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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La balanza comercial de Cantabria

Un camón descarga basura en el vertedero.

Jesús Ortiz

El domingo pasado recordaba Marcos Pereda que Comillas «trajo a la península la primera iluminación artificial de carácter público». Es algo que en casa sabemos bien, porque fue el abuelo de mi mujer quien la instaló.

En otro sitio hemos hablado de la emigración lebaniega a Guatemala. Si desde Liébana se piensa hacia poniente, desde Comillas la vista se dirige a oriente. Desde Comillas se emigra a Filipinas, donde Antonio López tenía su compañía de tabacos, y a Barcelona, donde la radicó. De Barcelona, puro oriente próximo, se trajo el marqués los arquitectos modernistas que han hecho de Comillas, como dice Marcos en su excelente artículo, «una auténtica rara avis, un cachito de la Barcelona sofisticada y burguesa que se ha trasladado a orillas del Cantábrico».

Y allí llevó a cambio a unos cuantos comillanos, entre ellos lópeces y lamadrides, cuyos descendientes han dejado el tabaco y los esclavos y ahora son editores, quién sabe si porque en este negocio también hay negros produciendo o, más probablemente, porque, teniendo ya dinero, se dedican a disfrutar del trabajo.

Es que las personas van y vienen, cuando no se las trae y se las lleva, buscando y generando riqueza de todas las maneras imaginables. Un hijo del abuelo de mi mujer, el que encendió la luz en Comillas, fue de los que emigraron a Filipinas. Allí murió a los 42 años de unas fiebres, por lo que no le dio tiempo de reproducirse en condiciones y en consecuencia el número de primos que mi mujer tiene hoy en Filipinas apenas supera los 400. Este verano estuvimos en Trasvía conociendo a uno de ellos, que visitaba la tierra de sus ancestros con toda su familia, encantado de saber que procedía de aquí.

Dentro de no demasiado tiempo el número de descendientes de cántabros dispersos por el mundo podrá sostener una muy sólida industria turística. Calcúlese a 400 nietos por cada uno de los 53.000 que se irán en los próximos años: 21 millones de personas, añadidas a las que ya están, que, con sus familias, podrían querer visitar la tierra de sus ancestros. (Sí, la gente ahora tiene menos hijos, pero se muere mucho más tarde de los 42: lo uno por lo otro).

Hay voces explicando el reparto de papeles pactado en secreto entre las élites europeas, españolas incluidas, cuando este país entró en la Unión Europea. Los hechos parecen confirmar estos acuerdos, según los que España debía ser el lugar donde se retiraran los jubilados a disfrutar de un tiempo clemente y un entorno no demasiado estropeado por la industria, que sería el privilegio de países más al norte.

En virtud de esos pactos hubo que arrancar vides, con el poco disimulado objetivo de promocionar vinos de otro modo poco vendibles. Al lado, por ejemplo, del rioja, el riesling hace un ridículo risible, apenas salvado por la ingente cantidad de literatura de calidad diversa vertida sobre él: proceso exactamente inverso al ocurrido con, por ejemplo, el rioja, que ha generado ingente cantidad de literatura (por desgracia, también de calidad diversa) al ser vertido en autores incontables.

Pues bien, parece haber otro pacto, este entre las élites españolas, cántabras incluidas, para que en algunos sitios no se haga nada. Así queda espacio libre para solucionar problemas de almacenamiento de donde sí hacen cosas. Un vecino da un paseo, ve un prado sin utilizar y pide amablemente permiso:

—Oye, ¿no te importa que deje por aquí unas cosas que no me caben en casa?

Y al día siguiente tienes ahí un colchón y media docena de paraguas, todos perfectamente obsoletos. Tú te vas a lo tuyo, que es vigilar con mucho cuidado que en los alrededores nadie haga nada, y el vecino sigue usando el prado: al poco hay unas 170.000 toneladas de colchones y paraguas (¡hay que ver lo que llueve en Guipúzcoa y qué bien se duerme allí!). Algo así ha pasado en Meruelo, y ahora también en Castañeda, a donde traerán de Llanes más de 4.000 toneladas de lodo con mucho mercurio (exactamente 4.350 toneladas: ¡Virgen del Amor Hermoso! ¿Podríamos montar una fábrica de termómetros…?).

O sea que la balanza comercial cántabra parece basarse en exportar personas, por un lado, e importar basura, por el otro. Bueno, esto último por los dos: por el del País Vasco y por el de Asturias.

Es un poco raro, la verdad. Seguro que nuestras élites saben lo que hacen, pero sorprende pensar que quieran vivir en palacetes modernistas rodeados de vertederos, y con la plebe huida a Guatemala y a Filipinas. Pero si eso es lo que nos espera, estaría bien que avisaran, de modo que podamos elegir destino, en la medida de nuestras posibilidades. Yo me iría a Alemania, a beber riesling. Peor que el rioja, sí. Pero no tendría que oler la basura.

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