Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Revista (muy goda) de prensa

Bandera de España en la Fuente Luminosa de LasPalmas de Gran Canaria. (FLICKR- ErGuiri)

Hace mucho tiempo que las redes sociales vomitan improperios contra la línea editorial del diario El País, referencia indiscutible de la defensa de la democracia en España y de los valores de convivencia que inspiraron la transición. Lo fue durante mucho tiempo y es justo reconocérselo siempre. Pero con el estallido de la crisis afloraron sus más vergonzosas debilidades económicas, y aquel referente del buen periodismo independiente pasó a ser ejemplo práctico de cómo el poder económico global pasa a controlar los últimos resquicios de las libertades que el mismo poder dejó vacantes en la crisis anterior. La plantilla del diario fue traumáticamente recortada; las firmas más respetadas, jubiladas expeditivamente por anticipado, y la línea editorial puesta al servicio del partido en el Gobierno y de sus terminales económicas. A El País lo siguen salvando muchos de sus periodistas, cada cual en su trinchera tratando de hacer como pueden el periodismo que siempre hicieron. Pero la empresa, controlada ahora por fondos de capital y por la banca acreedora, navega en otra dirección. El editorial de este domingo sobre los sondeos de Repsol en las Islas Canarias es un ejemplo más de la deriva editorialista del periódico que para miles de periodistas españoles ha sido un ejemplo de independencia y de calidad. Se titulaba “Sondeos justificados”, y bajo esa premonitoria carta de presentación, se desgranaron uno a uno los más relevantes argumentos de la petrolera española y del Ministerio de Industria para explicar las prospecciones. De la petrolera, los consabidos brindis a la seguridad ambiental, las referencias a otros lugares que combinan petróleo y turismo, la dependencia energética española, los 250 sondeos sin incidentes… Y de parte del Ministerio de Industria, unos feroces ataques a Paulino Rivero por (¡atención!) “convertir una explotación petrolífera en un conflicto político”. El periódico de los Polanco y su abigarrada compañía personaliza exclusivamente en el presidente de Canarias toda la reacción de rechazo de las instituciones, de decenas y decenas de organismos y entidades, de todos los colectivos ecologistas, de la comunidad científica y, por supuesto, de la ciudadanía. Y se lo despacha todo remitiéndose al CIS: “Los canarios (…) no sienten tantos recelos hacia Madrid como el presidente Rivero quiere hacer creer en pretemporada electoral”. Como mínimo, un editorial frustrante. Y como máximo, un editorial godo, godo, godo.

La culpa, de Paulino

Hay frases antológicas del editorial de El País que requieren, como mínimo, una contestación. Ahí van las más representativas:

1) “Rivero está difundiendo la idea de que el Gobierno español trata a las islas como si fueran una colonia; y esta es una afirmación peligrosa, por falsa y demagógica”

Es cierto que Paulino Rivero ha divulgado esa sensación, bastante extendida por cierto, consecuencia directa del distinto rasero que emplea el Gobierno de España con asuntos como las prospecciones: lo que vale para Baleares no vale para Canarias. A las instituciones baleares se las escucha, a las canarias, directamente se las desprecia.

2) “Desde una perspectiva administrativa y técnica, los sondeos aprobados no tienen por qué suponer un daño medioambiental o turístico en las aguas canarias”

O lo que es lo mismo, el papel aguanta todo lo que le echen. Debe ignorar el editorialista de El País las condiciones de estas prospecciones, las profundidades donde se van a acometer y las innegables influencias ambientales que conllevan, haya o no vertidos.

3) “Hay que dar por descontado que el Gobierno obligará a Repsol, la empresa que hará las perforaciones, a cumplir con los requisitos adecuados de protección ambiental; y que ambos rendirían cuentas, desde sus respectivas responsabilidades, si se produjeran impactos ecológicos indeseados”

No explica el editorialista cómo se rinden cuentas ante un accidente de carácter grave, si con los 60 millones de garantías (40 de ellos en un seguro de responsabilidad civil) o si con la dimisión de todos los que han participado activamente en el expediente.

