y secretarios judiciales, como llegó a decir en su momento cuando se vio acorralado, ni el informe de la Guardia Civil corrobora su delirante versión sobre un montaje de audio compuesto por voces suyas tomadas mientras paseaba por la calle y le gritaba a alguna señora “cabrona, hija de puta”. Un desastre, señoría, un puñetero desastre.

Como guinda, asegura no haber pedido jamás un aplazamiento de su declaración en el juzgado donde tiene denunciada la conspiración en su contra: lo cierto es que iba a acudir el día 25 pero se ha apuntado a un curso para poder escaquearse y seguir estirando el chicle. Un juzgado, por cierto, del que consiguió que se censurara un vídeo con su primera comparecencia, decisión que tenemos recurrida sin que hasta ahora se nos haya contestado, lo que irremediablemente nos conducirá a la desobediencia a la espera de que empiecen a primar en estos procesos que rodean al magistrado Alba una cosa muy seria que se llama “derechos fundamentales”.

Porque en aplicación de los derechos que nos asisten no vamos a plegarnos nunca más a los caprichos de Alba y de su abogado, que con una mano filtran a destajo y con la otra se quejan de filtraciones, como corresponde a personalidades tan complejas como las suyas.

Soria encuentra “una” factura

Pero para personalidad compleja la del otro cliente del ilustre letrado González-Cuéllar. Nos referimos, cómo no, a ese volcán de mentiras inagotables, siempre en erupción, que es José Manuel Soria López. Reaparecía nuestro hombre estelarmente este viernes en los juzgados con motivo del juicio que en defensa de su honor se celebró el pasado viernes en Madrid contra este periodista e Ignacio Escolar por el reportaje de las vacaciones del ex señor ex ministro de ex Turismo de España (y olé) en Punta Cana. Ya habrán leído la noticia sobre lo allí ocurrido y en ella se habrán percatado de tres novedades destacadas: la primera, su propio reconocimiento de que telefoneó a la hija del dueño del hotel para que fuera ella la que le tramitara su reserva en el hotelazo; la segunda, que su señora y él usaron los servicios de Spa del establecimientos, y la tercera, como es uso y costumbre, ese pedazo de demandante se personó en el juicio con una factura, una factura que, según dijo, tiene en su poder desde que pagó lo que pagó al abandonar el establecimiento en agosto de 2015. Es decir, una factura que no presentó junto a su demanda contra nosotros porque consideró, él solito con sus profundos conocimientos jurídicos, contables y fiscales, que bastaba con presentar el resguardo de la tarjeta Visa.

Pero vayamos por partes.

Soria apareció en los juzgados de Princesa 3 acompañado de dos escoltas, suponemos que puestos por el Ministerio del Interior en consideración al miedo que debe tener este buen señor de que lo insulten por la calle. Porque, que nosotros sepamos, ni es ni ha sido nunca objetivo de ninguna banda terrorista. A él le gusta sentirse protegido, incluso puede que hasta arropado. También un escolta armado lo acompañó en su vuelo de Gran Canaria a Madrid el día anterior. Ya nos explicará el meapilas que tenemos en Interior a qué vienen tantas precauciones.

Una vez allí, Soria subió a la planta séptima acompañado de esos dos escoltas, de un miembro de la Policía Nacional destinado en los juzgados y de dos vigilantes de seguridad adscritos al edificio, seguramente cumpliendo también un código alfa de arrope del personaje.

En la séptima planta le abrieron una sala para que no se mezclara con el resto de personas que allí esperábamos el comienzo del juicio, entre otros un abogado sustituto que González-Cuéllar envió en su nombre.

Esos privilegios nos hicieron recordar a algunos, y no me pregunten por qué, a los que disfrutaron los acusados de la trama de los trajes de Paco Camps en la sede del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, donde un solícito presidente, a la sazón Juan Luis de la Rúa, habilitó una sala para que las personalidades allí encausadas pudieran disfrutar de su hospitalidad mediante un suculento bufet cuyas facturas fueron descubiertas con posteridad.

