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Òscar Camps, el socorrista del Egeo

Òscar Camps durante una actuación de rescate en el Mediterrani

Jordi Subirana

“La mayoría de refugiados, muchos de ellos sirios, que intentan llegar a Europa cruzando el mar Egeo no saben nadar. Evidentemente, tampoco saben pilotar la lancha inflable con la que las mafias los lanzan al agua. Y los chalecos salvavidas que llevan no funcionan. No flotan”. Quien habla con esta rotundidad es Òscar Camps (Barcelona, 1963), que, desde septiembre del año pasado, intenta evitar que estas personas mueran ahogadas en medio del Egeo.

El verano pasado, Camps quedó impactado con la imagen de Aylan, un niño sirio de tres años que apareció ahogado en una playa turca. Junto con un compañero, decidió viajar a Lesbos, la isla griega más próxima a Turquía, para ver si podían ayudar y saber cuál era la situación de los refugiados allí. “Cuando llegamos no había nadie ayudando a esta gente, ni Cruz Roja, ni Acnur, ni Médicos Sin Fronteras. Sólo unos voluntarios dispersos”.

A las pocas horas de llegar, Camps ya estaba en el agua ayudando. Y poco después, en septiembre de 2015, con 15.000 euros que tenía ahorrados, creó la ONG Proactiva Open Arms. Camps es socorrista profesional desde hace 25 años y, entre otras empresas, es propietario de Proactiva Servicios Acuáticos, que hace tareas de socorrismo en playas de diferentes comunidades españolas.

Desde el pasado septiembre hasta ahora, la ONG ha atendido a más de 140.000 personas, salvando de morir a centenares de refugiados y remolcando a 11.000 que estaban a la deriva. Proactiva Open Arms, junto a otras ONG, hace el trabajo mientras Europa se lo mira o, lo que es peor, busca como expulsar a los recién llegados y retornarlos a Turquía.

Camps explica que seguirán haciendo esta tarea humanitaria hasta que les dure el dinero. “No tenemos fecha para volver”. Hasta principios de mayo habían recibido este 2016 más de 460.000 euros en donaciones, de los que han gastado más de 300.000. La mayoría de donaciones son de particulares, aunque también han recibido ayudas del Fondo de Cooperación y de algún ayuntamiento, como el de Valldoreix (Barcelona). Pero Camps dice que ni el Ayuntamiento de Barcelona, ni la Generalitat, ni el Estado, ni, evidentemente, las autoridades europeas le han ofrecido ninguna ayuda directa. Las donaciones se pueden hacer a través de la web de Proactiva Open Arms.

Camps es muy crítico con el papel que está jugando Europa en esta “crisis de humanidad”. “Hay un vacío deliberado de recursos humanitarios. Se deja que estas personas mueran ahogadas. Ésta es una decisión que ha tomado Europa, que emplea sus recursos en expulsar a los refugiados”. Y cita como ejemplo la presencia, en Lesbos, de la policía de Frontex (la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión), vestidos con ropa de antidisturbios, valorada en unos 3.000 euros. “Si caen al agua, con todo el material que llevan, se ahogan”, ironiza.

De momento, el equipo de Camps en Lesbos lo forman 14 personas. Cada dos semanas, el equipo se releva por otro. Los psicólogos que les atienden les dicen que con lo que ven y soportan es el tiempo máximo que pueden estar en Lesbos. En total, son unos 90 voluntarios los que han viajado a Lesbos de manera rotatoria. Algunos son trabajadores de la empresa de Camps, otros provienen de diferentes puntos del Estado. Pero todos los miembros de la ONG Proactiva Open Arms son socorristas profesionales. “Hemos recibido unos 3.000 correos de personas que quieren colaborar con nosotros”.

