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Del dolor a la justicia: lucha y olvido en las desapariciones del Mediterráneo

Els participants del debat al Centre Cívic Pati Llimona

Andrea Pérez

En un contexto de crisis económica en que, según el artista y activista Tjaša Kancler, se concibe la migración en términos de “crisis que hay que gestionar”, cuatro activistas presentes en diferentes puntos fronterizos del Mediterráneo han planteado este jueves la necesidad de buscar caminos de solidaridad a escala internacional para luchar contra las desapariciones de personas migrantes. Lo han hecho en el debate Necropolítica y desapariciones en el Mediterráneo. Movimientos de resistencia y lucha contra el olvido, que tuvo lugar en el Centro Cívico Pati Llimona, en Barcelona.

El debate se enmarcaba en la tercera edición del Festival Internacional de Cine Migrante de Barcelona. Una muestra que quiere “poner en marcha un proceso de diagnosis colectiva y de incidencia sobre la migración como r es un derecho humano y que la identidad está en permanente construcción”, en palabras de Florencia Mazzadi, directora del acontecimiento. El resultado de este planteamiento es un recorrido cinematográfico con más de 40 películas de los cinco continentes para abrir el debate sobre la movilidad humana y los derechos humanos de las personas migrantes, una cartelera a la que se suman actividades paralelas como exposiciones artísticas y debates.

La no identificación de los cuerpos es una realidad sobrecogedora para todas las familias de los desaparecidos en el Mediterráneo. Helena Maleno Garzón, de la organización Caminando Fronteras, relataba que, a menudo, la negativa por parte de los estados a poner nombre y apellido a los desaparecidos, responde a la voluntad de que las familias no puedan entrar en procesos judiciales. Así, Caminando Fronteras ha trabajado con los familiares de las víctimas para constituir mecanismos que les permitan lograr una “reparación”, es decir, tener por ejemplo la oportunidad de ver las tumbas de sus hijos, un proceso vital en la finalización del luto en muchas tradiciones africanas. Una de las primeras iniciativas en este sentido ha sido la Asociación de Familias de las Víctimas de Tarajal.

La activista ha denunciado que los migrantes son vistos exclusivamente como fuerza de trabajo, en función del contexto del poder hegemónico, más o menos necesaria: “En un sistema de crisis económica no queremos los cuerpos de trabajo porque ya tenemos cuerpos precarios, pero sí que queremos aquellos cuerpos que venden en redes de tráfico de personas, sí que queremos en la frontera macedonia a las mafias albanokosovares vendiendo órganos de aquellos 10.000 niños desaparecidos, sí que queremos a las niñas (...) que están en las calles de París identificadas como mayores de edad y haciendo entre 10 y 15 servicios sexuales diarios”.

La necesidad de poner de relieve las desapariciones por parte de las familias de las víctimas ha conllevado, tal como ha explicado Imed Soltani, activista del grupo La Terre Pour Tous, que cinco familias se inmolaran en Túnez. La única manera de acabar con este dolor, según Soltani, es demandar la ausencia de fronteras y la libre circulación por todas partes. En la misma línea, Martín Ernesto Mozé, de la asociación H.I.J.O.S. (Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), ha explicado cómo, en el caso argentino, las familias han hecho de antiguos campos de concentración espacios vinculados a las universidades donde trabajar la memoria de los desaparecidos durante la dictadura argentina. Mozé ha reflexionado que “cuando se viola un derecho, surge una necesidad” que hay que construir “entre todas y todos” y que pasa, en primer lugar, por una vital condena social.

El papel de los medios de comunicación y, en un sentido más amplio, de la imagen como instrumento para fomentar determinadas reacciones por parte de la ciudadanía, ha sobrevolado todo el debate. Mozé, quien ha criticado duramente el monopolio mediático argentino, ha subrayado que la normalización de muchas situaciones es una consecuencia de la “saturación de información” actual. En este sentido, Maleno ha reflexionado que la cantidad de imágenes que muestran violaciones a los derechos fundamentales en casos de devoluciones en caliente o violencia a las fronteras de los países europeos, que ya se producían hace una década, demuestran una voluntad por parte de los estados de generar “un imaginario de guerra”, que justifica que se empleen fuertes medios represivos contra las personas migrantes.

El debate ha recogido cuatro perspectivas que trabajan tanto desde la experiencia directa como desde un punto de vista más histórico y analítico. Es el caso de Kancler, quien detecta un proceso de “servidumbre” de la antigua Europa del Este, denominada así después de la caída del muro de Berlín, en relación al modelo Occidental. Un “proceso de colonialidad” que, en palabras de Kancler, permite al “antiguo” Oeste realizarse, deformando aquello que suprime: “la materialidad de nuestra historia antifascista, anticolonial y feminista”, pero también la memoria, el conocimiento o las prácticas de resistencia.

Por otro lado, el activista cree que en el momento en que la división entre Oeste/Este se convierte en “obsoleta” después de la caída del muro, se reactiva la repetición de la división Occidente/Oriente: “Se trata de una nueva manera de re/construcción de la UE como entidad unificada (Uno), mientras produce su población no-blanca, migrantes, refugiados, personas LGTBQI de color, Oriente y sus maneras de vivir como ”Otro(s)“.

Kancler, durante su intervención, ha afirmado que “decir 'crisis de los refugiados' en vez de crisis de la política europea, de los sistemas de producción de verdad, de derechos humanos, de ciudadanía y del Estado-nación, así como la epistemología colonial del sexo-género binaria, apunta a la dimensión que hoy tiene la despolitización”. Esta despolitización, según Kancler, “cierra el espacio para una crítica radical y acción política que nos llevaría a desmantelar el modelo colonial capitalista de explotación, racialitzación y de integración, que se basa en la inclusión jerárquica y exclusión, en la política de la muerte o necropolítica”. Aún así, Kancler ha apuntado que los migrantes, en su diversidad, están creando un nuevo espacio político con redes de resistencia más amplías que las actuales.

El objetivo final de los activistas es, pues, deconstruir las fronteras que hoy niegan la identidad de algunos y fomentan la primacía de otros mediante la racialitzación y la discriminación a la diversidad. Se trata, en palabras de Maleno, de reconocer que los cuerpos desaparecidos pertenecen a “personas”. Una demanda tan sencilla cómo difícil de lograr que, tal como resume Mozé, requiere “el paso de la reflexión a la acción”.

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