El caso es que Soria solo abandonó aquella salita de espera que habilitaron exclusivamente para él cuando la oficial del juzgado llamó a las partes para dar comienzo al juicio.

El primero en declarar fue Soria y allí arrancó un bochornoso festival de “no lo recuerdo” que llamó la atención a algunos, provocó el mosqueo a otros y finalmente el descojono a los demás. Porque parecía bastante pintoresco, a la par que estúpido, que el demandante no recordara nada de lo que se dice en su demanda, de lo que dice la contestación de la demanda ni lo que refleja en el amplio historial de mentiras y de denuncias estrambóticas que ha venido presentando a lo largo de su vida. Por no recordar no recordaba nuestro hombre ni cómo era la suite presidencial que ocupó en el hotel de Martinón, con cuyo patriarca reconoció pasó los días que pasó (él dice que dos, nosotros que cuatro) en el establecimiento.

Cuando se le apercibió de que por ahí iba proa al marisco, Soria empezó a decir cosas muy interesantes. Por ejemplo, reconoció que telefoneó a Alicia Martinón, hija de Enrique Martinón, para pedirle que fuera ella la que le gestionara sus vacaciones en el hotel familiar. Alicia llamó al responsable de NH para el Caribe, Gonzalo Alcaraz, que a su vez dio las instrucciones precisas al director del establecimiento, según consta en el juzgado.

Esa confesión confirma que Soria tramitó su reserva por el único conducto seguro para resultar invitado, porque si su deseo fuera pagar religiosamente las tarifas del hotel, habría acudido a su agencia de viajes, a la web o a una llamada telefónica de reserva, como hace todo hijo de vecino.

Pero la bomba la soltó el abogado de Soria cuando dijo que presentaban en el acto la factura de aquellas entrañables vacaciones, una factura de la que su cliente dijo disponer desde el mismo día que la pagó, es decir, el 4 de agosto de 2015. No podemos comentar mucho acerca de tal documento porque la fotocopia que fue entregada a las partes por el abogado de Soria aparece mutilada por su lado derecho, lo que ya tiene mucha guasa.

Pero lo mejor es que en ella se recogen unos conceptos y unas cantidades que muy bien podrían poner en un nuevo apuro al ex señor ex ministro. Porque uno de esos conceptos es “extras Spa”, es decir, que en aquellos famosos 280 euros que pagó por sus vacaciones en suite presidencial también incluían los extras. ¡Para tararí y no echar gota!

No se vayan a creer que la aparición de la factura responde a una estrategia de sorpresa muy de juicios a la americana, ni a un gesto magnánimo hacia los sufridos periodistas que se la veníamos pidiendo desde hace más de un año. No: esa factura aparece como consecuencia de un documento que NH Aguamarina envió al juzgado en el que se puede leer claramente que Soria y señora solo pagaron en aquel Breathless Punta Cana Spa & Resort los extras generados. Porque en el apartado de renta por habitaciones las cantidades que aparecen son 0,00 y 0,00, mientras que en el de “pagos extras” figuran insultantemente los 14.341,80 pesos dominicanos que desembolsó como único pago.

Sabíamos desde que esto comenzó que Soria era capaz de todo, como demostró en la instrucción de la querella que nos interpuso con motivo de la publicación del caso chalet (ya saben, 21 meses en un chalet de Esquivel sin pagar un puñetero duro, es decir “por la cara”) mientras le tramitaba una concesión para una explotación eólica. Por si no lo recuerdan, para tratar de incriminarnos (pedía dos años de cárcel para mí y 750.000 euros de indemnización que debía afrontar el periódico) llegó a aportar al juzgado unos recibos de chicha y nabo que merecieron el más absoluto desprecio por parte del juez que sentenció y que nos absolvió.

El juicio por el honor de Soria se reanudará el 25 de noviembre con la declaración vía internet de Enrique Martinón y otras pruebas a practicar solicitadas por las partes, por ejemplo, el testimonio del directivo de NH Aguamarina que recibió la llamada de la hija de Martinón y que certificó que Soria sólo pagó los extras no estrictamente hoteleros. Esto no termina aquí, ya lo verán.

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