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Nueva política, viejos problemas

Errejón fue escracheado en un mitin por su apoyo a la candidatura oficialista. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Rubén Vivar

Suele decirse que los partidos políticos son como una gran familia, en la que hay 'padres', 'madres', 'hermanos', 'cuñados' y 'suegras', es decir, unos parientes a los que tienes aprecio y otros a los que no puedes ni ver. La multitud de actos y la defensa de unos mismos ideales favorecen vínculos de unión entre los militantes pero también es habitual que afloren las discrepancias, los celos y las disputas. De ello saben bien los partidos más veteranos que llevan décadas lidiando con las luchas de poder y con los egos de unos y otros, pero también pueden dar buena cuenta las formaciones más jóvenes.    

Este nuevo ciclo político ha demostrado que las divisiones internas no son solo una cosa exclusiva de los viejos partidos. En Cantabria, las 'familias' de Podemos, Ciudadanos y Ganemos Santander Sí Puede no parecen bien avenidas. A pesar de su corta vida, en los tres partidos ha habido acusaciones de “totalitarismo” por parte de la cúpula y los tres ya se han visto envueltos en varios conflictos que a día de hoy no se han cerrado. 

El último y más sonado ha sido la expulsión de Antonio Mantecón como portavoz de Ganemos Santander Sí Puede. El edil ha pasado a tener la condición de no adscrito después de que el dueño de la marca, el catalán Julià de Fabián, lo haya destituido de un partido en el que no milita. Según la versión de Mantecón, el propietario de Ganemos exigió al grupo municipal tras las elecciones dinero a cambio de usar su marca y al no aceptar el “chantaje” lo han puesto de patitas en la calle con la “connivencia” del Ayuntamiento, donde gobierna el PP, y de Tatiana Yáñez, su excompañera de partido con la que no se habla prácticamente desde comienzos de la legislatura.

Así, Yáñez se ha quedado como portavoz -y con los beneficios económicos que eso supone- de un partido sin militantes, ya que el grupo que dio luz a Ganemos Santander Sí Puede se ha ido con Mantecón, que al contrario que Yáñez tiene respaldo social pero no tiene oficialmente partido político.  

Podemos, por su parte, ha vivido una montaña rusa de emociones desde que el proceso de primarias para elegir al secretario general acabara en los tribunales. José Ramón Blanco apenas cumplirá un año al frente de la formación, que le ha retirado su confianza y que acaba de iniciar un nuevo procedimiento para sustituirlo. Blanco ha encontrado en sus compañeros diputados Alberto Bolado y Verónica Ordóñez su oposición más dura.

La revuelta ha estallado oficialmente por las diferencias en la designación del personal al que el partido tiene derecho por tener tres representantes en el Parlamento de Cantabria, así como por la supuesta “dejación” que Blanco ha hecho de los círculos municipales, según denuncia el sector crítico, que aglutina a 20 de los 30 miembros del Consejo Ciudadano. De fondo se vislumbra una cuestión de aptitud.

Más discretos pero con los mismos problemas están en Ciudadanos, donde acaban de dimitir dos de los cinco miembros de la Junta Directiva, un órgano que había sido renovado el pasado mes de octubre. Además, también han sido expedientados los dos ediles que la formación tiene en el Ayuntamiento de Piélagos por “no cumplir su programa electoral”.

La voz pública del partido la lleva Rubén Gómez, quien fuera cabeza de lista en las elecciones, pero los opositores coinciden en señalar al diputado Juan Ramón Carrancio como el líder en la sombra y el responsable de los desencuentros en el partido.

Ignacio Diego se mantiene

Mientras, los partidos tradicionales ven los toros desde la barrera y se reafirman en que “una cosa es predicar y otra dar trigo”. “No hay vieja ni nueva política, sino buena y mala política”, suele repetir uno de los líderes socialistas. 

En el PP se respira una calma tensa. Al contrario que en el PSOE, no es habitual en las filas populares ver declaraciones públicas cuestionando a la persona que ostenta el poder, lo cual no quiere decir que no exista debate interno. Por el momento, Ignacio Diego no está en el disparadero -apenas unos movimientos tímidos por cargos sin peso suficiente en el partido- y se mantiene como líder. Los conservadores se rigen por el 'método del dedazo', es decir, es el presidente el que nombra a su sucesor, un freno para quien esté pensando en dar el salto. 

La llegada al Gobierno autonómico, así como a muchos de los ayuntamientos más importantes de la comunidad, ha sido un bálsamo para un PSOE acostumbrado en los últimos años a vivir en aguas agitadas. Las rencillas han quedado aparcadas y los socialistas se centran en trabajar para demostrar que son el “verdadero cambio”.    

El relevo en el PRC

Donde no hay ninguna duda de liderazgo es en el Partido Regionalista de Cantabria, donde Miguel Ángel Revilla es poco menos que el amo y señor. Lleva al frente del partido 28 años -desde 1988- y los resultados electorales lo avalan: la primera vez que se presentó a las elecciones obtuvo dos diputados y su progreso ha sido tal que en la última cita con las urnas a punto estuvo de descabalgar al “Ferrari” del PP -como él mismo suele calificar a la gran maquinaria electoral de los populares-, logrando 12 de 35 escaños de la Cámara autonómica, uno menos que la candidatura de Ignacio Diego. 

Aunque ha amagado en varias ocasiones con dar un paso atrás, el presidente del Gobierno continúa al pie del cañón, si bien es cierto que sus 73 años hacen pensar que su retirada llegará más pronto que tarde. Llegado ese momento, los regionalistas deberán elegir un nuevo secretario general. Rafael de la Sierra y Francisco Javier López Marcano son los dos 'capos' en los que se ha apoyado el veterano político a lo largo de todos estos años. No obstante, el debate del liderazgo aún no se ha abierto y también está por resolver la imputación de Marcano por la operación de compraventa de acciones del Racing de Santander. 

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