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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Yo paleto, tú paleto, él paleto, nosotros paletos...

Bolera para la modalidad de bolo palma.

Marcos Pereda

Hace más o menos un mes se presentó el recorrido de la Vuelta Ciclista a España en su edición de 2016. Como viene ocurriendo en los últimos años, la carrera visita Cantabria, concretamente ese alto de Peña Cabarga que a fuerza de subirse una y mil veces van a acabar desgastando hasta hacerle plano. Que oye, algunos igual hasta lo agradecíamos, porque menudo kilómetro tiene ahí, al final. Y eso. Que vienen por la costa desde Asturias y terminan en ese mirador fabuloso. Y poca cosa más, tampoco quiero escribir mucho de ciclismo que luego hay gente que se me solivianta, y me dicen que es aburrido a rabiar y cosas aun más feas…

Esta presentación me hizo recordar, a su vez, la anterior etapa que tuvo final en nuestra tierra, concretamente en la Fuente del Chivo (prometo que el artículo se reconduce…no se me impacienten). Aquel día se subía El Escudo, antes de bajar a Reinosa por el Pantano del Ebro y enfilar hacia Espinilla, El Henar y demás. Esa tarde durante la retransmisión televisiva hubo una serie de errores de esos que a algunos se nos clavan en los oídos mientras otros no les dan demasiada importancia. Así que recuerde, por ejemplo, decir que tras El Escudo los corredores (que giraban a La Población) entraban en la meseta castellana.

Bien, como los que me rodean ya saben de qué pie cojeo y me lo tienen más que escuchado, aquel día me puse a decir lindezas por las redes sociales. Que si era lastimoso el trato, que si los errores siempre llegaban por el mismo lado (llevaba días escuchando que la etapa de la Fuente del Chivo era la primera del “tríptico asturiano” sic), que si hay falta de ganas y dejación y tal y cual. Un desahogo, vamos. Pero, como esto de las redes sociales es bidireccional (por cierto, hay gente que aun debe de ignorarlo) hubo quien me contestó.

Algunos decían que sí, que siempre tal y que nunca cual, que ya estamos acostumbrados donde no debíamos acostumbrarnos, y que joder, y coño, y esas cosas. Pero otros no. Y hubo incluso una persona (juro que no recuerdo el nombre) que me afeó la conducta (que es algo muy sano, ¿eh?). Que me dijo que me preocupaba mucho de cuestiones baladíes, que eran pequeños errores, que lo de meseta castellana para referirse a Campoo constituían “detallitos sin importancia”. Y lo definitivo, claro, el objeto de este artículo (les dije que acabaría llegando): que tenía que quitarme esos complejos, desenroscarme la boina (otra vez sic) y dejar de ser un paleto.

Yo soy de natural educado, dulce y majete aunque tímido en el trato, así que no me acordé de demasiada parentela del sujeto porque aun no está demostrado que la influencia familiar sea la única que dibuja el carácter de los seres humanos, así que poca culpa tienen. Pero vamos, un par de exabruptos sí que dije. Por acompañar. Total, son gratis, y como me encanta insultar con insultos cántabros (aquí ya lo he contado) pues todo quedaba más o menos contextualizado. Por continuar la conversación, más que nada…

Pero eso es agua pasada, ejem… Con lo que me quiero quedar es con la expresión del tipo: paleto. Lo de la boina, y tal. Que ya sé que es una figura literaria, pero vamos, dice mucho de unos y otros. Porque, oigan, si amar lo propio, si defender lo que tenemos (no pensar que es mejor que lo de otros, no despreciar lo ajeno, no dejar de apreciarlo, amarlo, disfrutarlo) es ser un paleto… pues en realidad el término dice mucho que quien lo regala, seguramente más que de quien lo recibe. ¿Qué te gusta la música tradicional de una tierra? Paleto. ¿Sabes distinguir más de dos razas de vacas? Paleto. ¿Te atrae todo el rollo de las albarcas, y el palanco pasiego, y los bolos y esas chorradas? Paleto, paleto, paleto. Ya ni digamos si se te ocurre leer algo sobre Historia de Cantabria, o a algún autor de aquí, en lugar de esas obras maestras que surgen como setas en el campo del postureo literario… pues eso. Que eres un paleto. Y un gañán, copón.

Esta idea representa, creo, una forma de ver la realidad. Una en la que se desprecia lo “rural” solo por ser de pueblo, como si todo lo de ciudad fuera mejor, o más completo, o más refinado. Y es algo que he visto mucho en esta tierra, la misma donde podemos encontrar a gente que conoce mucho mejor Europa que la misma Cantabria. Pregunten, pregunten, y verán… hay un porcentaje extremadamente alto de urbanitas que saltan directamente de la ciudad a las comunidades autónomas vecinas… seguramente en globo, o por teletransporte, porque solo así se puede explicar el enorme desconocimiento de la propia geografía. Vamos, que van de Santander a Madrid sin pasar por Campoo, juraría… Y esto es, paradójicamente, y aunque ellos no se den cuenta, un reduccionismo brutal.

A lo mejor son solo impresiones mías, que puede ser. O una expresión desafortunada. Pero vaya, que yo pienso que no, que muestra una mentalidad muy determinada. La de “local/malo” contra “lo de fuera/bueno”. La de qué importan esos errores, qué importa decir que Campoo es Castilla, o que Brañavieja es Asturias. La de quitarnos las albarcas y dejar volar nuestro cosmopolitismo. Afuera hace menos frío, y todo es mejor, más rápido, más moderno, más cuidado. Eso dicen. Y yo, qué quieren, no lo veo así. Porque lo que yo pienso es que despreciar lo propio no es el camino para ponderar lo ajeno, como no es tampoco deseable lo contrario. Pero no nos pasemos de papistas, por favor, y no tachemos a quien no piensa como nosotros. Y, sobre todo, no nos creamos más que otros.

Paletos, dicen. Pues oigan, puede ser. Desde luego no era que me apretara la boina, porque nunca la llevo puesta en casa. Es de mala educación no descubrirse en interiores.

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