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Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

La víctima no es culpable

Imagen de recurso de una joven que sufre ciberacoso
1 de junio de 2022 18:27 h

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Una sociedad como la actual sufre muchas contradicciones. Una de ellas es desear el éxito a toda costa, el que nuestros jóvenes obtengan el más alto beneficio en el periodo más corto de tiempo posible mientras aprenden la cultura del sacrificio, el trabajo y el esfuerzo con el que siempre calificamos las generaciones anteriores.

Son momentos donde prima la fugacidad y el sacrificio a largo plazo supone una lacra difícil de explicar y aprehender. En ese camino, no estamos dispuestos a pagar determinadas consecuencias para alcanzar el éxito (¿el fin justifica los medios?). El acoso es uno de estos elementos que, aunque duela, debemos asumir como parte de esta argumentación: alcanzar el éxito implica fortaleza, además de, en muchos casos, dejar de lado al débil, superarlo.

Aquí es donde podríamos hacer un inciso para explicar que sí, hay maneras de alcanzar el éxito de manera solidaria, sin masacrar a los rivales. Como suelen decir los entrenadores de categorías infantiles para inculcar valores a los más pequeños mientras se divierten: sé competitivo, sí; pero sé buena persona también.

Pelear, luchar, hacer sacrificios; elementos claros de una sociedad como la española que todavía es de joven democracia, mucho más joven en asumir el capitalismo en el que está inmerso tomando elementos de la Unión Europea y de Estados Unidos como referentes socioeconómicos y culturales. Además de estar zambullidos en la vorágine publicitaria y de marketing tecnológico del siglo XXI.

La sociedad en abstracto tiene asumido el compromiso contra el acoso (escolar, infantil, familiar, machista, laboral), pero la misma sociedad está compuesta de elementos, llamados personas, y no en todos los casos tenemos absorbido e interiorizado este compromiso. Hay estudios que muestran la influencia del entorno familiar en el acoso escolar, no ahondaremos en ellos pues en ocasiones simples comentarios, actitudes y maneras de afrontar el día a día en el hogar y la vida, provocan que una niña maltrate a otra en una actividad extraescolar; o que un niño abuse de otro en el recreo. Así de sencillo.

Una sociedad que “premia al acosador”

Asumimos la violencia como parte de la vida porque no nos queda otra, porque la vida es dura, cuanto antes se lleven las tortas los chavales, antes aprenden. Aunque surgen muchos peros, muchísimos.

La sociedad, al no dar visibilidad de la manera adecuada a ese acoso y violencia, premia al acosador. Es doloroso, pero es así. Son tantos los casos que parece una obviedad: el niño que abandona su colegio para no generar un escándalo (al colegio), la niña que deja una actividad extraescolar para no perjudicar al resto de niñas o a la empresa de actividades extraescolares. El adolescente acosado que prefiere esconderse en su cuarto antes que denunciar a un compañero, a un profesor envalentonado ante la primacía del silencio.

Las víctimas se defienden como pueden, en el silencio protector, más cómodo y tranquilo, ya que no tienen un respaldo sólido y generalizado en la mayoría de los casos. Si el acosador supiera que el grupo al completo se lanzaría sobre él, que los colegios e institutos no camuflarían ni dudarían de estas situaciones, que los padres no pondrían en tela de juicio las confesiones de los hijos ajenos (la duda terrible que machaca); que la voz de la víctima resonaría alto y se transformaría en ejemplo para todos.

Pero no.

Una sociedad como la actual sufre muchas contradicciones: una de ellas es potenciar las denuncias, pero silenciarlas en lo cotidiano; promocionar la lucha y el éxito a cualquier precio, frente a la derrota ajena (sin matizar la diferencia entre avanzar y destruir).

Depresión, ansiedad, conductas suicidas; ¡qué palabras tan duras! “Lo que no te mata te hace más fuerte”, una de esas frases hechas que, como tantos refranes populares esconde la imposibilidad de afrontar la realidad. Depresión, ansiedad, huida, soledad, suicidios.

Sin entrar en la definición de la OMS citaré, para concluir, la tesis de 2021 de Santiago Ossorno quien, a su vez, cita a Rigby y Futterman. Según el primero acoso es “la repetida opresión psicológica o física de una persona más débil frente a una más poderosa o un grupo mayor de individuos”. Mientras que el segundo indica que es una “acción que deja a la víctima asustada, sin poder, incompetente y avergonzada”.

Asustados.

Incompetentes.

Sin poder.

Avergonzados.

Opresión del débil.

Diré una obviedad repetida: quizás deberíamos revisar los valores educacionales, quizás deberíamos vigilar más, quizás deberíamos cuidar más. Que los responsables, por acción u omisión, sean responsables absolutos y, como tal, asuman las consecuencias de sus actos (o ausencia de ellos). Que las víctimas no sean, además, culpables.

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