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Peonza: la revista cántabra que lleva 30 años animando a los niños a leer

La ilustración que celebraba los 25 años de la revista fue realizada por la artista Eva Vázquez

Blanca Sáinz

Año 1986. Los profesores del medio rural en Cantabria se encuentran “desconectados” de las novedades didácticas presentes en las ciudades. El docente Javier Flor, consciente de esta situación, decide que el intercambio de experiencias entre profesores no es suficiente y que hay que empezar a trasladar a estos docentes del medio rural un tipo de literatura moderna “como alternativa a los cuentos de siempre”. Y así arranca la vida de la revista Peonza.

Después de llevar a cabo la idea, Flor fue rodeándose de más y más docentes y el grupo se fue consolidando mientras iban surgiendo nuevas necesidades. “Comenzamos a buscar intervenir, ayudar o reflexionar sobre el tema de la lectura, sin ser una autoridad, y viendo hasta qué punto podemos ayudarnos entre todos a hacer de mediadores entre los niños y los libros”, indica Paciano Merino, uno de los diez profesores y maestros que componen actualmente el equipo de Peonza.

Para él y sus compañeros, su labor es parecida a la de las ONG. “Somos un grupo de profesores y maestros que intentamos abrir un debate sobre este tema y mantenerlo caliente en la mente de padres y profesores. Desde las instituciones no se puede olvidar que mientras haya una parte de la población que no lea, esa parte queda mutilada”, argumenta.

Financiación e independencia

Respecto a la financiación de la revista y lejos de ser un asunto controvertido, el profesor opta por responder con simpatía y admitir que se ha convertido en todo un “malabarismo” para conseguir que el resultado sea cero. Merino explica así que los suscriptores y las subvenciones son los que abarcan “la mayor parte de los ingresos”, aunque las páginas de anuncios de la web -que pertenecen a editoriales- también. Diego Gutiérrez del Valle, otro de los autores de Peonza, es el encargado de llevar la parte económica y de ajustar las cuentas “para que no sea necesario que nosotros tengamos que adelantar dinero”, recalca.

Esta incertidumbre en lo económico resulta “necesaria” para el docente si quieren conseguir conservando la independencia total. Por ello, la posibilidad de que este 'nicho' sea cubierto por las propias instituciones queda absolutamente descartada. “No queremos subvenciones incondicionales. Queremos ser lo más honestos posible, y queremos estar con cualquier color que esté gobernando porque lo nuestro va por otro camino”, sentencia.

Y es que para Merino, la cultura y la lectura debe ser “un sentir común” independientemente de la ideología que se tenga. “Para mí es una cuestión de justicia social distributiva. Hay que conseguir que la mayor cantidad posible de población lea, que no se pierdan oportunidades”, reitera. “La lectura es, en muchos aspectos, el ancla que te agarra a la cultura. Una persona que no lee no tiene acceso a una serie de conocimientos y tampoco lo tiene a un manejo de la palabra que le servirá para defender sus derechos más elementales”, advierte.

Esas oportunidades pasan por atender a esos lectores que se han “perdido” por el camino. “Hay lectores que lo son porque en su casa lo eran, hay otros lectores que lo son porque tuvieron un maestro que los animó mucho. Y hay otras personas que no lo son porque no tuvieron un modelo en casa o en la escuela, o porque perdieron el hábito en la etapa de la juventud. Esa gente quizá se hubiese reenganchado a la lectura con una alternativa, y nos preocupa que pase eso”, afirma.

Cambios en la lectura

Merino es una de esas diez 'patas' que sostiene la publicación trimestral desde hace 32 años. Él es profesor de Geografía e Historia en Secundaria y Bachillerato y, al igual que sus compañeros, es consciente de esa 'crisis literaria' que nos acecha. “A veces conseguimos que los niños lean en el colegio y luego a los 14 lo dejan por otros intereses”, comenta el docente. La cuestión de esta problemática también está en entredicho porque... ¿Es positivo obligar a leer en los colegios e institutos? El autor de Peonza lo tiene claro: “Es contraproducente, una experiencia obligada lo único que produce es rechazo”, argumenta Merino.

Y es que, para el docente, quizá el problema resulte de la falta de interés que producen esos ejemplares. “Los libros que se manda leer son de otra época y pensando en otro tipo de lector. Lo que se provoca es que el niño o adolescente no vuelva a coger ese libro de adulto porque lo asocia a un mal momento”, señala.

Sobre que los padres se involucren, y la polémica que suscita, para Merino los progenitores no deberían “delegar” en los maestros este tipo de misiones. “Hasta los 7 u 8 años la labor es de los padres. Ellos forman la inquietud de leer y contribuyen a crear el hábito desde los primeros meses de vida con las nanas, los poemas o las cancioncillas. A partir de esa edad se entiende que desde el colegio es donde se va a llevar a cabo la acción más fuerte, pero aun así, los padres pueden continuar incentivando la lectura llevando a los niños a bibliotecas o librerías”, comenta el docente.

Sin embargo, este profesor es consciente de que la forma de leer está cambiando “porque la sociedad también lo ha hecho”. Un ejemplo es la extensión de los libros. “En el siglo XIX se hacían novelas de 800 páginas, ahora son de 300 o 400, y además se lee desde formatos como el ebook, el ordenador, el teléfono...”. Este cambio de formato también es “necesario” que se enseñe desde los colegios. “No creemos en la coexistencia entre estos dos formatos porque la coexistencia exige indiferencia de uno de los dos lados. Nosotros pensamos en una convivencia en la que es importante aprender a leer con libros, pero también es importante internet porque implica otro tipo de planteamientos”, argumenta.

Esta afirmación se ve contrastada por esa “madurez” que el lector debe alcanzar para ser capaz de llegar a ese “caudal de conocimiento” que en la actualidad, para el profesor, está “sin duda” en internet. Los audiolibros o los libros reconvertidos en películas son otro tema de discusión. “Cualquier propuesta de aprendizaje sobre historias está bien, pero no es lo mismo. La lectura pone en marcha mecanismos mentales que ninguna otra propuesta pone. No porque sea mejor ni peor, sino porque es diferente”, declara.

Y el premio llegó

“Ni siquiera sabíamos que estábamos nominados”, comenta Merino risueño. Y es que recibir un reconocimiento de tal envergadura como el Premio Nacional al Fomento a la Lectura 2018 sin apenas esperarlo les supuso un torbellino de emociones. “En otras ocasiones sí nos lo habían dicho, pero esta vez no sabíamos nada y llegó un correo a la página de Peonza. Lo leí yo, así que se lo reenvié a los nueve y ya por la tarde nos pudimos reunir para celebrarlo”, revela el docente.

Sin embargo, el galardón concedido por el Ministerio de Cultura para ellos no es lo que puede parecer a simple vista, ya que su parte docente sigue saliendo a la luz. “Es un reconocimiento, pero el premio nos parece importante porque está contribuyendo más a que se difunda la inquietud por la lectura”, subraya.

Para Paciano Merino y sus compañeros, que Peonza dejase de necesitarse sería toda una utopía. “Pero pese a que se alcanzase que todo el mundo leyese, seguiría siendo necesario que niños y jóvenes tuviesen buenas experiencias con la lectura, por lo que esta revista u otra seguiría estando ahí para acompañarles”, concluye.

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