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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Dos negociaciones, dos visiones

Carmen Valido, miembro del Consejo Insular de Podemos, Alejandro Pérez, secretario general del Consejo insular de Podemos en Gran Canaria y Joaquín Sagaseta, miembro del Consejo autonómico de la formación morada. (Alejandro Ramos)

Podemos no quería que su marca nacional se sometiera al riesgo de candidaturas de todo color y pelaje en las elecciones municipales recientemente celebradas. Temía que por esa gatera se colaran personajes en busca de quince minutos de gloria, viejos resentidos o advenedizos de la política a los que luego fuera imposible meter en vereda y estropearan el paseo triunfal hacia las generales de otoño. No obstante, la formación de Pablo Iglesias prestó su consentimiento y su respaldo a candidaturas que, con otras denominaciones, estuvieran en sintonía. Es el caso, en Las Palmas de Gran Canaria, de LPGC Puede, que encabezó Javier Doreste, histórico e inquieto dirigente de izquierdas que, en trance de jubilación laboral forzosa, ve cumplido su mayor sueño político: alcanzar el poder para, en la medida de sus posibilidades, transformar esta sociedad tan desigual y tan desastrosa. Doreste está liderando un proceso de negociación con el PSOE y con Nueva Canarias verdaderamente ejemplar. Está siendo realista con las aspiraciones que pueda tener su grupo político puestas en relación con los programas de los que pretenden ser sus socios en un gobierno progresista para la ciudad. A Doreste, a Pedro Quevedo (NC) y a Augusto Hidalgo (PSOE) les inspira sobre todo eso, desalojar a la derecha y poner en marcha una gestión de izquierdas que al menos alivie las duras condiciones en las que están viviendo muchas personas en la ciudad y que haga funcionar los servicios públicos de una manera eficiente y sostenible. Que no es poco ante una coyuntura económica complicada y una maquinaria institucional que necesita una actualización que es urgente desde hace décadas. En los negociadores se aprecia voluntad de acuerdo y sensatez. Han dejado para el final el reparto de responsabilidades y se han centrado inicialmente en pactar unos mínimos de actuación que hagan apreciar a la ciudadanía el cambio pretendido y, en buena medida, votado.

 

Obstáculos en el Cabildo

En las negociaciones para el Cabildo de Gran Canaria la posición es exactamente la contraria. A esa institución no concurrió una marca blanca de Podemos, sino la formación oficial en todo su esplendor, tras un estrafalario proceso de primarias que ganó el activista social Juan Manuel Brito frente a la lista del sector Iglesias que encabezaba el secretario local de Las Palmas de Gran Canaria, Miguel Montero, incluido como número 3 en la lista gracias al proceso de abierto de elaboración de las planchas. Podemos obtuvo unos brillantes resultados en el Cabildo (cuatro consejeros) y desde el principio el presidente electo, Antonio Morales, quiso contar con ese partido para conformar un gobierno progresista junto al PSOE. Dentro de Nueva Canarias le recomendaron que invitara también al único consejero electo de Coalición Canaria, Fernando Bañolas, que completaría junto al PSOE los quince necesarios para la mayoría absoluta. En el partido de Román Rodríguez empezaron a desconfiar de las intenciones de Podemos en cuanto conocieron que los dos cabezas de lista de la formación habían sido apartados del proceso negociador. Sus temores no eran infundados. Este martes pudo comprobarse que las intenciones de Podemos no van en la línea de respaldar un pacto de izquierdas en torno al presidente electo. Más bien todo lo contrario. Bastó con escuchar al secretario insular del partido, Alejandro Pérez, antes de entrar en la reunión con Morales y sus dos compañeros de Nueva Canarias Inés Jiménez y Carmelo Ramírez: no vamos a entrar en un gobierno donde esté CC por su contribución “a las políticas de derechas de los últimos años”. El alegato, incorporado al discurso a última hora, porque a última hora se supo de la presencia de CC, tiene al menos dos fisuras. La primera, es el peso que va a tener la formación de Bañolas (un consejero) en un gobierno insular de 15 o 19 consejeros. Y la segunda: también Nueva Canarias y el PSOE habrían contribuido a esas “políticas de derechas” de los últimos años en las islas, porque los socialistas llevan cuatro años gobernando (y siguen en funciones) y Román Rodríguez fue presidente con el PP dándole apoyo a principios de este siglo. Fue el primer obstáculo planteado con antelación a la reunión. Pero los mejores obstáculos vinieron después.

