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“Ahora la mina no está bajo una montaña, está en el vertedero”

Javier Peña es investigador de materiales en Elisava, Escuela de Diseño e Ingeniería

Yeray S. Iborra

Un golpe de viento derriba un pequeño paraguas color blanco, de los que sirve como contraluz en las fotografías. La varilla del parasol, fina como el dedo meñique de la mano, queda bien doblada. “¡Mierda de hierro!”, exclama la fotógrafa. Javier Peña (Burgos, 1973), director general y director científico del centro de estudios Elisava y experto en materiales y diseño, corrige: “No, el material no es una mierda, pero no está preparado para asumir un golpe así”.

Peña, que se define a sí mismo como un “amigo de los materiales”, trabaja para hacer comprensibles los elementos que nos rodean. Para él no hay materiales buenos o malos, todo depende del uso que les demos: “¿Los plásticos? ¿La uralita? La uralita es un material espectacular, pero no entendimos cómo usarla, cuál era su comportamiento”, destaca Peña, moviendo las manos como un director de orquesta y señalando todos los elementos que le rodean en la terraza de Elisava.

El experto, ferviente defensor de la revolución que supondrán los materiales grafénicos, traslada el debate con velocidad endiablada hacia un plano social. “Hay que trabajar para recuperar la soberanía de materiales”, valora. ¿El objetivo? Ser conscientes de la capacidad que tenemos para incidir en el impacto medioambiental de los materiales y en las secuelas laborales que dejan estos desde la extracción hasta su uso final. Los desechos de hoy deben ser las materias primas del mañana.

¿La empresa privada ha monopolizado el conocimiento de los materiales?

Sí, descuidando la importancia de los materiales en el cambio social.

¿Por qué son tan importantes para el cambio social?

Siempre digo una cosa: en la escuela, cuando tienes 4 años, te enseñan el lenguaje de las letras, luego el de los números, y también el de las notas musicales. Estas son las herramientas de comunicación que tenemos para relacionarnos y transformar el mundo. Mi pregunta es: ¿Por qué no nos enseñan el lenguaje de los elementos químicos? Los elementos químicos impregnan todo lo que nos rodea, al final: lo que pisamos, lo que vemos y vestimos.

¿Qué lenguaje es el de los elementos químicos?

El de la tabla periódica: todo está fundamentado en este lenguaje. Con 6 años nos dicen que las botellas son malas y que los tapones los recogen para hacer no sé qué cosas. Pero en realidad no sabemos qué estamos haciendo: no sabemos que el plástico está formado por unas letras que nos dicen muchas cosas. No sabemos que el plástico está fundamentado en carbono, y que nosotros somos carbono. Es evidente que la sociedad no entiende los materiales como el resultado de la evolución humana y, por tanto, tampoco las consecuencias de esta evolución... Una evolución totalmente descontrolada, por cierto. Y sin tener conciencia de ello el planeta no irá a ninguna parte. Debemos cambiar el paradigma: si hablamos de economía circular, el material es fundamental.

¿Nos hemos conformado con el reciclaje cotidiano?

Sí, y nadie dice que esta separación se hace para exportar y enviar los resultados a China o a India. Un buen reciclaje implicaría dar salida a este material aquí: ahora la mina no está bajo una montaña, está en el vertedero. La materia prima es el plástico, el vidrio o la cerámica que lanzamos.

¿Hemos cedido nuestra soberanía de materiales?

Sí, y tenemos que luchar por ella. La primera revolución que conocemos es la de la Edad de Piedra, luego la del Cobre, la del Hierro y la del Acero, y luego la de los plásticos o la del Silicio. ¿Y ahora en qué Edad vivimos? En la de lo nano. Los materiales siempre han estado aquí, y han sido las herramientas para desarrollar las sociedades. Pero hoy en día no valoramos el material como una herramienta de conocimiento e información. Antes quien tenía el conocimiento en las sociedades era el artesano: él controlaba el proceso de transformación y la información del material. Aquel artesano que desarrollaba un nuevo acabado, triunfaba. Ahora este conocimiento ya no lo controlamos nosotros –lo hemos perdido– y lo tiene una multinacional. Y no hemos tenido la capacidad de explicarle a estas corporaciones que este conocimiento debería ser de todos. No pedimos ni siquiera la trazabilidad de los productos.

¿Qué es la trazabilidad?

El trayecto del material. Que tiene que ver con el impacto medioambiental pero también con los derechos laborales, por ejemplo.

Debemos incorporar en esta trazabilidad elementos que vayan más allá de la eficiencia, entiendo. ¿Por ejemplo, como cita, los derechos laborales?

Mira el coltán, un material que se extrae en unas condiciones deplorables para los niños. ¿Quién produce mucho del material deportivo que, día tras día, afecta a estos niños? ¿Qué marcas? Todos lo sabemos, pero está descontrolado... Y no lo queremos controlar.

¿Lo podemos controlar?

Bueno, hay muchos materiales, más de 160.000 en el mercado; hace 50 años el número de materiales que conocíamos era de poco más de 20.000. El crecimiento exponencial ha hecho que tengamos un material para cada uno de los productos y situaciones que queremos abastecer. Todo lo contrario de lo que hace la naturaleza. La naturaleza tiene dos materiales principales: el colágeno y la celulosa. ¿Y sabes qué? En la naturaleza tenemos madera roja, amarilla... No deberíamos pintarla, ninguna madera, pero los humanos para desarrollar productos hacemos constantemente nuevas moléculas... Devolver estos nuevos materiales a la naturaleza es imposible. Tantas modificaciones hacen inviable ese retorno. Y esto cuando conocemos el proceso de estas modificaciones, por qué muchas veces...

