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“Sabía que podía entrar a quirófano con los ojos abiertos y salir con ellos cerrados”

Pedro Peña, trasplantado bipulmonar, en la calle Burgos de Santander | RUBÉN ALONSO

Rubén Alonso

Cada año, Cantabria se sitúa como una de las comunidades de referencia en donación y trasplante de órganos y, gracias ello, muchas personas se benefician y logran recuperar calidad de vida tras haber sido diagnosticadas de una enfermedad que requiere de una intervención de este tipo. Este es el caso del santanderino Pedro Jesús Peña Moreno, para el que este domingo 12 de febrero se cumplen tres años de su trasplante bipulmonar. 

En 2010, tal y como él mismo narra, comenzó a notar que se fatigaba, lo cual, en un primer momento, lo achacó al tabaco puesto que era fumador. “Cuando fui al médico de familia me diagnosticó a simple vista que había algo más que el tabaco”, afirma. Los análisis y radiografías que le realizaron evidenciaron que se trataba de un problema en los pulmones.

Tras unas pruebas “más agudas e intensas” en el Hospital de Valdecilla le diagnosticaron una fibrosis pulmonar, una enfermedad que con el paso del tiempo se iba agravando. “Llegó un momento en el que necesitaba hacer uso de una botella de oxígeno para caminar, situación que fue a más, y finalmente la requería día y noche, constantemente, y tras dos años y medio, tenía que estar en casa todo el tiempo conectado a este sistema”, relata Peña.

Asegura que cuando le dijeron que padecía esa enfermedad le “cayó como un jarro de agua fría”. A pesar de ello, cuenta que se sentó y dijo: “Me ha tocado a mí y tengo que luchar para salir adelante”. A partir de ese momento, comenzó un proceso de tres años en el que le prepararon “física y mentalmente para asumirlo todo”.

“Físicamente yo tenía que adelgazar 15 kilos porque si no lo hacía, no se podía hacer el trasplante. Pesaba 95 y tenía que bajar a 80. En algo más de tres años anduve 8.000 kilómetros, además de realizar otra serie de ejercicios”, explica Peña. En cuanto al apoyo psicológico destaca a su familia, en primer lugar. 

“El entorno familiar influye mucho porque son momentos difíciles en los que te vienes abajo”, subraya. Además, en este sentido, reconoce la labor de todos los médicos de Valdecilla pero menciona especialmente a la doctora Sonia, puesto que es con la que “más contacto” tiene. “Me lleva el día a día, me fue preparando y me decía que no era la primera persona ni sería la última”, sostiene. 

Peña hace hincapié en que en todo momento estuvo informado de los posibles riesgos y consecuencias durante y después de la intervención. “Fui consciente y lo pensé fríamente”, apunta. Señala que consultó en internet, a pesar de que en Valdecilla le dijeron que tuviese “cuidado” con ello. “Soy una persona más o menos consciente de lo que leo y de lo que es la vida, que tengo más de 60 años”, manifiesta, y en relación a ello, recalca que “hay que saber separar el grano de la paja”.

“Me informé de los riesgos que podía traer un rechazo y también sabía que podía entrar a quirófano con los ojos abiertos y salir con ellos cerrados”, relata. “Tienes muchas horas para pensar en ello, muchas horas caminando, concretamente desde 2010 hasta 2014 que me lo trasplantaron”, expone. 

Intervención

Pedro Peña entró en el quirófano el 12 de febrero de 2014 y salió al día siguiente, el día 13, a las 10.30 horas. Por tanto, su intervención duró 11 horas. “Después estuve en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) cuatro días que los pasas sin pena ni gloria porque estás lleno de tubos y medio sedado”, explica.

Asegura que el último día “ya hablaba y reconocía a la gente”, a su mujer y a sus hijos que les dejaban entrar a verlo. Posteriormente, “me subieron a una habitación en la que estuve alrededor de una semana ingresado y a partir de ahí todos los días bajaba una hora a hacer ejercicio de gimnasia”, afirma. En total, Peña estuvo en el hospital 26 días y el 10 de marzo le dieron el alta. “Salí, empecé a caminar y hasta hoy, cada día mejor”, manifiesta con satisfacción.

Tras este proceso del trasplante, Peña cuenta que lleva “una vida muy normal como puede hacer cualquier otra persona”. “Por supuesto, no fumo y no bebo”, aclara. Todos los días, tal y como reseña, hace ejercicio.

“Voy a andar, a buen ritmo, no de paseo ni de escaparates”, señala entre risas, para demostrar  que cada hora recorre “una media de casi seis kilómetros”. Además, “hago unos ejercicios de espirometría que me han recomendado en Valdecilla para fortalecer los pulmones, para evitar el rechazo”, afirma.

A día de hoy, “no siento nada, ningún contratiempo, tengo una calidad de vida muy buena”, expresa con regocijo. Sin embargo, reconoce que también “procura cuidarse”. “Los días que llueve procuro no salir de casa porque somos propensos a una neumonía o a un catarro, lo que nos perjudicaría mucho”, apostilla.

La causa de su enfermedad

Peña cuenta que trabajó durante 15 años en una empresa de coches y que, hace 27 años, montó su propio taller. Un año después de que le efectuaran el trasplante, tras haber analizado en profundidad sus pulmones, le comunicaron que padeció una fibrosis pulmonar “provocada por el asbesto, a causa del amianto en los frenos y embragues”. Se trata de un material altamente cancerígeno

“Antiguamente, cuando yo empecé a trabajar, no había medios ni recursos humanos como hay ahora, trabajábamos bajo la ignorancia y no éramos conscientes de que podía acarrear estas consecuencias”, manifiesta Peña. “Me tocó a mí, habrá otros muchos mecánicos a los que no, eso es como el que juega a la lotería, jugamos muchos pero le toca al que le toca”, señala con resignación.

Además, añade que cuando conoció esta causa “lo primero” que hizo fue una reforma en su taller. “Hice una instalación completa con unos extractores de humo para aspirar todas las sustancias nocivas que pudieran desprenderse, y con ello, los mecánicos y chapistas no corren riesgos”, esclarece. “Es importante porque la vida de una persona no se valora hasta el momento en que se pierde”, sentencia Peña.

Agradecimientos y recomendaciones

Pedro Peña reflexiona sobre el Hospital de Valdecilla y denuncia que “no reconocemos lo grandes profesionales que hay allí”, y cita la gran cantidad de trasplantes que llevan a cabo, como en la primera quincena de enero en la que realizaron 15. “Solo criticamos lo malo, no valoramos lo bueno. Personas como yo tenemos que dar la cara y reconocerlo”, subraya. “Estoy muy contento y muy agradecido”, sentencia.

Por otra parte, recomienda a todos aquellos que pasen por una situación similar a la suya que “sean valientes y que se apoyen en sus familias”. Finalmente, apunta que el próximo martes tiene unas pruebas “un poco severas, en unas máquinas especiales”, para “contrastar el interior” de su cuerpo y reafirmar que todo transcurre por el mismo buen camino que hasta ahora. “Es por mi bien”, concluye.

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