Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Sin preguntas y sin directo

Camps había estado cinco días callado como un tuno, entre meditando cada mañana qué traje ponerse y despejar los negros nubarrones que aún después de su dimisión se siguen cerniendo sobre su testa. Desde Madrid le presionaban para que tomara una decisión y hasta Valencia se desplazó ese dechado de democracia y respeto a la división de poderes que se llama Federico Trillo, el de los huevos lanzados desde la presidencia del Parlamento, con viento de Poniente. Trillo y Rajoy querían que los cuatro de los trajes aceptaran las acusaciones y de declararan culpables del delito que siempre negaron. Y el PP valenciano aceptó escenificar ese extraño sainete consistente en aceptar las condenas y evitarse un juicio, como si fuera digerible haber proclamado durante meses la inocencia de todos los acusados y, de repente, admitir la culpabilidad por imperativo electoral. Lo malo es que dos de los acusados aceptaron tal culpabilidad, lo que equivale a los cuatro implicados en la misma causa, y a ver a hora cómo se salen de ese berenjenal. Pero eso le dio igual a Camps, que hundido psicológicamente ante tan patética situación, se lanzó a dimitir con una puesta en escena aún más patética: un molt honorable president esbozando una cínica sonrisa en el momento de proclamar su inocencia, y los servicios de prensa de la Generalitat actuando como censores franquistas para impedir que las televisiones pudieran dar la dimisión de Camps en directo. Y de remate, un comunicado de Rajoy despachándose tanta apoteosis, en lugar de dar la cara y admitir preguntas aunque fuera solo una puñetera vez. Quedamos a la espera de ver a Soria en Intereconomía explicando cómo se libró él del mismo delito en el TSJC. Ah, ya nos acordamos, se lo prescribieron sin querer.

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