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La inestabilidad nacional augura un nuevo curso político agitado en Cantabria

Miguel Ángel Revilla junto a su socio de Gobierno, el socialista Pablo Zuloaga. | NACHO ROMERO

Javier Fernández Rubio

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La inestabilidad política nacional, con una eventual cita electoral en noviembre, meterá presión a los partidos con representación en el Gobierno de Cantabria y en los más importantes ayuntamientos, en donde grandes compromisos inversores y el reparto de la correlación de fuerzas en los equipos de gobierno pueden experimentar cambios en función de los acontecimientos que se produzcan en otoño. Esta inestabilidad también puede verse reflejada en la vida interna de las formaciones, alguna de las cuales, caso del PP, puede ver cómo se reabre la crisis que asoló el partido en la segunda mitad de la anterior legislatura.

El Gobierno de Cantabria se asienta sobre una paradoja. Los dos socios firmaron un acuerdo en Madrid con un Gobierno nacional de Pedro Sánchez que aún no se ha constituido y que a medida que pasan los días tiene más difícil asegurar los votos para la investidura: actualmente solo tiene el apoyo explícito de José María Mazón, único diputado del PRC. Si se convocan las elecciones para noviembre, el peor escenario para el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, las consecuencias pueden ser impredecibles. No tanto porque se tambalee el acuerdo de gobernabilidad de Cantabria, como porque pueda cambiar el interlocutor en Madrid, dejando en papel mojado lo que son ahora unos compromisos en diferido.

Como cerezas en un cesto, todos los escenarios están enlazados. Si hubiera convocatoria de comicios generales, una apuesta socialista para reforzar su actual posición nacional que puede salirle por la culata a Pedro Sánchez, el Gobierno de dos cabezas de Cantabria (PRC y PSOE) puede verse afectado, ya que Miguel Ángel Revilla necesita tranquilidad en la retaguardia cántabra y un interlocutor estatal que le preste atención, cosa que no ocurrió con el Partido Popular. Si la legislatura anterior fue de relativa tranquilidad en el Ejecutivo cántabro, adoleció de capacidad inversora, que es lo que se quiere ahora asegurar vía Madrid.

Ya antes, en el proceso negociador por la investidura de Sánchez, las presiones a las que se vea sometido Ciudadanos tienen una primera prueba de fuego en el cónclave de la dirección nacional que tendrá lugar el próximo día 29. El cónclave está convocado para reforzar la autoridad de Albert Rivera ante las voces críticas, pero no deja de visibilizar una oposición a su línea contraria a vetar al actual presidente en funciones. Si esta línea se torciera y Ciudadanos acabara entrando a negociar acuerdos con los socialistas o se acudiera a una cita electoral con resultado incierto para todos, el escenario afectado se extendería a otros territorios, como el Ayuntamiento de Santander, en donde el acuerdo con Cs fue una imposición de la dirección nacional.

Y es que PP y Ciudadanos en Santander gobiernan en minoría. La oposición entró en shock cuando perdió lo que ya tocaba con la punta de los dedos: una alternancia de partidos al frente del Ayuntamiento. Pero ello no quiere decir que haya tirado la toalla. De hecho, el fantasma de la moción de censura tendrá su primera prueba de fuego con la reanudación del curso político en septiembre: la negociación presupuestaria. Ahí empezará la pugna por el decimocuarto concejal, ese voto que permite aprobar un presupuesto o apuntalar un equipo de gobierno, pero que también puede servir a una oposición a la que solo le basta ahora que Ciudadanos caiga en sus brazos.

En Torrelavega, con una mayoría sólida PRC-PSOE, los avatares penden más de lo que ocurra en Madrid que de la situación en Cantabria, ya que cuenta con el apoyo pleno del Gobierno autonómico. Sin embargo, los grandes proyectos de legislatura -soterramiento de las vías de FEVE, financiación para la transición energética de las grandes empresas del municipio, mejora de las comunicaciones por carretera- pueden entrar en un proceso no tanto de incumplimiento como de enfangamiento que dilate los plazos, ya de por sí largos por los trámites administrativos que comportan los grandes proyectos.

Peor lo tiene Santander, con un Gobierno local del PP y proyectos estratégicos, como la unificación de los espacios ferroviarios o la sucursal del Museo Reina Sofía en el Banco de España que dependen de cómo quiera apretar el acelerador el Estado. Otros proyectos, en la órbita socialista del Ejecutivo regional pero enclavados en la capital, pueden empezar por tomar forma como es la nueva sede del Museo de Prehistoria (Mupac).

Partidos

La segunda mitad de la legislatura anterior en Cantabria se caracterizó por una crisis generalizada de todos los partidos con representación parlamentaria, excepto el PRC. En algunos casos, como el del PSOE, las aguas parecen haber vuelto a su cauce después de que los procesos electorales terminaran por borrar el rastro de la anterior ejecutiva socialista. Otros prácticamente han desaparecido de las instituciones, como Podemos, mientras en Ciudadanos las aguas parecieron aquietarse, a la espera de los acontecimientos en Madrid. 

Pero hay otros en los que las heridas no parecen haberse cerrado, caso del Partido Popular, cuyo liderazgo sigue en cuestión. María José Sáenz de Buruaga desalojó a la corriente de Ignacio Diego e impuso la corriente pactista con el PRC a la que el anterior dirigente se negaba. Sin embargo, la presidenta apostó por Soraya Saenz de Santamaría a la presidencia nacional del partido y no es descartable que Pablo Casado, el nuevo líder, una vez reafirme su posición con los pactos regionales y municipales, cambie las direcciones con 'sorayistas' al frente: Canarias, Asturias y Cantabria.

Ya durante el proceso preelectoral, la dirección nacional marginó a Sáenz de Buruaga -solo fue candidata a la Presidencia de Cantabria cuando falló la primera opción de Ruth Beitia-, durante la campaña fue no menos evidente su distanciamiento de la candidata Gema Igual al Ayuntamiento de Santander, y tras la constitución del Parlamento cedió la portavocía del Grupo Popular al hasta entonces portavoz adjunto Íñigo Fernández. Entre 'casadistas' y 'dieguistas', con unos resultados electorales discretos, una negociación con los regionalistas fallida y una estructura de partido sobredimensionada, Buruaga y su grupo de afines están en situación precaria ante el relevo que pueda propiciar Madrid.

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