Un conflicto representativo de su tiempo: contexto y referencias de las huelgas de Las Forjas de Buelna

Desmemoriados.org

1 de julio de 2019 10:39h

El 28 de junio de 1919 se firmaba el Tratado de Versalles, en el que los países vencedores de la I Guerra Mundial impusieron a los derrotados las condiciones para acordar definitivamente la paz. Los combates y demás hostilidades habían concluido unos seis meses antes, el 11 de noviembre de 1918, tras la rúbrica del correspondiente armisticio. Uno de los efectos de dicho conflicto en la economía española fue la existencia de un marcado ciclo inflacionista que quebró la tradicional estabilidad de los precios. Frente al enriquecimiento de una minoría: banqueros, industriales, grandes comerciantes, navieros, etc., la mayor parte de la población sufrió una importante merma de su poder adquisitivo por un acelerado aumento de los precios que no se vio acompañado de incrementos salariales para las clases trabajadoras. Una vez más, el crecimiento económico no comportaba redistribución de la riqueza y desarrollo.

El ensanchamiento de los márgenes entre riqueza y pobreza es un factor que explica la radicalización de las demandas obreras y el consiguiente incremento de la conflictividad social, de la mano de unas organizaciones sindicales en las que coexistían, frecuentemente entre grandes tensiones, planteamientos socialistas y anarquistas. La crisis de 1917 y la convocatoria de una huelga general indefinida en el mes de agosto, que resultaría reprimida con dureza por el ejército y fracasaría en sus objetivos fundamentales, suponen el aceleramiento de un ciclo de gran agitación obrera que perseguía la ampliación de sus derechos y la mejora de las condiciones de vida, laborales, políticas, etc.

Al tiempo, el sistema político de la Restauración manifestaba una crisis creciente. La inestabilidad era tal, que de finales de 1918 hasta el golpe de estado del general Primo de Rivera, en septiembre de 1923, se sucedieron once gobiernos. Problemas como la pérdida general de poder adquisitivo de la población, la mencionada conflictividad social, la impopularidad de la guerra colonial de Marruecos, las tensiones derivadas de las aspiraciones autonomistas de Cataluña y el nacionalismo vasco, el desarrollo de los partidos y fuerzas de oposición explican el agotamiento del modelo político.

La huelga de La Canadiense, en Barcelona, de la que este año también celebramos su cien aniversario, es recordada como el conflicto social más relevante de esa etapa. Un ejemplo de solidaridad obrera enfrentada a los poderes económicos y políticos. Movilizaciones que desbordaron a la represión y que al final condujeron a la instauración legal de la jornada de ocho horas, lo que llevó a España a ser el primer país del entorno europeo occidental en instaurarla, a partir del 1 de octubre de 1919.

Las Forjas de Buelna fueron fundadas en el año 1873 por José María Quijano y Fernández Hontoria (Los Corrales de Buelna, 1843-1911). Su historia empresarial está marcada por la expansión productiva y el éxito en el logro de objetivos. Partiendo de una pequeña fábrica de puntas instalada sobre un antiguo molino harinero se desarrolló en unos cincuenta años un complejo de tres factorías que englobaban desde, la fundición de los materiales y primera preparación, hasta la trefilería y fabricación de productos derivados del alambre (puntas, telas metálicas, enrejados, cables de acero, etc.), llegando a sobrepasar los mil trabajadores. En torno a la primera década del siglo XX se situó a la cabeza de la producción de derivados del alambre en España. La integración siderometalúrgica se alcanzó en Cantabria a partir de la puesta en marcha en 1903 de los Altos Hornos de Nueva Montaña en Santander, cuyo principal impulsor fue también José María Quijano. Por último, a lo largo de su desarrollo la incidencia de Las Forjas en Los Corrales ha sido fundamental en múltiples aspectos: económico, social, urbanístico, etc. No se puede entender casi siglo y medio de su historia, ni lo que es en la actualidad sin tener en cuenta la existencia del complejo fabril de la familia Quijano; constituyendo un ejemplo de industrialización en el medio rural.

El Instituto de Reformas Sociales fue creado en 1903 como un organismo estatal de carácter autónomo. Su principal impulsor fue el entonces ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, José de Canalejas. Cuenta como antecedentes la Comisión de Reformas Sociales (1883) y el Instituto del Trabajo (1902). Su labor se ceñía a cuatro campos de actuación, siendo los dos primeros los que más desarrollo alcanzaron: la elaboración de la normativa laboral, el control de su desarrollo a través de la acción inspectora y estadística, el estudio de cuestión social y la mediación y arbitraje en los conflictos laborales. Su composición contempla una mayoría de miembros designados por el gobierno y un equilibrio numérico entre los elegidos por la patronal y los obreros. Una de sus características fue la descentralización territorial a partir de las Juntas Provinciales de Reformas Sociales, encabezadas por una autoridad política (Gobernador civil o Alcalde de la capital provincial, un Inspector de trabajo y una representación equilibrada de obreros y patronos). La labor fundamental de estas delegaciones fue la de mediación y arbitraje en huelgas. cierres patronales, etc.

Como en el resto de España, la conflictividad laboral en Cantabria en los últimos años del periodo histórico de la Restauración fue notable en cantidad e intensidad. El movimiento obrero se agrupaba en la Federación Local de Sociedades Obreras, estructurada a su vez en asociaciones sectoriales, como el Sindicato Metalúrgico Montañés, y por secciones sindicales de empresas. Las organizaciones agrupaban a trabajadores y cuadros dirigentes de orientación anarquista y socialista, fundamentalmente. La acción sindical se endureció con la utilización de formas de lucha en las que se recurría al enfrentamiento abierto y la acción directa, no exenta de violencia, en detrimento de las estrategias negociadoras, lo que generaba controversias y tensiones internas. El enfrentamiento entre la UGT y la CNT desembocó en la ruptura de la Federación a partir de la creación por los ugetistas de la Federación Provincial Obrera Montañesa en el verano de 1921. El movimiento obrero en Cantabria se fracturaba así, debilitándose y generando un cambio sustancial en la naturaleza de la militancia que presuponía definición ideológica y encuadramiento[1].

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