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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ecologismo de clase

Los jóvenes fueron los protagonistas de las marchas por el clima. |

Susana Ruiz

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La semana pasada se llenaron las calles en diferentes ciudades de todo el orbe para celebrar la Huelga por el Clima y Cantabria no fue menos. Miles de personas gritaron en Santander y otras ciudades cántabras, alto y claro, que queremos otro modelo productivo, que estamos agotando el planeta, que no tenemos otra 'casa' donde vivir.

Pero en pureza, debemos especificar qué demandamos, a qué nos referimos con esas peticiones tan generalistas y hacia qué modelo de planeta queremos ir. De entrada definir como 'huelga' algo que es una manifestación es, cuando menos, confuso. Solo hubo parones en ciertos sectores, entre ellos el educativo, que se unieron a las concentraciones por la mañana o detuvieron su actividad para realizar alguna acción reivindicativa. Y no lo digo como una crítica al movimiento, que considero más que necesario; es que tengo la costumbre de llamar a las cosas por su nombre.

La cuestión principal no es el qué, sino el para qué. ¿Queremos medidas paliativas, ambientalistas, que desarrollen conceptos como economías verdes o desarrollo sostenible? ¿O queremos plantear medidas reformistas de ruptura con el necrocapitalismo, devastador e incompatible con la vida en este planeta? Y es dentro de esa dicotomía donde deberíamos, como sociedad, definir realmente hacia dónde queremos caminar.

La aparición de nuevos partidos que, en una vorágine 'atrapalotodo', nos intentan vender Más Ecologismo, trae un modelo 'verde' que requiere una profunda mirada hacia el producto que quieren vender. La ausencia de programas claros que permitan un análisis sosegado de las propuestas no ayuda, pero ciertos 'modos' pueden ser definitorios de los modelos que proponen. Y ahí es donde, para mí, se produce una fractura entre la lucha de clases y el ecologismo ligth.

Me parece profundamente complicado aunar ciertos discursos con las necesidades y vivencias del precariado. Me explico: me parece más que lícito que nuestras tendencias de consumo se orienten hacia compras más éticas. Que busquemos alimentos de producción ecológica y de proximidad. Que primemos el transporte público frente al privado. Y, así, podría seguir con un montón de gestos individuales que colaborarían, siendo masivos en cambios más o menos sustanciales.

Pero, sinceramente, no sé de qué manera una familia que no llega a fin de mes puede 'elegir' los productos que consume, cuando ese tipo de alimentación es solamente asequible para un sector acomodado de las sociedad. O de qué manera una persona que vive en un núcleo rural más o menos aislado puede acceder a medios de transporte colectivo para ir a trabajar.

Y es por eso que en numerosas ocasiones no podemos elegir ser 'ecologistas' porque no tenemos opción a hacerlo. Y es por eso que el ecologismo debe incidir, debe cuestionar no solo lo que consumimos sino como se produce; no solo se debe basar en esos pequeños gestos, sino que debería ser la base de esa revolución social que necesitamos como conjunto de la sociedad.

Las medias paliativas o cosméticas no van a parar la emergencia climática en la que nos encontramos. Y hablar de energía verde cuando hay un número importante de personas en este país que no pueden pagar la factura de luz o que en ese invierno que se nos acerca, implacable, no van a poder calentar sus casas de ninguna forma, ni verde ni amarilla, es tan surrealista como pedirles que se vistan con ropa de algodón orgánico y tintes naturales.

No puedo comprar un ecologismo que no sea anticapitalista, que no incida en los cambios de modelos productivos y en el decrecimiento del consumo. No puedo comprar un ecologismo ni de derechas ni de izquierdas, cuando son las clases desfavorecidas las que sufren y sufrirán en mayor medida el ecocidio al que nos dirigimos. No puedo comprar un ecologismo que no cuestione que la turistificación en nuestra comunidad no solo es un problema medioambiental por el impacto que produce en nuestro delicado ecosistema cuando está proporcionando una de las mayores tasas de precariedad laboral de todo el estado. Porque ambos aspectos, ambas caras de la misma moneda, no pueden separarse. Y quien quiera mostrar otra realidad directamente miente.

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