Ya es hora de poner fin al culebrón de Amparo. Todos sabemos que el desarrollo urbanístico está por encima de las personas, que lo que hace grande a una ciudad es un puente, un McDonald's, un chip metido en las entrañas de los desperdicios de nuestra vida.
Que se vaya, que se vaya de una vez y deje el territorio expedito para que podamos asfaltar el campo, enterrar a hormigas y blatodeos, soterrar anhelos y estúpidos discursos de sostenibilidad. Una octogenaria corroída por la nostalgia rural no puede fastidiar la imagen de nuestra Smart City, de nuestras lomas surcadas por escaleras mecánicas, de nuestros anillos culturales sin contenido… Si no quiere un pisito mínimo en un barrio de acumulación, le ofrecemos una plaza en una de esas residencias donde aparcamos a lo humano que ya no es rentable.
Pongamos el punto y final a este episodio que tanto desasosiega al alcalde. Tan guapo él… tan espigado… tan bien reputado en los cenáculos empresariales y en los salones de té de la ciudad del chocolate con churros. El chaval ha cumplido con la legalidad vigente y ningún juez le va a quitar la razón al interés público que jamás es determinado por el público.
Legalidad, legalidad, legalidad es el martilleo incesante que nos repiten cuando todo va mal. También será legal hacer escuchas ilegales sin permiso a Amparo, o hacer un allanamiento policial porque el sargento de turno estaba de mala leche, con necesidad de acción, cuando el cuartel se le parece a una celda. Legal será procesar por terrorismo a los perroflautas que acampen para resistir en lo imposible. Legal es que se despoje, que se usurpe, que se esquilme, que se joda a la mayoría en nombre del interés público mientras el público lo ve por televisión. La legalidad, estimados e ingenuos lectores, nada tiene que ver con la ética ni con la moralidad: bienes de lujo en tiempos de austeridad.
Que se vaya. Porque un vial innecesario es un buen negocio y un buen negocio es lo que quieren los esforzados empresarios de Isolux (“Lo del AVE fue un rápido desliz”) o Copsesa (“Nada tiene que ver que yo sea alcalde del PP en Ramales”). Que se vaya, porque la Vaguada de Las Llamas, tan verde, tan con olor a vaca y huerto, afea la ciudad inteligente, choca de frente con los sensores, microchips y antenas que tan generosamente nos instala Telefónica para saber alguito más de nosotros, los ciudadanos indolentes. Para ellos el negocio; para nosotros, los seis paupérrimos árboles, seis, de la Calle Cisneros a los que este lunes el diario oficial le dedica una página completa a falta de una historia que contar o de una cabeza que cortar.
Que se vaya para que podamos tener orgasmos fingidos en las turborotondas; que se vaya para no dañar la imagen en el camino pavimentado a los centros comerciales; que se vaya para que podamos concentrarnos en lo importante: las rebajas, las elecciones, las elecciones rebajadas, las rebajas electorales… Que se vaya porque algunos “activistas” reconvertidos en candidatos electorales no saben cómo rebajar la tensión o cómo sacarse la foto sin mojarse demasiado. Que se vaya porque estos forúnculos éticos molestan mucho a la paz social.
Pongamos un punto final en este eterno punto y seguido hasta que, quizá, contagiados del virus jónico, hagamos un paréntesis en la legalidad para comenzar a sentirnos un poco más decentes.
Sobre este blog
Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
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