 

Ley electoral y reforma laboral

La delegación con la que Podemos se presentó este martes a la negociación con Antonio Morales y los suyos no dejaba mucho margen para la especulación. Apartados Juan Manuel Brito y María Nebot, la organización decidió comisionar al secretario general del Círculo Insular, Alejandro Pérez, y al carismático Joaquín Sagaseta, histórico dirigente de Canarias por la Izquierda y compañero de despacho laboralista del anterior. Completaba la delegación una señora que dijo ser ama de casa de Carrizal y que responde al nombre de Carmen Valido. Se llevó sus tareas apuntadas en un bloc en una clara constatación de que había sido puesta allí con el único objeto de representar a las miles de personas anónimas que respaldan a Podemos en sus asambleas, ajenas (esas personas) a viejas y resabiadas corrientes de izquierdas. Y si a la entrada, el escollo era Coalición Canaria, a la salida fue una suerte de potaje político el que sirvió de coartada para negar el pacto progresista amplio que pretende Morales: compartimos las líneas generales del programa pero queremos que haya “pactos en cascada”. Es decir, que el no pacto alcanzado en el Cabildo se extienda a otras instituciones. Porque, a decir verdad, el PSOE y Nueva Canarias están cerrando acuerdos progresistas allá donde suman (solos o en compañía de otros), como en Las Palmas de Gran Canaria. Pero los negociadores violetas pidieron más cosas a sus interlocutores, desoyendo sus continuas invocaciones a la oportunidad histórica que se le presenta ahora a la izquierda grancanaria. Por ejemplo, derogar la reforma laboral del PP, que es ley nacional, o cambiar el sistema electoral canario, que es reforma regional con refrendo nacional. Sagaseta es un magnífico abogado y un veterano de mil guerras y sabe perfectamente que ésas competencias no las tienen los cabildos. Como sabe que desde un Cabildo como el de Gran Canaria se pueden encabezar movimientos para iniciativas de ese tipo o más ambiciosas. Pero la impresión que tanto él como sus compañeros de Podemos dejaron en el ambiente fue la de la cerrazón absoluta a un gobierno insular en el que puedan estar y, por lo tanto, adquirir protagonismo y capacidad de maniobra política sus compañeros Brito y Nebot. Los viejos vicios de la izquierda cainita que se resisten a desaparecer en los nuevos tiempos políticos.

 

¿Y el regional? Empeorando la mejoría

Mientras tanto, las negociaciones para el pacto regional entre CC y PSOE marchan por el camino previsto, es decir, empeorando dentro de la mejoría. En La Palma, Anselmo Pestana, del PSOE, y Guadalupe González Taño, de CC, acercan posiciones en una serie de gestos que deberían ir animando a los más reacios a ceder en sus enquistadas posiciones, producto todas ellas de viejos recelos que tienen que ver con la humillación y el desprecio que durante décadas los seguidores de Antonio Castro han infligido a los socialistas. El panorama es ahora distinto al anterior mandato porque es el PSOE el que lleva la voz cantante al haber ganado las decisivas plazas del Cabildo y la capital, y tener (como también tiene CC) al PP desesperado por que le den aunque sea las migajas. Si Perestelo y Pestana consiguen enterrar el hacha de guerra, muchas cosas podrán desbloquearse de ahora en adelante en la isla, con permiso de Blas Bravo, alcalde de Breña Alta y factótum de la revancha eterna. Los negociadores ya dan por descontado que algunos municipios irán por libre. Pero a la vez que se pacifica La Palma, en Tenerife prenden fuego a las antorchas los resentidos de siempre. El ex presidente del PSOE en la isla, Rafael Yanes, ha hecho al Diario de Avisos la confesión de imbecilidad política más grande que puede haber un profesional de la cosa. Como alcalde de Güímar y dirigente socialista pasará a la historia por su pacto con el PP, que no sólo lo descabalgó desde el poder de la alcaldía con una moción de censura con CC, sino que acaba de conseguir un resultado extraordinario doblando su número de concejales respecto a 2011 y ganando las elecciones casi por mayoría absoluta. Desaprovechando una oportunidad única para callarse, ha dicho que los pactos en cascada nunca funcionan, “y yo de eso sé bien”. Naturalmente que no funcionan, sobre todo si, como es el caso, CC y el PSOE no sumarían juntos (7) ni siquiera el número de concejales que sacó el PP (8) haciendo buena la máxima de que el que entra como segundón en un pacto, acaba quedándose con la merienda y con el mantel a cuadros. El papelón que han hecho Yanes y los suyos en Güímar se parece muchísimo al que está padeciendo el PSOE en muchísimas plazas: retrocediendo sin parar y sin adoptar medidas drásticas (sustitución de los inútiles por nuevos valores) que frenen el deterioro. Sólo falta que ahora pacten con el PP para que su presencia en el Ayuntamiento pase en 2019 a testimonial. O nula.

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