¿Y si, de verdad, en esta ciudad leyeran hasta las piedras?

“Por las rutas sombrías de este valle de lágrimas, absorta en mi noble vocación de poeta, voy recogiendo en el camino todo aquello que la realidad me ofrece, para guardarlo con ternura en mi corazón y tejerlo, después, en mis fantasías”. En 1917, Concha Espina escribía Ruecas de Marfil y allí en ese conjunto de relatos ya avisaba de que “hasta la imaginación suele padecer de melancolía”. Ella recogía experiencias para tejerlas poéticamente y este miércoles, en un día melancólico, cargado de llovizna y huidizo de verano, en la puerta de su casa natal, muy cerquita de donde Santander comenzó a arder en 1941, un extraño grupo humano le hizo un extraño homenaje. Tuvo que ser ahí, porque las prosaicas casetas de obras del nuevo Proyecto Pereda han convertido en invisible la fuente en homenaje a la escritora cántabra que Victorio Macho levantó en los Jardines de Pereda en 1927.

“Concha, Concha… cómo meternos en tu cabeza, cómo intuir por qué tomaste algunas decisiones, cómo imaginarte ahora…”, le espetaba ayer en la mañana el actor Martín Antolínez a Concha Espina. Y continuaba: “El Club de Lectura de la ONCE, cargado de sapiencia y con una pequeña máquina del tiempo y una dosis de justicia poética, te entrega el libro Atlas de Geografía Humana. Te van a gustar las historias de estas cuatro mujeres, Concha, pero más te va a gustar la conversación con su autora. Almudena Grandes nos ha dejado hace poco. Nosotros, con Almudena de disculpa, queremos sacarte de paseo desde la desmemoria en la que habitas para que conozcas a las mujeres de nuestro tiempo y para que reivindiques tu lugar en el mundo. Concha, Concha… escribiste cuando vivías y cuando dejaste de hacerlo; ahora, cuando las enciclopedias te dan por muerta, sigue leyendo para seguir existiendo”.

En Ruecas de Marfil, Espina contaba las historias de mujeres pobres, hilanderas, invisibles como Luisa, Ángeles, Irene, Marcela, Talín. Con esas palabras y la elección del club de lectura de la ONCE todas ellas han vuelto a la vida. De hecho, varios miembros del club, con acompañantes y paraguas como ayuda, estaban presentes en este íntimo pero público evento que ocurría en la poco relevante calle Méndez Rubio de Santander dentro del performance 'En esta ciudad leen hasta las piedras'.

La propuesta partió de Felisa 2022, la 41 Feria del Libro de Santander y Cantabria, pero la energía la pusieron 18 clubes de lectura de los que, de forma silenciosa, consumen literatura y anhelos en Santander, Camargo, Astillero, Santa Cruz de Bezana o Los Corrales de Buelna. Y todo comenzó en la estatua A la Quesera, junto al Mercado de La Esperanza. “Pensaba que no iba a llegar nadie con este aguacero”, confesaba uno de los ciudadanos que decidió acompañar este recorrido performático. “Esto es Cantabria, la lluvia es parte de nuestra vida”, respondía una de las mujeres que bajo su gorro de lluvia esperaba atenta en cada estatua al ritual de la entrega del libro.

Los 18 clubes de lectura decidieron en las últimas semanas que deberían leer a sendas estatuas durante la Feria y lo explicaron en una argumentación personalizada. La caravana poética se ha encargado de entregarle el libro a un Menéndez Pelayo de bronce, a un Velarde que tiraba cañonazos a las nubes, a una mujer de 'Hacia el futuro' que no sabe si quedarse solo en el presente, a unos Raqueros que limpiaban sus desnudos cuerpos de salitre con el agua dulce de este cielo cerrado y terco, a un Quijote desfigurado por el azote de vientos marinos poco manchegos, o a unos supervivientes metálicos del incendio de Santander que miran con estupor cómo delante de ellos aparecen y desaparecen mercadillos, estruendos, conciertos, silencios, seres que pasean buscando la bahía de la vida. 

La comitiva era antecedida, rodeada y, a veces, acompañada por un personaje que lleva pateando la ciudad desde principios de junio. No habla. Solo lee. Solo responde con un verso. Poco le preguntan porque nuestro mundo ya no se deja sorprender

La peculiar comitiva era antecedida, rodeada y, a veces, acompañada por un personaje que lleva pateando la ciudad desde principios de junio. No habla. Solo lee. Es de una educación exquisita y solo responde a las pocas preguntas que recibe con un verso, ora de José Hierro, ora de José Saramago. Poco le preguntan porque nuestro mundo ya no se deja sorprender. De hecho, la comitiva de 'En esta ciudad leen hasta las piedras' no lograba girar cuellos o abrir bocas fácilmente. “Ya casi nadie se sorprende de nada”, explica otra de las mujeres que sí decidió entregarse a la poética de este performance. Un hombre con un acordeón, una mujer con una escalera y un paraguas rojos, un actor cuya antigua elegancia no es la del ejecutivo ni la del estudiante… y El Paseante, el personaje que hace lo que no hace nadie (caminar y leer sin rumbo y sin prisa) pero que no despierta las pasiones de las superestrellas del cine o de la televisión.

Los libros pueblan las estatuas antes de entregarse a lectores y lectoras en Felisa 2022. Este viernes 1 de julio la Plaza Porticada concentrará todas las energías literarias y Velarde, que da la espalda al cuadrángulo que oficialmente tiene su nombre aunque nadie la denomine recordando al héroe de Muriedas, liberará voces y palabras para que durante 10 días la ciudad se deje permear de la pasión por ese objeto inmortal que explica lo que somos en cada una de sus versiones. Durante 10 días, La Porticada será un espacio público y diverso por el que pasarán miles de ciudadanos, 39 autores y autoras y otros 32 artistas (músicos, actores…) dispuestos a que los cuellos giren y las bocas se abran de asombro. Y… quién sabe, quizá, de verdad, en esta ciudad terminen leyendo hasta las piedras.