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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Como si no hubiera un mañana

Los españoles son los que más pagan

Javier Fernández Rubio

La web hotelscan.com acaba de hacer pública una encuesta entre los turistas españoles que se han alojado en un hotel y concluye que un 90% ha hecho algo prohibido. El 70% se ha llevado comida del buffet del desayuno para comer después (70%), ha fumado en la ventana o en la terraza cuando no se podía (53%), ha robado toallas o albornoces (42%), ha bebido de los botellines del mueble bar y después los ha rellenado con agua o zumo (53), ha dejado las toallas en las hamacas de la piscina todo el día, impidiendo que otros la ocupen (28%), ha metido a otra persona en la habitación (10%) y se ha bañado en la piscina de marras cuando estaba cerrada y por lo tanto sin vigilancia (8%).

Estoy seguro de que si a todos ellos se les preguntara qué opinan de los políticos españoles la mayoría diría que son corruptos y sinvergüenzas, unos aprovechados sin oficio ni beneficio, una lacra, en definitiva, sin que les falte razón en algunos casos, aunque no en otros muchos. Curioso.

El español no tiene el corazón partío, lo que tiene partía es la conciencia. No todos roban o se aprovechan, es cierto, pero se consiente al que roba a lo grande y a poder ser con apellidos. Somos inflexibles con los demás, pero nos revolvemos como gato acosado cuando nos vemos delatados por pequeñas rapacerías. No es una casualidad que algunos políticos se comporten como se comportan. Conocen perfectamente la inmadurez política del español, su condición de súbdito más que de ciudadano, su atávica voracidad, como si no hubiera un mañana, producto de siglos de hambre y penuria, su mentalidad de pícaro y buscavidas que le hace aprovechar la menor ocasión, no sin fruición, su reiterada confianza en cleptómanos profesiones que en el fondo han sido más astutos que él. Cuando el Dioni robó el furgón blindado, media España asistió atónita a tamaño desparpajo, pero el “vaya ladrón” iba acompañado habitualmente del “yo en su lugar haría lo mismo”.

Televisiones que buscan a delincuentes, a poder ser sexuales, a los que entrevistar para subir la audiencia. Lo llaman libertad de información.

Próceres que no han conocido penuria ni dictadura alguna realizan a diario una apología sin escrúpulo del franquismo, con el agravante hipócrita de manifestarse demócratas. Lo llaman cicatrizar heridas.

Políticos acostumbrados a salirse con la suya protestan airados cuando el rival no entra al juego. Lo llaman ruptura del consenso.

Periódicos regados con millones mordisquean de vez en cuando la mano que les da de comer. Lo llaman independencia.

La mediocridad que clava sus garras en las instituciones y trepa que es un gusto. Lo llaman meritocracia.

Mentir. Lo llaman verdad.

Empresas que presumen de implicarse con su comunidad y despiden a sus trabajadores sindicados. Lo llaman libertad de empresa.

Políticos que sustraen información del uso del dinero público. Lo llaman cláusula de confidencialidad.

Tránsfugas que no se van a casa. (Esta es buena). Responsabilidad con sus votantes.

Empresas públicas que pagan con dinero público campañas públicas para contrarrestar informaciones públicas que no gustan a directivos particulares. Lo llaman objetividad.

Ladrones que no tienen ningún reparo en robar pero que no toleran que se les llame ladrones. Derecho al honor.

Honrados padres de familia que se llevan albornoces de los hoteles, descargan ilegalmente de internet, defraudan al fisco, enseñan a poner la zancadilla al niño en el fútbol y no le dicen la verdad ni al médico. Esto es educación.

Pero quien hurta en el hotel, defrauda a Hacienda, sisa en la compra y vota a quien vota, no es más que el pobre que roba la miseria a otro pobre. Flaco favor se está haciendo a sí mismo. La dirección del hotel repercutirá alícuotamente la pérdida por hurtos en sus tarifas. Los servicios públicos se deteriorarán. Habrá copagos para compensar la falta de tributos o el dinero gastado en mariachis. Y finalmente tendrá los periódicos y la clase política que se merece.

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