El mercadillo agrícola de las contradicciones

La culpa de la escalada de precios es de Zapatero, como todo Occidente sabe. El presidente español ha dejado que el precio del barril de petróleo se aproxime ya a los 100 dólares, que los biocombustibles se hayan puesto prohibitivos y que el euribor sea el peor palabro que se pueda pronunciar a la hora del potaje en cualquier hogar del viejo continente. Eso y el cambio climático, que manda Trillos, es culpa de ese presidente que tenemos. De ahí que iniciativas como un mercadillo de productos agrícolas en las ramblas de Mesa y López (Las Palmas de Gran Canaria, ultraperiferia total) que permitiera a los trabajadores del sector primario contactar directamente con el consumidor, haya sido anatemizado como atentado total contra el orden establecido. Se quejaron los comerciantes, se quejaron los asentadores del Mercado Central, se quejó Nardy Barrios, se quejaron las ursulinas descalzas, y hasta Roberto Góiriz se quejó para luego recular. Y las seis asociaciones de consumidores que patrocinaban la iniciativa, sin saber a quién poner una vela.