4) Convertir una exploración petrolífera en un conflicto político carece de justificación. España es un país con una dependencia energética que supera el 70% de lo que consume y el Gobierno, éste o cualquier otro, tiene la obligación de inventariar los recursos disponibles”

Es decir, que la decisión de sondear y, en su caso, extraer petróleo en cualquier zona española es una decisión política que nadie debe discutir en nombre de una dependencia energética a la que, según las estimaciones de Repsol, apenas harían cosquillas los yacimientos canarios.

5) “Los precedentes de exploración no justifican la alarma social que amplifica ahora Rivero. (…) Hay plataformas de extracción próximas a otras zonas turísticas sin que por ellas se haya resentido la llegada de visitantes”

No es que lo diga Rivero, es que lo han dicho los principales turoperadores europeos en cartas remitidas al Gobierno de España.

6) “El problema en realidad no es de orden medioambiental, sino político (…) Hubiese requerido, pues, una paciente negociación previa del Gobierno y Repsol con las autoridades autonómicas y locales. En esa negociación tendría que haberse explicado claramente las garantías de respeto medioambiental, la certeza de que la operación cuenta con los seguros de responsabilidad civil y ecológica adecuados y la seguridad del beneficio potencial del petróleo”.

Lo cual evidencia que en El País no se han enterado de nada. Porque esa negociación inexistente es la que ha venido cociendo la ruptura institucional que tanto critica, luego termina por dar la razón a Rivero. De los seguros y de las garantías ya sabemos todo lo que teníamos que saber. Y de los beneficios, ¿sabe el editorialista que no hay nada previsto en esa línea? ¿Sabe que Repsol ha reconocido para esta primera fase de sondeos la creación de unas docenas de puestos de trabajo?

Soria, el ecologista número uno

En el principal diario competidor de El País, El Mundo que pretende recuperar Pedrojota, nos hemos encontrado este puente con otra joya del periodismo: una entrevista informal al ministro Soria de las que dan para mucho jolgorio. Que decidiera un día, así, de buenas a primeras, irse a correr y, al regresar, quitarse el bigote que tanto le sirvió para ser comparado con Aznar, tiene mucha gracia, como la que a él mismo le hace contarlo y recordar que su señora esposa de él ni se dio cuenta de tan celebrada desaparición. Más gracioso es saber que se atribuye para sí la buena marcha de las eléctricas en la Bolsa, obviando que su fortaleza viene de desinvertir en España y hacer lo contrario fuera, donde no hay ministros tan graciosos como este. También podemos encuadrar en la informalidad de la entrevista que Soria se considere el Sandokan de las playas de Canarias: “No hay canario que quiera más a sus costas y a sus playas que yo”. ¡Quién lo iba a decir! Lo soltó, claro, cuando el periodista le preguntó por el lío que tiene montado aquí con las prospecciones, lío del que culpa, como El País, a Paulino Rivero y a la tele autonómica, que “abre o cierra los informativos con una plataforma ardiendo en una playa”.

Se nos va para el extranjero

Pero donde Soria realmente lo borda en la entrevista que le hizo Darío Prieto en El Mundo es cuando le entra a lo que podemos considerar su especialidad, la corrupción. Lean lo que sostiene: “En política tiene que haber un plus de ejemplaridad” (dicho en relación al caso Pujol). “Lo que quiero es que todos los que hayan sido responsables de actuaciones corruptas relacionadas con la trama Gürtel paguen judicialmente por ello” (políticamente no, que nos quedamos sin partido). “Cuando uno está en política lo más importante es tener el mismo comportamiento que si no estuviese” (lo sentimos, no tenemos referencias suyas. ¿O sí?). “En España hay un régimen más severo [con las puertas giratorias] de dos años de incompatibilidad (…) Incluso tras dejar la política, la conducta tiene que seguir siendo ejemplar” (lo sentimos nuevamente, no tenemos referencias suyas para vaticinar nada. ¿O sí?). Y la noticia, en la penúltima respuesta: “Creo que terminaré en un destino que pediré en el extranjero porque soy funcionario del cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado”. Tomamos nota para avisar.

