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En esta región es más relevante que una persona, que aunque sea hermano gemelo del presidente regional no deja de ser un afiliado más, abandone la militancia en un partido, a que la militancia de ese mismo partido haya desautorizado a ese Presidente, a la sazón secretario general del PSOE en Castilla-La Mancha, dejándolo en minoría.
Me refiero a la reciente consulta que el PSOE ha hecho entre su militancia para responder si apoya o no el acuerdo para formar gobierno. Aunque el aparato del PSOE de Castilla-La Mancha diga lo contrario, la pregunta era clara: “¿Apoyas el acuerdo para formar un Gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?”. La respuesta de la militancia también ha sido clara.
En esta ocasión, a diferencia de lo que hicieron Susana Díaz y el propio García-Page en 2016, cuando hurtaron la decisión a las bases del PSOE, y facilitaron con la abstención al PP de Mariano Rajoy el acceso al gobierno que tanto dolor nos trajo durante la crisis, la militancia ha hablado.
Un abrumador 78,57 por ciento de los afiliados y afiliadas de Castilla-La Mancha han dicho sí a que Pedro Sánchez forme gobierno con Sumar y otras formaciones políticas. A pesar de que las decenas de portavoces, asesores y voceros y voceras de Page pretendan lo contrario, nadie puede negar que los votantes de la consulta eran perfectamente conocedores del alcance de su voto.
La discusión sobre la formación de un gobierno encabezado por Sánchez lleva semanas abriendo portadas e informativos. Debate donde el presidente García-Page ha metido cuchara en varias ocasiones, buscando el protagonismo que los medios de comunicación conservadores le dan para dañar a su secretario general. Por lo tanto, los afiliados y afiliadas del PSOE conocen perfectamente el alcance de su voto positivo para formar gobierno, como conocen la posición contraria del presidente regional, que la ha hecho pública cada vez que ha tenido ocasión.
La última, aprovechando el debate que hubo en el Comité Federal del PSOE, cuando el aparato de García-Page se preocupó, y se ocupó, de airear al exterior, para dejar claro que él, y la delegación castellanomanchega, habían sido los únicos que, no sólo no habían aplaudido la decisión de la mayoría del Comité Federal, sino que se habían opuesto de forma rotunda.
Cuando un líder se queda en minoría en su partido lo normal es dimitir, máxime cuando lo hace en un tema tan sensible como la formación del Gobierno de España. Pero lo que es normal en cualquier parte del mundo no es de aplicación en Castilla-La Mancha. Aquí, los voceros del gobierno y del PSOE Castilla-La Mancha, sabedores de que no existe una 'masa crítica' que les vaya a cuestionar, se ven con fuerzas suficiente para, en el empeño de justificar y mantener sus sueldos, defender lo indefendible, y para apoyar la posición de su presidente y secretario general, no dudan en desautorizar a sus propios compañeros, descalificando la opinión libremente expresada con su voto.
Parece que es más necesario que nunca, por higiene democrática, y para que en nuestra región nazca un sano y colectivo pensamiento sociocrítico, que venga un niño, y diga en voz alta que “el emperador está desnudo”.
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