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“A todos nos importa enfrentarnos al lenguaje del odio por higiene cívica y democrática”

Manifestación contra el fascismo, el racismo, el machismo y la discriminación. |

Sara Aja

'Por España, por nuestra gente. Prioridad nacional'. Este es el lema con el que el próximo 9 de septiembre los integrantes de la asociación ultraderechista 'Alfonso I', un colectivo xenófobo y racista, se manifestará en Santander en contra de la acogida de refugiados. No es la única reacción impregnada de odio y discriminación. Desde que el pasado mes de agosto un grupo de terroristas atacasen Barcelona y Cambrils, una oleada de comentarios xenófobos ha arrasado tanto las tribunas de opinión de medios de comunicación como las redes sociales.

¿Son el racismo y la xenofobia ideologías que nacen en situaciones críticas y se desvanecen cuando se retoma la estabilidad o, por el contrario, son una lacra latente en el imaginario de los ciudadanos españoles? El periodista y activista Paco Gómez Nadal y el filósofo y politólogo Martín Alonso, dos expertos en movimientos sociales, concuerdan en sus respuestas: el peso de la historia europea y la tolerancia de la sociedad ante la discriminación.

Gómez Nadal cree que existen “disparadores” que visibilizan más una forma “estructural” de pensamiento en España. “Este país no ha tenido un proceso de conversión después de 40 años de dictadura en el que haya cambiado la estructura de fondo; una estructura racista, androcentrista, antropocentrista y cristianocéntrica”, expone este defensor de los derechos humanos, quien ve en los atentados o las crisis migratorias una excusa para que afloren estos sentimientos adormilados.

Para Alonso, uno de los factores por los que surgieron estas ideologías son las crisis económicas. Según este sociólogo, parte del apoyo a estas “extremas derechas populistas y xenófobas viene por parte de los trabajadores de las clases populares resentidos por la crisis”. En concreto, pone el foco en el resentimiento de los acontecimientos recientes como en 'sí' al Brexit o la Presidencia de Donald Trump.

Sobre este último, considera que ha utilizado el mecanismo del chivo expiatorio: “Trasvasar las responsabilidades y que no se vea dónde está el origen de los verdaderos culpables”. Además, para este experto, Estados Unidos es uno de los enclaves importantes donde se produce otro fenómeno, la “identificación”, que culpa a los extranjeros, en general, y al Islam, en particular, de la mayoría de las masacres a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Los estereotipos creados y adquiridos son los causantes de esta islamofobia, y lo que preocupa a estos especialistas es la tolerancia a las manifestaciones islamófobas que se dan por culpa de estos prejuicios. “Hay que dejar claro el rechazo al Daesh, al fundamentalismo islámico. Eso es algo incondicional y no hay que buscar contextualizarlo”, afirma Alonso, para quien los terroristas responden, al igual que las corrientes xenófobas que de los ataques rebrotan, a ideas fascistas.

Paco Gómez Nadal profundiza más en las raíces del problema y se pregunta: “¿Cómo somos como sociedad?”. “Somos parte de una cultura con una religión monoteísta y como religión monoteísta excluye al resto; somos mayoritariamente blancos y, por tanto, excluimos al resto, a los que no tienen nuestro color, y hay un dominio masculino de la sociedad, que es el patriarcado y que excluye a la mitad de la sociedad que son las mujeres”, contesta a su pregunta, y señala que esta cultura es el resultado conformado en el sistema educativo, en las iglesias, en los medios de comunicación de masas y que se respalda desde las instituciones.

Para estos expertos, tanto las instituciones como los agentes persuasivos de la sociedad perpetúan la tolerancia ante las actitudes discriminatorias. “Las instituciones son controladas por grupos dominantes que son los que consolidan estas estructuras violentas”, manifiesta Gómez, quien reafirma la teoría del chivo expiatorio de Alonso diciendo que la estructura hegemónica provoca un “clima de tensión que beneficia porque despista sobre los problemas de fondo”.

Por su parte, Alonso indica que entre las autoridades hay “ideologías repartidas”, aunque enumera una serie de líderes europeos cuya línea política traza diferencias entre sus ciudadanos y los extranjeros, destaca que los valores de Europa están quebrándose con los acuerdos con Turquía, con Libia o con Níger y que “el continente está renunciando a los derechos humanos de asilo y refugio”.

De nuevo, la clave que permite esta corriente discriminatoria es la conciencia social. Alonso cree que “el hecho de que un responsable de Cultura escriba en un medio estos estereotipos burdos quiere decir que hay una cierta estabilidad social por parte de ello” y señala que “desde el punto de vista cívico, nos importa a todos el enfrentarnos a estos lenguajes de odio, no por preferencias ideológicas, sino por higiene cívica y por higiene democrática”.

Las distintas voces de la conciencia social se encuentran, hoy en día, entre los titulares de los medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales. Estos expertos consideran que el anonimato de la red es crucial porque asegura impunidad sobre lo que se puede decir y destacan la velocidad de sus efectos, la rapidez con la que cualquier persona puede instalar ideas en una sociedad.

Gómez Nadal opina que existe “una moda de lo políticamente correcto” que regula la libertad de expresión dependiendo de si el que tiene la palabra pertenece al grupo dominante o es una persona oprimida, o que cuestiona el sistema opresor, que utiliza de manera ambigua el sistema judicial. 

Además, Alonso alude al “califato virtual”. El sociólogo considera que las redes sociales se han convertido en un instrumento del Daesh para radicalizar a los fundamentalistas y que estos mismos mensajes son los que provocan una reacción xenófoba.

Sin fórmulas para erradicar esta lacra, sin embargo, ambos reseñan el compromiso ciudadano, la reflexión individual y la protección de los mensajes y el tratamiento de los medios de comunicación de masas. También apuesta por reforzar los valores de convivencia en el currículo educativo y promover un lenguaje respetuoso y no discriminatorio.

Gómez Nadal, impulsor del colectivo La Vorágine - Cultura Crítica, -cuya sede en Santander ha sido atacada esta misma semana-, subraya el cambio individual como el más complejo y necesario: “Debemos reflexionar sobre cómo reaccionamos cuando escuchamos comentarios racistas o xenófobos dentro de nuestros contextos y cómo defendemos un modelo mucho más incluyente y no este que tenemos ahora”, incide.

Por su parte, el profesor Martín Alonso recalca la necesidad de la implicación política para promover ideas verdaderamente democráticas y humanitarias, así como “evitar los estereotipos, procurar leer la realidad en sus profundidades y no con estos exabruptos con los que a veces simplificamos situaciones que son complejas”.

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