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Margarita Rivière, una mirada universal

Josep Carles Rius

Hablé con Margarita Rivière hace sólo una semana. Me explicó que presentaba su último libro, una novela que recreaba en la ficción la realidad de los años ochenta en Barcelona, en Catalunya. La había escrito hace quince años y entonces todos los que leyeron el original le desaconsejaron la publicación. Entre el país, la ciudad y los personajes imaginarios se vislumbraba un poder corrupto que parecía impensable. Después la realidad ha superado la ficción, y el libro Clave K, parece hoy una crónica de aquella Catalunya de los años ochenta. Margarita Rivière la había conocido muy bien como periodista, y en los años de silencios, presiones y manipulación, sabía que una parte la podría contar en sus crónicas, pero otra, la que el tiempo muestra ahora con toda su crudeza, sólo podía ser una novela.

En la conversación que mantuvimos me dijo que intentaría ir a la presentación del libro, celebrada el pasado jueves en la Librería +Bernat, ante decenas de sus amigos y compañeros de profesión. Lo intentó, pero no pudo y se dirigió a los asistentes a través de un vídeo. Fue su último artículo, su última defensa del periodismo y de la libertad de expresión. Fui testigo de esta actitud en El Periódico y en La Vanguardia, donde coincidimos. Y desde hace poco más de dos años, en la Fundació Periodisme Plural, que constituimos junto a otros 43 periodistas e intelectuales, en defensa de los valores que compartíamos, el periodismo libre, crítico e independiente. Margarita Rivière ha sido fiel a estos valores del periodismo hasta el último día de su vida. Y los ha defendido siempre con una notable calidad, tanto en el fondo como en la forma.

Margarita Rivière forma parte de los periodistas que se comprometieron con el antifranquismo y con la transición hacia las libertades y la democracia. Quizás por eso, vivía ahora con cierta desazón las descalificaciones genéricas de aquel momento histórico. Y, en especial, las actitudes políticas que podrían poner en peligro la convivencia alcanzada en aquella época. En su último artículo en Catalunya Plural exclamaba: “¡Que aquí la mayoría ya nos constituimos -a mucha honra- en 1978, no tenemos nada que ver con la casta y mejoramos desde hace mucho a este país con nuestro esfuerzo!”

Margarita Rivière representa la incorporación de las mujeres a las redacciones, una presencia minoritaria en los años setenta, y, afortunadamente, mayoritaria ahora. Representa, también, la periodista, y escritora, con vocación universal. Porque no creía en fronteras físicas y porque su interés por todos los aspectos de la sociedad, la cultura y la política no conocía, tampoco, fronteras mentales. Con el adiós a Margarita Rivière, el periodismo independiente, libre y crítico pierde uno de sus referentes cuando más los necesita.

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