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Los silencios y los medios en el Caso Almería

Entierro de uno de los asesinados en el Caso Almería.

Desmemoriados.org

Un somero análisis de la prensa periódica en torno al Caso Almería muestra que se produjo una concentración de noticias en dos periodos concretos de los años 1981 y 1982. El primero de ellos comienza el martes, 12 de mayo de 1981, con la reseña de la confusa muerte de tres jóvenes en el barranco de Gérgal y se prolonga hasta julio de ese mismo año, con el desarrollo de determinadas diligencias para el esclarecimiento de los hechos. El segundo periodo se circunscribe al comienzo del juicio entre mediados de junio y, tras la sentencia, el anuncio de presentación de recursos ante el Tribunal Supremo por las partes, a principios de agosto de 1982.

A partir de ese momento las apariciones en los diarios tienen un carácter más puntual, ligado a cuestiones como la sentencia del Tribunal Supremo, la del Constitucional, la expulsión de los condenados de la Guardia Civil, la petición de indulto, la salida de prisión y posterior muerte del principal condenado, el teniente coronel Castillo Quero o los sucesivos aniversarios de los asesinatos.

La lectura de los medios escritos en los momentos más relevantes citados revela, de hecho, que en otras circunstancias el caso quizá hubiera podido adquirir mayor relevancia. Por citar algunos acontecimientos de los más destacados en esas fechas, están los asesinatos y otras acciones violentas de ETA-m, las acciones del GRAPO y grupos de ultraderecha, el asalto al Banco Central en Barcelona, las muertes producidas por el conocido como síndrome tóxico (consumo de aceite de colza desnaturalizado), el intento de asesinato de Juan Pablo II, el proceso de descomposición de la UCD y, en otro tono, el desarrollo del Campeonato Mundial de Futbol, ya en el verano del 82.

Del análisis del  tratamiento de los hechos en la prensa se pueden extraer algunas conclusiones que, más allá de lo periodístico, nos remiten a la situación política y a la relación entre los medios de comunicación y el poder en los años ochenta. Se trata de unos sucesos sobre los que es muy difícil encontrar un editorial, más allá de la petición de esclarecimiento de los hechos.

Vistas las trabas y enormes presiones sufridas por la acusación particular en el proceso judicial, se explica el perfil bajo que, salvo honrosas excepciones, adoptó la prensa con respecto al triple crimen. Tanto el Gobierno de UCD como los posteriores del PSOE utilizaron fondos reservados para pagar compensaciones a los guardias civiles condenados, dando naturaleza de estado al comportamiento terrorista aplicado a los jóvenes, por si hubiera alguna duda. Así las cosas, la calificación de los hechos como asesinato tarda en aparecer en los medios informativos y solo, tras la mayor y más variada oferta que suponen los medios digitales, se generaliza y consolida ese tratamiento. 

Evidentemente todo esto tiene que ver en la manera que estos hechos son recordados, aspecto en el que, sin ningún afán demoscópico, la mayor parte de las personas preguntadas en la actualidad sobre el Caso Almería aluden a la explicación del trágico error de unos guardias civiles frente a lo que lúcidamente escribía Jorge Martínez Reverte en una tribuna de El País el 12 de abril de 1994: “¿El crimen de Castillo Quero fue, entonces, confundirlos? ¿Si hubieran sido etarras sería menos crimen torturar y asesinar a unos chavales?”. 

Martínez Reverte escribía su artículo 'Almería' reseñando el entierro del teniente coronel que dirigió el “operativo” que acabó con la muerte de Juan Mañas, Luis Cobo y Luis Montero: “Dicen las crónicas que ha muerto de un infarto un asesino que se llamaba Castillo Quero, y que a su funeral acudió de uniforme un gobernador militar. El militar fue por razones de amistad, no representaba a nadie más que a sí mismo. O sea, que el uniforme se lo dejó puesto por rutina”. Hoy, 35 años después del Caso Almería y tras 22 años del artículo de Jorge M. Reverte parecen aún vigentes sus palabras: “No está de más recordar aquel crimen para el que no hay adjetivos, porque parece haber una notable confusión. Los periodistas tenemos bastante culpa”.

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