“Lo peor no es ver cadáveres. Los he visto siempre. Lo peor es ver morir a alguien y no poder hacer nada”, dice Camps, muy crítico con las cifras que se dan de personas ahogadas. “Estas cifras no son reales. Sólo se cuentan los cadáveres recuperados y las personas que pueden faltar en una familia con supervivientes. Sin embargo, no se tiene en cuenta a todas las personas que desaparecen de una embarcación y que nadie echa de menos”. Las cifras oficiales sitúan en unas 3.700 las personas muertas en el Mediterráneo el año pasado intentando llegar a Europa, y éste 2016 son más de 1.300. Pero, para Camps, “Lesbos es un cementerio, y el Egeo, una fosa común”.

El socorrista todavía recuerda la tarde del 28 de octubre como una de las peores. Explica que una barcaza con unas 300 personas volcó. Los rescates se suelen producir a 3 o 4 millas de la costa. Él y un compañero fueron al lugar de la tragedia con dos motos de agua. Salvaron a decenas de personas, muchas de ellas niños. Muchas otras murieron: padres que se ahogaban con sus hijos cogidos al cuello porque no podían aguantar el peso, los que no sabían nadar, los que ya no podían más y el mar se los tragaba... El mismo Camps estuvo a punto de perder la vida ahogado después de que, en dos ocasiones, le tiraran de la moto de agua.

Intentaron hacer subir a los náufragos a los barcos guardacostas o de Frontex, pero no estaban preparados para hacer salvamentos. Tampoco el personal estaba preparado para hacer tareas de reanimación. “La Administración estaba allí y no hacía nada. No podía hacer nada. Ni estaban preparados ni tenían el material. Hemos visto morir a mucha gente ante la pasividad de la Administración. Hasta que aquella tarde no llegaron los barcos de los pescadores griegos y turcos no se pudo ayudar de verdad a aquellas personas”.

¿Cómo es su día a día en Lesbos? “Tenemos que ser proactivos. Estamos muchas horas vigilando el mar. No podemos esperar en la playa. La distancia entre Lesbos y Turquía es de sólo de 10 kilómetros, unas seis millas”. En un día claro, con unos buenos prismáticos, se ve cómo las mafias hacen embarcar a los refugiados en el otro lado. Y lo hacen al lado de una comisaría. “Las embarcaciones están diseñadas para llevar a 20 personas, pero las mafias colocan más de 50. Cobran unos 1.200 euros. Cuando viajan más de 55 personas, la embarcación se puede hundir muy fácilmente”. “Tenemos que estar atentos, movernos con rapidez, especialmente durante las noches. Hay jornadas que han llegado hasta 100 barcazas. Un día desembarcaron en Lesbos 8.000 refugiados. He visto morir en una sola tarde centenares de personas. Las mujeres y los niños son los que mueren primero. Los 10 primeros minutos son fundamentales”. Ahora la situación está cambiando. A Lesbos siguen llegando refugiados, pero menos que hace unos meses. El tratado firmado entre Europa y Turquía para que este país acepte el retorno de los refugiados que llegan a Grecia sin papeles hace que las mafias estén buscando nuevas rutas para que los refugiados puedan llegar a Europa. “Estamos a punto de retirar uno de los dos equipos de Lesbos y ver dónde lo situamos”. A finales de mayo, la ONG también tiene previsto situarse en aguas internacionales, cerca de Libia, con una embarcación de 30 metros de eslora que les ha cedido un empresario.

Sea donde sea, Proactiva Open Arms, con Camps al frente, continuará con la tarea de intentar que ningún refugiado más muera ahogado. “Esta gente busca un futuro para sus hijos. Buscan a un amigo, parientes que ya se encuentran en Europa que los puedan acoger. Yo voy allí a intentar que no muera nadie. Creo que no hace falta que una persona se juegue la vida para encontrar un lugar seguro. Pero si se para la guerra, gran parte del problema desaparecerá. Acabar con la guerra es el primer paso para que deje de llegar esta oleada de refugiados”, concluye Camps.

El socorrista recibió hace unas semanas el premio Catalán del Año por su tarea humanitaria en el Egeo.

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