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Park(ing) Day: ¿Prefieres zonas verdes o asfalto?

La iniciativa Park(ing) Day, en el Poble Sec de Barcelona. Dos jóvenes distribuyen figuras de mobiliario urbano sobre la maqueta. /ENRIC CATALÀ

Jordi Mumbrú / Enric Català (fotos)

Barcelona —

“¿Qué estáis haciendo aquí? Esta es mi calle”, pregunta Pilar. Frente a ella, ocupando una plaza de aparcamiento de la zona verde, hay media docena de jóvenes montando una parada. Es en la calle Salvà, del Poble Sec, barrio de Barcelona. Uno de los chicos deja de mover cajas y le cuenta a la curiosa vecina que quieren saber si los vecinos están contentos con su calle, si consideran que el espacio público está bien distribuido y si no creen que tal vez los coches empiezan a tener demasiados privilegios. La mujer escucha con atención. La parte que menos le interesa de toda la explicación es la de que se trata de una iniciativa internacional que se llama Park(ing) Day, que nació en 2005 en San Francisco, de manos de un despacho de diseñadores y arquitectos. A ella le interesa su calle, donde hace 40 años que vive.

“Hombre, yo no tengo coche... pero mis hijos sí y cuando me vienen a ver necesitan dejarlo en algún lugar”, les responde la señora. Y continúa: “Lo que está bien es que cada dos plazas de aparcamiento haya un árbol”. La calle Salvà se remodeló hace unos cinco años y ya sacaron un carril de aparcamiento para ensanchar las aceras, pero las maquetas que los jóvenes arquitectos y diseñadores han puesto en medio de una plaza de aparcamiento de la zona verde sirven para diseñar cualquier calle. “La verdad es que si me hubieran pedido mi opinión cuando arreglaron la plaza del Molino [histórico teatro de la calle Paralel], les hubiera dicho que no pusieran aquellos bancos que parecen ataúdes”. Los jóvenes, que es la primera vez que organizan el Park(ing) Day en Barcelona, van ​​tomando nota de todas las propuestas.

Liliana, una mujer colombiana que vive en el Poble Sec desde hace 15 años, también se detiene en medio de la calle, para averiguar qué pasa. Asegura que, en contra de lo que se pueda pensar, en Bogotá “no se utiliza tanto la calle. Todo el mundo va en coche de un parking a otro. No hay gente, como aquí, hablando en los portales y por la calle”. Ella prefiere mil veces el Poble Sec que no su Bogotá, pero gracias a las preguntas de los chicos, que cada vez van cogiendo más confianza, Liliana lanza una propuesta: “Lo que sí haría yo es poner más aparcamientos para las bicicletas. Nos dicen que no las atemos a los árboles pero no nos ofrecen lugares donde dejarlas”, lamenta. Los chicos le toman el nombre y la propuesta y la cuelgan en una cartulina que han traído. Todo el mobiliario es muy precario, pero para tener cero euros de presupuesto es muy generoso. Sobre un mostrador hay cartones pequeños, para representar el asfalto o las zonas verdes, y figuras que reproducen las siluetas de personas, columpios, coches... Todo a punto para que los vecinos hagan y deshagan a placer. Si la iniciativa sale bien, quizás el año próximo será más vistosa, como ya ocurre en otras ciudades del mundo.

La participación ciudadana tiene ventajas clarísimos. Entre otros, sirve para reforzar la democracia, pero además permite captar más fácilmente las necesidades de los vecinos y, por tanto, abre la puerta a poder satisfacerlas. Pero los procesos participativos no dirigidos siempre dan sorpresas y este no es excepción: todos los vecinos consultados dicen que no quieren ningún banco en la calle. “Bancos para sentarse, ¿eh?”, aclara uno de los jóvenes, pensando que los vecinos se imaginan una entidad bancaria. Pero le han entendido perfectamente. “Si ponemos bancos, habrá jaleo”, dice María Rosa, para sorpresa de los organizadores de la iniciativa, que daban por hecho que la gente mayor quiere bancos. En lo que casi coincide también todo el mundo es en que se necesitan más árboles.

Uno de los espontáneos que se detiene con más ilusión es el Jaume Matifoll, arquitecto de profesión y miembro de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, de militancia. “ Vaya, creo que voy a llorar y todo”, bromea. Tras preguntarle los jóvenes si tiene trabajo para ofrecerles y asumir un “no” como respuesta, le piden su opinión. “Las acacias bordas como estas no van bien para calles estrechas porque las ramas llegan a entrar por las ventanas de los pisos”, critica. Gemma, una de las arquitectas, lo escucha con atención. Matifoll dice que “las ciudades tienen muchas ganas de participar” pero avisa que el problema de la participación es la dificultad para acceder a cierta información. Después de escuchar un buen rato, Gemma le pregunta: “Nosotros habíamos pensado enviar todas las propuestas que recogemos al Ayuntamiento. ¿Las tirarán?”. Él ríe y luego responde: “¡No! ¡Tirarlas no! En el Ayuntamiento no tiran nada. ¡Las archivarán!”.

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