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De Marruecos a España en el motor de una furgoneta: “Pagué 3.000 euros y pensé que me iban a matar”

Naji El Boughazzaouy, alias Javivi, llego a España desde Marruecos hace 20 años

Celia Álvarez

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Con 14 años, Naji El Boughazzaouy, conocido por su entorno como Javivi, dejó los estudios para sacar adelante a su familia. ''Mi familia era muy pobre. Éramos siete y subsistíamos con 1.500 euros al año'', afirma. Ni una, ni dos, ni tres. Hasta cuatro veces intentó Javivi, sin éxito, llegar a la Península. El día que su familia le informó de que un chico podía llevarle a España por 3.000 euros no dudó en aprovechar la oportunidad. ''Todos queríamos venir, pero mi padre me eligió a mí porque me atrevía con todo'', cuenta mientras recuerda con cariño a su progenitor.

Cuando saltó el muro de la frontera con Ceuta, la policía le descubrió. ''Tenía miedo de que me dejaran en manos de la policía de Marruecos porque cuando tenía 16 años me llevaron donde ellos y, en dos ocasiones, recibí palizas. Por eso, empujé al policía, agarré el alambre de espino que había entre los muros, con el que me rajé las manos, y me tiré al río'', recuerda. 

Una vez en Ceuta, las personas que le ayudaron a dejar su país le llevaron al desguace donde tenían una furgoneta preparada. ''Pensé que me iban a matar'', admite. Javivi llegó a Algeciras, un 25 de julio, metido en el motor de la furgoneta en el que pasó dos largas horas, mientras sostenía la botella de agua refrigerante en las rodillas. De allí le llevaron a Murcia y más tarde a Aguilar de Campoo, donde trabajó como agricultor.

Al llegar a la capital cántabra, se infiltró en el ferry para viajar hasta Inglaterra, pero la policía le volvió a descubrir. ''Aproveché que era la Guerra Civil de Argelia y dije que era argelino'', confiesa con sinceridad. ''De esta forma conseguí un papel que demostraba que llevaba tres años en España, me concedieron los papeles y pude trabajar tranquilamente'', relata.

Su estancia en Santander no fue fácil. Javivi tuvo que ingeniárselas para sobrevivir: dormía en unas naves abandonadas junto al hospital de Valdecilla, comía en la Cocina Económica y cenaba en un albergue regentado por unas monjas. ''Estando en el albergue, un señor vino a buscar a algún chaval para trabajar en la ganadería, así que fui corriendo donde él sin pensármelo'', asegura tajante.

Con este trabajo, y después de siete meses durmiendo en la calle, Javivi consiguió el dinero suficiente para alquilar una habitación donde dormir y mandar dinero a su familia para saldar las deudas que tenían. ''Para que yo viniera a España, mi familia tuvo que pedir dinero prestado. Lo primero que hice con el dinero que ganaba fue devolver lo que debíamos'', confiesa.

Actualmente, tiene 44 años y vive en Santa Cruz de Bezana. A pesar de que ha trabajado en diversos sectores como la agricultura, la hostelería o la ganadería, a día de hoy en día entrena a dos equipos de fútbol del Marina Sport. Su mujer Lorena, a la que conoció cuando trabajaba montando los coches de choque de las ferias, regenta una peluquería con la que sostiene económicamente a la familia. Sus cuatro hermanos también tienen su familia y su trabajo en España.

“Si respetas, te respetarán”

Javivi dice que nunca ha presenciado ningún acto racista. ''A mí nunca me han dicho que me vaya a mi país. Si tú respetas, te respetarán a ti'', sentencia. En cambio, sí reconoce haber sufrido el rechazo de la familia de su mujer y madre de sus dos hijos, de 8 y 15 años.  Respecto a las nuevas generaciones de migrantes, Javivi se muestra muy crítico: ''La mentalidad ha cambiado. Antes venías a buscar un trabajo, pero ahora los menores saben que aquí están protegidos'', asegura. ''Si vienen aquí sabiendo que a los menores no les va a pasar nada, ¿por qué no se informan de las normas que tienen que respetar?'', se pregunta preocupado.

Además, afirma que ''los inmigrantes tenemos que dar ejemplo porque venimos a refugiarnos de las condiciones que tenemos en nuestro país. Debemos adaptarnos a las costumbres, no intentar cambiarlas''. ''Yo separé entre la religión y la vida cotidiana. No me parece correcto que haya personas que se aíslen. Algunos viven en una burbuja entre su casa y la mezquita'', reflexiona. Respecto a esta situación, Javivi se pregunta: ''Estas familias tienen hijos que estudian con niños españoles. ¿Van a aislarles a ellos también?''.

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