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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La imputación es la hostia

Teresa Díez

Imputar, qué palabra más fea, ¿no les parece? Y encima dice el presidente Diego que está pervertida. Suena a vicio. Parece pecado. ¿No lo podrían arreglar con unos padresnuestros y dejarnos en paz? También habrá quien prefiera el cilicio.

Del significado o alcance de la imputación, que no deja de ser una sospecha, se están escribiendo tesis estos días. Total, para no llegar a ningún lado o si llegan no se entera ni dios.

La cuestión es que se ha creado una ensalada bastante ridícula en la que ofende un poco -lo justo- que tomen por tonta a la ciudadanía. Aunque eso tampoco es nuevo. Vamos, que es lo habitual.

La imputatio. Esta palabra es la hostia. Atizar o comulgar. Depende cómo toque. O te la comes o la sueltas. Si cae en parroquia propia lo que toca es ponerse en fila y tratar de pasar desapercibido. Si no hay suerte, pues a comulgar y a tragar la hostia una vez que se deshaga o despegue del paladar, según lo que diga el código ético del partido.

Si la hostia es ajena no llega consagrada y, entonces, se puede empezar a repartir. La imputación del adversario político puede provocar tal alborozo en el ambiente que algunos se creen que están en Pressing Catch y empiezan a volar los tortazos.

Ahora, como se ven empujados, van de muy castos y, claro, se pasan tanto de frenada que se les olvida algo muy básico que debieron aprendieron de niños: cuando escupes, te puede caer en la boca. Puag.

Pero claro, la hemeroteca es muy cruel y la fonoteca devastadora. Ahí no cabe un “¡protesto, está sacado de contexto”. Y es cuando la gente se monda de risa.

Por este camino, no va a mejorar nunca la opinión ciudadana de los políticos. Y tampoco la de los periodistas diciendo palabrotas en una columna, pero es que somos personas físicas y reincidentes.

¿Saben dónde no se lanzan hostias por la imputación? En Castro. Sí, en Castro Urdiales, que fuera de contexto garantizo que es un sitio maravilloso y lo sostendré aunque me imputen.

¿Por qué los castreños no se dan de leches por la imputatio? Pues porque en este pueblo quien no está imputado no es nadie. Porque no ha firmado un papel o porque cuando lo hizo Acayro, que es un juez al que se le conoce por su segundo nombre, estaba de baja o concentrado en alguna instrucción tan sesuda como entretenida.

Mi pueblo tiene tanto glamour que hasta el propio juez, superactivo en abrir causas y no tanto en cerrarlas, ha estado imputado. Este magistrado, al que alguien ha creado hasta una página de apoyo en Facebook y que metió en la cárcel a un alcalde cuando le investigaba al observar riesgo de reiteración delictiva, está ya libre de sospecha. Como lo estarán muchos otros. Todos no. Siempre que no desaparezcan los sumarios. Los papeles se pierden y los ordenadores son máquinas diabólicas.

Y mientras los políticos de este país siguen perdiendo el tiempo en declaraciones estúpidas a la carta y en hacer códigos éticos que no sirven para nada, Bárcenas se va de semana blanca a Baqueira y Rato reclama unos chines por sus cojines. ¡Hostia, ni que fueran de Castro!

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