¿La crítica se la hace a los órganos supranacionales que regulan sobre estos problemas medioambientales?

Aquellos que hacen normativas y políticas deberían tener muy claro todo esto que cuento. Deberían entender que el mundo en el que vivimos debe perdurar en el tiempo. El G-20 siempre habla de emisiones y demás. Conocen la realidad... Pero no son conscientes, parece.

¿Qué material de uso común supone un mayor perjuicio?

Yo soy amigo de los materiales, para mí ningún material es bueno o malo. Lo que es bueno o malo es el uso y la aplicación que hacemos de él: la uralita nunca ha sido mala, pero la gente que la manipuló lo hizo de forma incorrecta. La uralita es un material espectacular, pero no entendimos cómo usarla, cuál era su comportamiento.

¿Y los plásticos?

Yo siempre defiendo los plásticos porque son interesantísimos. El agua, ¿la transportamos envasada en plástico o en vidrio? ¿Qué ahorra más energía? El plástico. Pero la gente piensa que el vidrio es perfecto porque se puede reciclar. ¿Y el plástico, no? ¿El de las botellas? Al igual que el vidrio se puede reciclar. El problema es que no sabemos qué hacer con el material reciclado. Hacemos algunas cosas, pero hay mucha más materia prima que productos elaborados con este residuo. Si entendemos el nuevo lenguaje que genera el material reciclado no tendremos problemas de sostenibilidad: economía circular básica.

¿Es una cuestión cultural? ¿Un prejuicio hacia el material reciclado?

El Barça ha jugado con una camiseta hecha con botellas recicladas; hay mucho material textil o maletas hechas con plástico reciclado, de hecho. Y bien que el Barça lo ha ganado todo, y jugando con un producto hecho... ¿Con basura? ¡Con un céntimo acabamos haciendo un producto que cuesta 90 euros! ¿Por qué no podemos hacer más cosas? Porque no conocemos la trazabilidad del residuo y, no lo olvidemos, porque la estética del producto no es tan bonita como la de un producto que utiliza material virgen para su elaboración. Esta es la responsabilidad del consumidor.

¿Entendemos el concepto residuo como algo negativo?

Siempre. Y no vemos que un residuo pasa a ser de nuevo una materia prima. ¿Que a ti te gusta más la madera virgen en un parqué en vez de la de uno reciclado y que cumple absolutamente con las mismas garantías? Muy bien, pero en cualquier caso eso no es basura, es un nuevo material.

Su tesis considera el grafeno un material revolucionario.

El grafeno está fundamentado en el carbono; en la tabla periódica es el elemento de la vida. Nuestro cuerpo está fundamentado en este elemento. Este móvil [sostiene el teléfono de encima de la mesa] tiene cerca de 70 materiales, muchos de ellos tierras raras: europio, terbio, cerio...

¿Tierras raras?

Las tierras raras –las dos hileras que salen de la tabla periódica– son las que marcan la economía de muchos países. Las reservas están en China. Y mueven el mundo: hace tres años China dijo que cortaba las exportaciones y Obama lo negoció inmediatamente. Estas tierras son caras de extraer. Pero el grafeno lo soluciona todo...

¿Por qué?

Ha generado un nuevo concepto de material. Es un material bidimensional donde el espesor no existe: el material es invisible. Tiene menos de un átomo de grosor. Pero es más resistente que el acero, más duro que el diamante; además de gran conductor térmico. ¿Sabes por qué los ordenadores no procesan más deprisa? Porque se calientan: no es un problema de discos duros. Los materiales superconductores lo son a temperaturas bajas y el grafeno permite conducir más, nos soluciona el problema. Además, gracias al grafeno podremos descontaminar porque es un material foto-catalítico, funciona como la hoja de un árbol.

¿Como se consigue este material?

La manera más básica es exfoliando grafito, como el de un lápiz que se rompe en pequeñas láminas... Si esto lo hacemos hasta obtener un átomo, ya tenemos grafeno.

¿Y ya se está haciendo?

No todavía a estos niveles que te comento, pero llegará. No estamos hablando de la extracción de ninguna tierra rara... Esto será una revolución.

¿Donde se producirá esta revolución?

Será muy diferente de lo que ocurrió con el silicio o los plásticos, porque en esta revolución el diseño puede jugar un papel muy importante. Podemos vincular el desarrollo tecnológico con el desarrollo social, la industria con la gente: el diseño tiene esa responsabilidad y esa capacidad social.

¿Por qué esto no ocurrió con el silicio o los plásticos?

Para que el diseño no existía como disciplina. El diseño tiene una responsabilidad social porque tiene la capacidad de prefigurar el futuro y trabajar por el presente: entender cuáles son las condiciones de trabajo, el contexto, y trabajar el material de la forma adecuada para que sea integrado en la sociedad de la mejor manera. Debemos entender desde las nuevas tecnologías participativas cuál es el rol del diseñador.

Acabamos como empezamos: ¿Este conocimiento no se lo apropiarán las grandes empresas?

Este conocimiento lo tienen las empresas, pero no grandes multinacionales: esta revolución no la conducirá la NASA. [Ríe] España es líder, con cuatro empresas. Y también lo es a escala universitaria, con el Institute of Photonic Sciences (ICFO) o el Catalan Institute of Nanoscience and Nanotechnology (ICN2). Tenemos el conocimiento a primer nivel mundial: ésta no será la revolución de unos pocos.

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