Un penoso titular

Un magnífico reportaje, estropeado por un pésimo titular. La periodista Marian Martínez, de La Opinión de A Coruña, publicó hace unos días un muy buen trabajo sobre el recibo de la luz y la actual política energética del Gobierno de España, para el que consultó con varios expertos. En la pieza hay memorables afirmaciones, como la de la economista Natalia Fabra, de la Universidad Carlos III, que lamenta que cuando España empezaba a recuperar parte de la inversión realizada en renovables, el Gobierno, “en vez de aprovechar la ventaja competitiva que se había conseguido en el sector, optó por abandonarlo”, lo que la experta consultada considera “un error mayúsculo”. También puede leerse en el reportaje un desglose pormenorizado del recibo de la luz, donde destaca el 62% de impuestos y peajes, y del que la periodista (o su editor, vaya usted a saber) eligió como asunto de mayor trascendencia el que llevó a titulares: “Las islas encarecen la luz en España”. Y todo porque, como muy bien aparece en el sumario de la pieza, “cuatro de cada cien euros del recibo que pagan las familias y las pymes son para abonar la mitad de los 1.800 millones que cuesta dar suministro a Baleares y Canarias”. Vaya, vaya. Cuatro de cada cien euros. “Son las compensaciones que reciben las eléctricas por llevar la luz a Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla”, se añade en la entradilla, con lo que ya se va rebajando la agresividad del titular, hasta dejarlo sumido en el amarillismo al afirmar, dos párrafos más adelante, que “4,14 euros se destinan a compensar a Endesa para que los ciudadanos extrapeninsulares puedan pagar por tener luz lo mismo que los de la península”. Ah, la cosa se va aclarando, es para garantizar el principio de igualdad y de solidaridad. Faltaron, claro, algunos detalles importantes, como la posibilidad del consumidor peninsular de elegir suministrador eléctrico, el acceso al gas ciudad y el menor coste que, en consecuencia, soporta individualmente en su recibo. Por no ponernos aquí y ahora cabroncetes y recordar a los que insuflan repudio con estos titulares tendenciosos que somos los mismos canarios que financiamos con nuestros rentables aeropuertos los deficitarios de la Península, o con nuestros impuestos los trenes que no usamos ni tenemos, ni las autopistas ruinosas que atraviesan la España peninsular. Así, con titulares como estos, es como se generan los sentimientos que conducen a algunos iluminados a decir que en Canarias vivimos del cuento.

A ver si les suena esto

“La Policía Municipal sólo desplazó a 12 agentes a un evento en el que debía haber 70”. “La actuación de la Policía Municipal fue nefasta al no deshacer, pues era uno de sus cometidos, el macrobotellón ilegal que se celebraba en los alrededores del recinto. Los únicos 12 agentes desplazados no pudieron combatir el gigantesco botellón que, según los investigadores, tuvo una incidencia crucial en las muertes”. “Las cerca de 3.000 personas que participaban en el macrobotellón entraron en tropel a la planta central del recinto, que ya de por sí estaba colapsado, y desencadenaron la tragedia en uno de los tres vomitorios”. Son pasajes del sumario de la tragedia del Madrid Arena, un suceso ocurrido en Madrid el 1 de noviembre de 2012, pero que tiene algunas concomitancias con lo que pasó en el último partido de la pasada temporada de la liga de Segunda División en el Estadio de Gran Canaria. Las personas que estaban dentro del Madrid Arena eran unas 30.000, unas pocas menos que las que había en el recinto canario, pero el número de policías locales era similar: 12 en Madrid, 14 en Las Palmas de Gran Canaria, “cuando debía haber habido 70”, dice el juez madrileño en su instrucción. Salvando las evidentes diferencias entre una tragedia que ocasionó la muerte a cinco chicas, lo ocurrido en Gran Canaria, donde se hundió a un equipo y a la moral de toda una sociedad, los hechos son similares. Escasez de agentes de la Policía Local; existencia de un enorme botellón fuera del recinto; entrada masiva de los botelloneros en un momento concreto… En Madrid, el exceso de personas dentro provocó que esos 3.000 nuevos espectadores hicieran estallar el pánico, lo que conjugado con vomitorios cerrados, condujo al aplastamiento. En Gran Canaria, la invasión de los botelloneros derivó en lo que todos vimos por televisión. Dos casos diferentes; dos consecuencias bien distintas, pero una misma negligencia de partida.

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