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Ríos de tinta se han vertido sobre la creación de empleos en la obra del ATC. Las cifras han ido creciendo: primero se habló de entre 150 y 300 puestos de trabajo. Pero es muy llamativo que José María Saiz (alcalde de Villar de Cañas) ha llegado a declarar, sin ningún complejo, que los puestos de trabajo serán 1.000. Pero ¿Qué hay de verdad en esas cifras? ¿En qué trabajarían tantas personas? ¿Cuál sería su perfil profesional y su cualificación? ¿Dónde vivirían estos empelados?
Pablo Zuloaga, como jefe del departamento de Ingeniería de Residuos de Alta Actividad de Enresa y principal responsable del ATC en la empresa pública, tenía muy claro en qué consistía el proyecto. En un debate público en Villaescusa del Haro el 25 de marzo de 2012, preguntado por el asunto del empleo dijo “los empleos no serán la panacea”. Para Zuloaga, el proyecto del ATC tenía como fin la gestión de los residuos, no el desarrollo económico de una comarca.
Pero el alcalde de Villar de Cañas no es de la misma opinión y ha intentado por todos los medios “vendernos la moto” de los puestos de trabajo, llegando a recoger 11.000 currículos, a sabiendas de que el ayuntamiento no se encarga de la contratación. Estamos convencidos de que esa maniobra era puramente propagandística, puesto que los argumentos de Saiz no se sostienen con un análisis suficientemente riguroso.
Esto es lo único que dice el BOE en la resolución de 2009 para llevar a cabo la selección del emplazamiento del ATC: “Para la construcción de las instalaciones se estima un promedio diario de unos 300 trabajadores durante los cinco años de la primera etapa, con algún pico de hasta 500”. Ya no hay datos oficiales en la web de Enresa sobre el empleo. Sí que había una curva de empleo (ver gráfico) en la que figuran hasta 75 puestos directos durante el funcionamiento y tres picos con máximos de hasta 300, coincidiendo con las fases de construcción, dada la estructura modular de las bóvedas de almacenamiento.
En todo caso, los empleos en la fase de funcionamiento son, sobre todo, en el CTA (Centro Tecnológico Asociado) puesto que, en el almacén, una vez que se termine la descarga de los residuos nucleares (unos 20 años después de terminar la obra principal), apenas precisan de mano de obra. Así se reconoce en la web de Enresa, pues el ATC en funcionamiento es una instalación pasiva, sin generación de energía y con un funcionamiento altamente robotizado, puesto que las sustancias que se manejan son muy peligrosas.
Hay que aclarar que el empleo en funcionamiento, se refiere a la plantilla, no empleos nuevos. Según Enresa, buena parte de los trabajadores son de la plantilla actual. Se trata de científicos y técnicos de alta cualificación.
Aunque no se emplee a personas de la comarca podríamos esperar un elevado desarrollo económico por tres vías: es una obra de gran envergadura (en torno a 1.000 millones de euros) lo que supone dar de comer a un número considerable de trabajadores temporales; el aumento de población de Villar de Cañas con los trabajadores fijos y, por último, los empleos indirectos gracias a empresas auxiliares que se aprovecharían del vivero de y otras instalaciones empresariales.
Aunque es cierto que es difícil prever lo que pasaría si se construyera el ATC, un análisis serio, desmonta estas hipótesis. Vamos una por una:
1.- Las inversiones millonarias y los trabajos de construcción
No cabe duda que la fase de construcción, llevaría al pueblo a gran cantidad de trabajadores, lo cual sería un importante impulso a la economía local: restaurantes, alojamiento, trabajo para pequeñas empresas locales de diversos tipos: electricistas, albañilería, suministros menores... Pero con varias limitaciones, la principal es que esta situación duraría los cinco años iniciales y luego dos más en el año 10 y 18 del proyecto. Una vez terminada la construcción, la avalancha se iría con la misma velocidad con la que vino.
El hecho de que el dinero a gastar sea de en torno a 1.000 millones no supone que el pueblo sufra un cambio permanente en su economía ni hay relación directa entre la cuantía y las mejoras en rentas de la población o el empleo permanente. En la provincia de Cuenca, las inversiones del AVE fueron de una cuantía superior y no se tradujo en un despegue económico.
2.- Interacción de los trabajadores fijos con Villar de Cañas
Ya hemos mencionado que hasta 150 personas trabajarían en el CTA. Pero es ingenuo pensar que alguno de ellos viva en Villar de Cañas. Esto no ocurre en ninguna instalación nuclear y más en este caso, en el que muchos de los trabajadores desempeñan actualmente su labor en otro lugar (la mayoría en Madrid) por lo que es poco probable que cambien su residencia. La autovía A-3 permite llegar desde la capital al ATC en menos de hora y media. En todo caso, el cambio de residencia podría ser a otras poblaciones como Arganda o Tarancón (o cualquier otra de la periferia de Madrid).
Por otro lado, la interacción de estos trabajadores con el pueblo sería mínima, No pasarían por Villar de Cañas para ir a su puesto de trabajo. Para comer o tomar un café, tienen de camino el área de servicio del KM 124 de la A-3.
3.- Empleo indirecto
Ya hay construido (y abandonado desde 2014) un vivero de empresas, un laboratorio y otras instalaciones empresariales. Entre los documentos oficiales relacionados con el ATC, se menciona que hasta siete empresas del sector nuclear podrían estar interesadas en ubicarse.
Se prevé una cierta presencia de estas empresas en lo que se ha denominado monocultivo nuclear. El resto de sectores serían expulsados de la zona. Es lo que ha pasado en otras zonas con instalaciones nucleares. Por poner un ejemplo, en Cifuentes, muy cercana a la central nuclear de Trillo, cerraron una piscifactoría y una planta embotelladora. En la zona no hay tejido empresarial sin vinculación a la central nuclear.
Dicho de otro modo, los puestos de trabajo indirectos, serían escasos y restringidos a empresas tecnológicas del sector nuclear. Esto supone que una vez desmantelado el ATC (con funcionamiento de 60 años) la situación del pueblo volvería una posición similar a la anterior a su instalación, pero mucho peor, puesto que el resto de actividades estarían muy debilitadas o directamente habrían desaparecido. En resumidas cuentas, el proyecto del ATC es todo lo contrario a un proyecto sostenible y no solo por los problemas ambientales.
4.- Repercusión negativa
Entre las 49 organizaciones que conforman la Plataforma Contra el Cementerio Nuclear en Cuenca, está Asaja, UPA y ADIMAN, conscientes del desastre que supondrá para agricultores y ganaderos un cementerio nuclear.
Muchos empresarios de Cuenca se han sentido damnificados ante la perspectiva tan negativa que supondría para sus negocios, la construcción de un almacén nuclear en la provincia. Por ello, se constituyeron en la “Agrupación de Empresarios Contra el Cementerio Nuclear”, celebraron una jornada el 28 de junio de 2012 con ponencias de los sectores turísticos, la agroindustria y las energías renovables.
En conclusión, este análisis, nos lleva a defender, que la única razón del alcalde y la secretaria de Villar de Cañas, para apoyar el proyecto del ATC, son los 2,4 millones de euros (el 400% del presupuesto municipal actual) que recibiría el ayuntamiento cada año durante el funcionamiento del ATC. Llegados aquí, la pregunta es pertinente: si es tan bueno el ATC, si es tan beneficioso, si es verdad que no es peligroso ¿Por qué dan tanto dinero? Que cada uno saque sus conclusiones.